El personaje Mario Conde, no deja indiferente; su agitada trayectoria profesional primero como ejecutivo de éxito con la venta de Antibióticos y luego con la presidencia de Banesto, por entonces el primer banco español que terminó como terminó...En este blog hemos dedicado varios artículos a informar sobre las andanzas e incluso, en ocasiones, trágica vida de MC que él mismo narra en sus libros, “Los días de gloria” y “Las memorias de un preso”.
Por circunstancias de trabajo tuve relación indirecta con MC en su etapa de presidente de Banesto y recuerdo perfectamente el impacto que produjeron algunas de sus decisiones, en concreto, la creación de la Corporación Industrial que como quizás recuerden los lectores más provectos, no resultó terminar con el éxito previsto, por causas muy complejas que sería prolijo explicar aqui.
Si MC cometió errores e incluso “pecados” creo que los ha pagado sobradamente:entre 1994 y 2006 ha estado entrando y saliendo de la cárcel unos cuatro años; es decir, el equivalente a dos o tres violaciones, cinco estupros, cuatro abusos deshonestos, dos raptos…
Ahora la Sección Tercera de la Audiencia Nacional ha archivado definitivamente este jueves 30 de mayo de 2.019 la causa por blanqueo de capitales y fraude fiscal que abrió en abril de 2016 el juez Santiago Pedraz contra el exbanquero a raíz de una querella de la Fiscalía Anticorrupción.
El diario La Razón (cuyo director Francisco Marhuenda no se caracteriza precisamente por su simpatía hacia el personaje) publica el día 8 de junio de 2.019 una larga entrevista de su colaboradora Cristina Fernández con Mario Conde que por su interés reproduzco íntegramente:
"Se ha sido injusto con el Rey Juan Carlos".
“Un día, mientras jugaba al golf con mi hijo Mario, le dije: “¿Te das cuenta de que si no hubieran intervenido el banco no estaríamos aquí? ¿Que igual me hubiera muerto de un infarto? ¿Que habría tenido que atravesar la crisis económica y no viviría como un espectador? Si no me hubieran metido en la cárcel, estaría amargado, no tendría tiempo libre, no podría irme a comer a un chino, ni dar paseos por la calle. En la época del banco, era una maleta, para ir a un restaurante tenía que ir antes un equipo de seguridad, me metían en un reservado, para que nadie me viera... Llegaba a las 8 de la mañana y me iba a la 1 de la madrugada, no tenía casi vida familiar. Si no hubiera entrado en prisión, estaría amargado. Cuando dirigía Banesto, apenas cantaba ni reía. En la cárcel, sí». Mario Conde (Tuy, Pontevedra, 1948) fue uno de los cinco hombres más importantes de nuestro país en los 80. Controlaba más del 1 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB). Con solo 38 años, ya presidía Banesto tras haberse hecho multimillonario en la empresa farmacéutica Antibióticos, a la que llegó después de sacar el número uno en la oposición a abogado del Estado, en tiempo y con nota récord a los 24. Todo cambia el menos inocente de los últimos 28 de diciembre: el de 1993. El Banco de España interviene la entidad bancaria alegando un agujero contable de 605.000 millones de pesetas (unos 3.600 millones de euros). Un año después, en la Nochebuena de 1994, Conde, el modelo a seguir para toda una generación, ingresa en la madrileña prisión de Alcalá-Meco. Siempre se ha confesado inocente «y víctima de una conjura política protagonizada por Felipe González y Aznar», me puntualiza, pero los últimos 25 años los ha pasado entrando y saliendo de la cárcel, la última vez, en abril de 2016, acusado de blanquear 14 millones de euros provenientes de Banesto.
No guarda rencor
Ahora, la misma justicia que le encerró en un calabozo junto a sus hijos, Mario (44) y Alejandra (41), archiva su causa «porque no ha encontrado delito alguno». ¿Planea venganza Mario Conde o ha vencido al rencor? ¿Cómo recuerda sus tiempos gloriosos más de dos décadas después? ¿Fue el hombre que quiso reinar, como delatan algunos? ¿El que soñó con la Presidencia del Gobierno? ¿El que ponía nerviosa a la clase política, o un gurú? Él, que fue como un hijo para Don Juan de Borbón y amigo del Rey, ¿qué opina de la retirada del Emérito? ¿Cómo analiza la actualidad post electoral y la irrupción de Vox en la instituciones? ¿Planea su tercera boda? El ex banquero, de 70 años, concede su primera entrevista a LA RAZÓN desde su palacete de la exclusiva calle Triana (Madrid), tan impecable y engominado como cuando navegaba por la bahía de Cádiz con el abuelo de Felipe VI. Se sienta y enciende el primero de unos cuantos cigarrillos. Ha vuelto a fumar tras veinte años de abstinencia, «pero lo dejaré cuando quiera». Se asegura de que lo que va a decir se está grabando y revela: «Nunca quise ser presidente, ni he sido un genio ni un gurú. Yo más que nerviosos, como diría Dante, ponía de los nervios a la clase política, tanto que provocaron la intervención del banco. Y no vencí al rencor, lo evité. El rencor, la envidia y los deseos de venganza son cánceres del alma y cuando les dejas sitio a ellos, te estás muriendo, te estás matando. A algunos les hubiera encantado que los tuviera, porque son caminos hacia el error».
Ha pasado una semana desde que la Audiencia Nacional archivó la acusación de blanqueo y delito fiscal y se reconoce «contento». Al repreguntar, añade: «Ha habido cuatro jueces que han tenido la valentía de hacer esto. Por encima de los medios. Este auto me hace volver a creer en la justicia. Estoy feliz como español». ¿Y va a tomar alguna medida?, insisto. «Pues sí, mi medida es una botella de Rioja y si acaso después una medida de whisky», responde irónicamente. Me impacta su serenidad tras una sentencia que enmienda su última entrada en la cárcel. Entonces, argumenta: «¿Cómo lo he llevado tan bien? Va a sonar muy duro: porque tengo mis vanidades cubiertas. He sido abogado del Estado, número uno, presidente de Banesto, he ganado mucho dinero joven, admirado por todo el mundo... El problema de cuando a uno le meten en la cárcel es cuando pierdes reconocimiento social. Bueno, y, además, en prisión me lo trabajé. No soy Superman. Me sometí a una disciplina descomunal, me levantaba a las cuatro de la mañana a meditar y hacía hora y media de ejercicio. Madrugaba porque me tocaba servir el café a los presos y ese acto de humildad es muy sano». Solo ocho meses antes de entrar en el trullo, era a él a quien le hacían los honores, y Honoris Causa, en una ceremonia atestada de banqueros y empresarios y presidida por el Rey Juan Carlos, el mismo que acaba de pedir la carta de libertad. «Sean o no razones de salud las que le hayan llevado a retirarse, ha hecho un esfuerzo descomunal para que estemos hoy aquí –subraya–. «Hay que poner el ''debe'' en el ''debe'' y el ''haber'' en el ''haber'' y se merece el reconocimiento del pueblo español, que se le ha negado por algunos factores accidentales. Se ha sido injusto con él». Partiendo de algunos esplendorosos recuerdos compartidos con el Monarca, «al que conozco bastante y tengo mucho cariño», Conde insiste en ponderar el talego frente al boato: «La prisión es un espejo en el que te ves como eres. Cuando se cierra la puerta y estás solo, esos espejos te retratan y mucha gente no se gusta. En la época del banco, del éxito y del dinero, ¡cómo no vas a haber cometido algún pecado de vanidad! Pero cuando vi que en prisión era capaz de ser yo mismo, está mal, pero lo voy a decir: me gusté como era. Recuerdo una anécdota. A mí me ingresaron por primera vez en Nochebuena. Y yo bajaba de la celda y bajaba cantando. Fui al bar y me encontré con uno de los capos de la droga más importantes (que no voy a identificar). Al oírme, me increpa: ''¡Estamos en prisión! ¿por qué viene cantando?''. Le contesté: ''Esto es inevitable y podemos hacer dos cosas: o cantar o llorar, si tú quieres pagar dos veces, la prisión y encima el lloro, hazlo''». Entre esa primera noche en la cárcel y la última, junto a sus hijos, han pasado casi cinco lustros. «Yo fui dos años y medio abogado del Estado, estuve seis años en la industria farmacéutica, seis en la banca y he estado veinticinco sometido a entrar y salir de prisión. En realidad, lo que soy es un preso que además ha sido abogado del Estado y banquero», sintetiza Conde, al que siempre acompañaba una sonrisa en sus salidas de prisión. «Sonreía porque la cárcel me hizo más humano. Lo razonable es que te deprimas. Eso te afecta al sistema inmunológico y mucha gente muere o sale tocada. Yo me tenía por buena gente, nunca cambié de amigos... pero cuando me demostré quién y cómo era fue en prisión. Y eso no tiene precio. Entraba con corbata y salía con corbata, entraba con la cabeza alta y salía con la cabeza arriba, en prisión ayudaba a los presos y me ayudaba a mí mismo. ¿Pero ha perdido usted mucho tiempo?, me dirá usted. Lo más importante es conocerse y el tiempo en prisión me ha servido para hacerlo, he hecho bastantes amigos, siempre me trataron bien, ¿mejor que a otros? Pues yo era un preso pero era Mario Conde. Mi mujer Lourdes se dio cuenta de lo bien que estaba allí un día que me visitó con Alejandra. Mi hija me hablaba de que me iban a dar el tercer grado si reconocía que lo que contaban del banco era cierto. Yo las miré y sonreí. Lourdes se giró hacia Alejandra y le dijo: “¿Ves, hija? Con tu padre no hay nada que hacer...” Yo estaba bien en prisión».
F.J. de C.
Madrid, 15 de junio de 2.019