El pasado lunes 13 de junio se produjo el tan esperado debate preelectoral entre los tres principales aspirantes a presidir el nuevo gobierno y el actual Presidente en funciones, Mariano Rajoy; los medios de comunicación habían calentando previamente el ambiente pretendiendo crear un interés que no estoy seguro que el pueblo compartiera dado que ni siquiera se trataba de la final de la Copa de la UEFA o de cualquier otro magno torneo de futbol, tenis o baloncesto; el personal está bastante harto de una situación política que ha conseguido aburrirle.
Muchos empiezan a sospechar que quizá esta provisionalidad de un gobierno “en funciones” no sea peor que algunas de las posibles salidas políticas que dado el panorama de los partidos, podrían producirse.
Pero, en fin, con mayor o menor atención, según las encuestas, el debate fue seguido por unos 10 millones de espectadores cifra considerable aunque inferior a la que se registró en el debate que enfrentó a José Luis Rodríguez Zapatero y a Mariano Rajoy el 25 de febrero de 2008: lo vieron un total de 13 millones de personas.
La pregunta clásica que siempre se plantea al finalizar un evento de este tipo es ¿quién ganó el debate?.
Pienso que se trata de una cuestión muy compleja de contestar dado que, en rigor, lo primero que habría que definir es en qué consiste ganar un debate como este con cuatro intervinientes; si ya resulta difícil establecerlo en un cara a cara tipo combate de boxeo cuyo resultado es indiscutible si finaliza con el K.O. de uno de los contendientes, pero que si finaliza por el conteo de puntos ya empiezan las discusiones.
Los debates cumplen una triple función: primero, afianzar y consolidar el voto de los convencidos para movilizarlos y evitar su abstención.
Segundo, convencer a los todavía indecisos de que su partido es la opción política que mas les puede favorecer; y tercero, componer una argumentación atractiva para intentar conseguir votos de los competidores mas próximos y persuadirlos de que su propuesta es la mejor opción posible.
Así pues se entiende que todos pueden perder o ganar el debate, dependiendo de como estiman haber alcanzado sus objetivos y de ahí la multiplicidad de resultados que ofrecen los medios de comunicación al día siguiente.
Si se observa detenidamente hay resultados para todos los gustos dado que otro factor que define al ganador o perdedor es la simpatía o afinidad de cada medio de comunicación opinante; así aparecen como vencedores cualquiera de ellos, excepto el desdichado Sánchez (PSOE) al que ninguno otorga la victoria.
Personalmente, me quedo con la encuesta del diario
digital El Mundo obtenida por votación directa “on line” de sus lectores.
Estos son los resultados, redondeados, que publica El Mundo:
Número de votos emitidos 250.000Mariano Rajoy, ganador, 34 %.Pablo Iglesias, segundo, 29 %.Alberto Rivera, tercero, 28 %.Pedro Sánchez, cuarto, 9 %
- Mariano Rajoy.
¿Convenció a los suyos? Sin duda; hizo bien lo que mejor hace, proyectarse como un gestor eficaz y con experiencia que sabe lo que hace; seguramente no perdió ningún voto y quizás movilizó un tanto a los que ya estaban medio convencidos.
¿Convenció a los otros? , pienso que poco o nada; dijo lo de siempre, con aplomo y consiguió salir vivo lo que dadas las circunstancias puede considerarse una victoria.
- Pablo Iglesias.
¿Convenció a los suyos? Sin dudarlo. También es verdad que es el que lo tenía más fácil. Porque la naturaleza de su partido es la de una secta.
¿Convenció a otros? probablemente si, aunque ya se verá; intentó mostrarse como moderado, para seguir quitando votos al PSOE, reducir el miedo y mantener su nuevo estilo moderado y socialdemócrata.Como los suyos ya están convencidos se utiliza la falacia para pescar algún ingenuo.
Tuvo la habilidad de aparentar presentarse como el líder de la oposición. Su figura fue creciendo a lo largo del debate.
- Alberto Rivera.
¿Convenció a los suyos? seguro que si; Alberto Rivera mantuvo una buena técnica de debate,aunque su posición quedaba un tanto desdibujada como consecuencia del eje izquierda-derecha que domina la campaña.
¿Convenció a otros? Posiblemente el que más. También es verdad de que era el que mejor lo tenía por tener una posición más ventajosa que le permitía rascar a derecha e izquierda, es decir quitando votos a PP y PSOE por el hastío de sus respectivas parroquias y aunque solo sea “para probar suerte” .
- Pedro Sánchez.
¿Convenció a los suyos? Es de suponer que si, a los muy convencidos, al menos. Por lo demás nada nuevo en su discurso, si bien soportó con dignidad las advertencias de Pablo Iglesias cuando le dijo esa maldad, en tono familiar, “No soy yo el rival, Pedro. Es Rajoy.”
¿Convenció a otros? parece que no.Era el que más se jugaba, pero no cumplió su objetivo: movilizar a los votantes socialistas que hoy están en la abstención o lo que es peor han emigrado a Podemos o incluso a Ciudadanos y por contra no ha recuperado un solo voto podemita.
Finalmente, a la vista de lo anteriormente expuesto, este debate no parece que hubiera cumplido la tarea de movilizar a los indecisos para que vayan a votar ni tampoco ha aclarado los planes de los partidos para después del 26 de junio.
Faltó tensión y se advertía una estudiada y medida contención en los cuatro ponentes que adoptaron claramente la estrategia de no entrar al “cuerpo a cuerpo”como la mejor herramienta política, y mantener desactivado el voto del miedo.
Desde luego ninguno ganó por KO y siguiendo con el argot pugilístico, los cuatro salieron a ganar por puntos..
De momento, la situación no parece que haya despejado en absoluto pues la división del voto entre los partidos debatientes no parece facilitar la constitución de una mayoría capaz de gobernar con estabilidad este Pais, antes llamado ESPAÑA y algunos analistas no descartan que después del 26J haya que volver a una tercera repetición de los comicios.
¿Donde quedan, pues, las ventajas de la desaparición del denostado bipartidismo que algunos cantan?
Pero tras el debate del pasado lunes y ante la posibilidad de que la aritmética no sea mejorada por el ejercicio de la política de pactos, ningún escenario inmediato es descartable como consecuencia de la crisis de gobernabilidad por la que atraviesa España. De ahí que estamos abocados a seguir con periodos de gobierno en funciones, o gobiernos inestables y siempre con unos gastos crecientes por la repetición de las elecciones una y otra vez.
F.J.de C.
Madrid, 17 de junio de 2.016