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miércoles, 12 de junio de 2013

Guerra sucia y economía, II.- Mas sobre las memorias de Alfonso Guerra.

Alfonso Guerra presenta su libo de memorias



En el artículo anterior se citan las revelaciones de Alfonso Guerra, A.G. (ex vicepresidente del gobierno socialista de Felipe González),  en su tercer tomo de memorias,  sobre la persecución al banquero Mario Conde.
Con relación al famoso ex juez prevaricador Baltasar Garzón, dice en su citado libro el ex vicepresidente cosas tan jugosas como las siguientes:
Cuando el juez Garzón entró en las listas del PSOE en 1993, este pidió al partido cobrar una compensación por abandonar sus funciones como juez. Guerra estuvo de acuerdo, pero había de hacerse de manera legal y con firma del recibo. Garzón según cuenta Guerra, no aceptó, así que finalmente no recibió ningún tipo de remuneración.
 A quienes han seguido de cerca la trayectoria biográfica del ex magistrado, las revelaciones de A. G. no les han sorprendido lo mas mínimo pues ya se sabían sus estrechas relaciones con el banquero Botín, y se conocían también, a través de los testimonios de algunos de sus colegas magistrados así como de los justiciables que le padecieron, de su escasa profesionalidad como juez instructor, de su egocentrismo teatral y sus ambiciones desmedidas de publicidad que al final le costaron la condena del CGPJ. Por eso, cuando ahora A.G. ha dicho lo que ha dicho, no hace más que constatar una realidad bien conocida por los que se mueven en las esferas políticas, económicas y judiciales.
Alfonso Guerra, que ha sido una especie de conciencia malvada de los socialistas españoles, en su libro de memorias, no se ahorra críticas a Felipe González y a su corte de "aduladores":  Joaquín Almunia,  Javier Solana,  Carlos Solchaga, José María Maravall, Joaquín Leguina, Narcís Serra,el periodista Javier Pradera, Manuel Chaves, José Luis Rodríguez Zapatero, Elena Salgado, y otros.
Por el libro pasan todos los que fueron y muchos de los que son....una larga lista de políticos socialistas que jugaron un papel importante en las diferentes legislaturas socialistas.
Hombre minucioso, intrigante y trabajador, Guerra fue uno de los artífices de la actual Constitución. Ahora, en su senilidad, en medio de la crisis política e institucional del pais,  Alfonso Guerra trata de eludir sus responsabilidades durante aquel oscuro periodo histórico de finales de los 80 y principios de los 90, en el que los casos de Filesa, la guerra sucia de los Gal y los pelotazos económicos presidieron la acción de un Gobierno al que pertenecía. Aunque quizá ya sea muy tarde.

F.J.de C.

Guerra sucia y economía: La intervención de Banesto fue una venganza de Solchaga contra Conde por el escándalo de Ibercorp


Las recientes memorias de Alfonso Guerra, "Una página difícil de arrancar. Memorias de un socialista sin fisuras", (Planeta, 2013),  el que fuera todopoderoso vicepresidente del gobierno de Felipe González   destapa  algunos sucesos y revela ciertas circunstancias que aclaran muchas de las cosas que en su momento fueron ocultadas a la opinión pública o lo que es todavía peor amañadas y distorsionadas en función de las circunstancias políticas e intereses económicos del momento;  así  descubre algunas actividades del exjuez prevaricador Garzón, que en su momento trataremos y  con los sucesos que dieron lugar a la intervención del entonces primer banco español, BANESTO y la persecución posterior con resultado de cárcel para su presidente Mario Conde, que comentamos hoy, reproduciendo de www.diariocrítico.com el artículo que sigue a continuación.
F.J.de C.
- Conde se negó a comprar Ibercorp, lo que hubiera evitado un escándalo para los social-liberales de Solchaga
"La iniciativa de la intervención de Banesto tuvo su motivación en la negativa de Mario Conde de hacerse cargo de Ibercorp". De esta forma tan tajante lo asegura el que fuera 'número dos' del Gobierno y del PSOE, Alfonso Guerra, en su último libro de memorias. Guerra dice textualmente que la decisión de Conde de no comprar Ibercorp para evitar el escándalo de los amigos de Solchaga motivó la 'venganza' de los 'social-liberales' del PSOE, que decidieron intervenir Banesto para castigar a Conde. Guerra vuelve a liarla, y a lo grande.
En su libro de memorias que acaba editar Planeta, Alfonso Guerra, escribe lo siguiente en su página 97:
         "Un asunto lateral que había de producir mucho ruido fue la intervención por el Banco de España del Banco Español de Crédito, cuyo presidente era Mario Conde. No se trata de que no hubiera razones para la intervención, pero tal parece que la iniciativa tuvo su motivación en la negativa de Conde a hacerse cargo de lbercorp. Acudieron a Conde el clan de los amigos, Mariano Rubio y Carlos Solchaga, antes de que estallase el escándalo con objeto de taparlo. Él no aceptó, y se vengaron con la intervención. Claro que encontraron razones, irregularidades -semejantes a las de Ibercorp- para hacerlo, pero la elección tuvo su origen en la operación de los puros en Ibercorp".
El escándalo de Ibercorp estalló en 1992 y le costó el cargo, entre otras cosas, al gobernador del Banco de España, Mariano Rubio, así como a otras personas vinculadas al entonces ministro 'en alza' Carlos Solchaga. Un año después, en diciembre de 1993, el ministro de Economía, Solchaga, y el nuevo gobernador del Banco de España, Luis Ángel Rojo, decidieron la intervención de Banesto, que lo presidía Mario Conde.
Los protagonistas del 'caso Ibercorp'
No se puede entender al completo lo narrado por Alfonso Guerra si no recuerda, aunque sea someramente, el caso de aquel chiringuito financiero que algunos montaron cuando en España era muy fácil dar 'un pelotazo de la noche a la mañana'.
El 'caso Ibercorp' se destapó el 12 de febrero de 1992: fue un gran escándalo que implicó a destacadas personalidades financieras a raíz del descubrimiento de la falsedad de los listados de vendedores de acciones de Sistemas Financieros. Y es que sus principales impulsores, Manuel De la Concha (fallecido en 2011) y Jaime Soto, habían eliminado de esas listas a personalidades de la vida política y económica española, entre ellas al entonces gobernador del Banco de España, Mariano Rubio. Además habían omitido sus ventas propias con un entramado de sociedades 'fantasma', a través de las que realizaron una compleja operación de autocartera.
La ocultación de información del Grupo Ibercorp a la Comisión Nacional del Mercado de Valores desveló una trama de irregularidades, desencadenó procesos administrativos y jurídicos contra sus responsables, encabezados por Manuel de la Concha, Jaime Soto y Benito Tamayo, y truncó la posibilidad de un tercer mandato de Mariano Rubio como gobernador del Banco de España, entre otras muchas cosas, como impedir que los social-liberales de Solchaga se hicieran con el poder en el Partido Socialista, según revela Guerra.
Como consecuencia de ese escándalo, Mariano Rubio Jiménez (1931-1999) cesó en el Banco de España en 1992 y llegó a ingresar en prisión provisional en mayo de 1996, de la que saldría bajo fianza a petición del Fiscal Jefe de Madrid Mariano Fernández Bermejo. Su sucesor, Luis Ángel Rojo llevó adelante la intervención de Banesto, de la que Alfonso Guerra sostiene que fue una vendetta contra Conde por no haber comprado Ibercorp en su momento y haber evitado el escándalo.
Las peleas internas del PSOE
Guerra revela en sus memorias lo que se cocía en la cocina interna socialista, y cuya lucha por el poder motivaron todas estas acciones. Todo se iniciaría en 1991, con el estallido del 'caso Filesa', o supuesta financiación irregular del PSOE.
En ese momento, los social-liberales como el navarro Carlos Solchaga ("el enano", según le llamaba Txiqui Benegas en una conversación que le grabó el Cesid) se amotinaron y lucharon por la dirección del PSOE, pero pasaron cosas que "les pusieron en su sitio": la primera fue la de Ibercorp de Manuel de la Concha y Jaime Soto, amigos de Mariano Rubio, Miguel Boyer y Carlos Solchaga (página 96 del libro de memorias). Ése es el origen del 'caso Banesto', según Guerra.
Escribe Guerra:
  "Empezó a gestarse así una fisura que dividía de manera artificial a los que estaban involucrados en las irregularidades (lean corrupción) y los garantes de la limpieza, que, cosa curiosa, coincidían con los social-liberales opuestos a la dirección del partido. La teoría que fueron expandiendo con el apoyo de los medios colocaba al 'aparato' del partido como la imagen turbia del socialismo y a los miembros del Gobierno cercanos al liberalismo como los defensores de una nueva forma de hacer política; aquéllos cerrados en su 'aparato', éstos abiertos a la sociedad, aquéllos involucrados en operaciones económicas sucias, éstos limpios, sin mancha que pudiera obstaculizar su imparable ascenso hacia el timón del socialismo 'decente'".
Pero la evidencia de los hechos les derribó el castillo de naipes levantado para desplazar al socialismo hacia posiciones más tibias ideológica y políticamente. La primera perla de la limpieza vino de la mano de los amigos economistas, como escribe Guerra:
  "Años atrás el Gobierno había concedido -a pesar de mi oposición y mi señalamiento del grupo de especuladores a quienes se entregaba- una ficha bancaria a Ibercorp, entidad pilotada por Manuel de la Concha y Jaime Soto, que formaban parte del clan de amigos de Mariano Rubio, gobernador del Banco de España, Miguel Boyer, ministro de Economía cuando se otorgó la autorización, y Carlos Solchaga, ministro de Industria entonces, y de Economía cuando estalló el escándalo de las irregularidades del grupo financiero y se descubrió que estaba complicado el propio gobernador del Banco de España".
Como recuerda el propio Guerra, los Grupos Parlamentarios pidieron la dimisión de Rubio y la creación de una comisión de investigación. El Gobierno se opuso. Solchaga acudió a la reunión de la Comisión Ejecutiva a explicar el asunto y manifestó solemnemente que 'pondría la mano en el fuego' por Mariano Rubio.
  "El Banco de España acabó por intervenir Ibercorp después de múltiples intentos de que algún banco lo comprase, y Mariano Rubio terminó dimitiendo del cargo. La investigación mostró que la inspección del Banco de España conocía con anterioridad las irregularidades del grupo. Fue el primer indicio claro de que las operaciones económicas turbias no estaban en el 'aparato', sino que más bien vivían de los conmilitones de sus acusadores".