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martes, 9 de febrero de 2016

Alvaro de Bazán.

Introducción.
Alvaro de Bazán.
Álvaro de Bazán y Guzmán (Granada, España; 12 de diciembre de 1526 – Lisboa, Portugal; 9 de febrero de 1588), "I Marqués de Santa Cruz, grande de España, señor de las villas del Viso y Valdepeñas, comendador mayor de León y de Villamayor, Alhambra y La Solana en la Orden de Santiago; miembro del Consejo de su Majestad Felipe II, Capitán General del Mar Océano y de la gente de guerra del reino de Portugal" fue un militar y almirante español del siglo XVI célebre por el uso de galeones de guerra y por utilizar por primera vez infantería de marina para realizar operaciones anfibias.En 1554 es nombrado capitán general de la Armada con solo 28 años .
A los cuarenta años, Don Álvaro de Bazán es nombrado Capitán General de las Galeras de Nápoles y poco después, el 19 de octubre de 1569 , Felipe II le concede el título de Marqués de Santa Cruz.
En 1556 realiza una arriesgada acción frente al cabo de Aguer, rindiendo dos barcos ingleses que llevaban armas y municiones a Fez .

El peligro musulmán.
La situación en el Mare Nostrum, entonces, como hoy ,  estaba muy complicada por la amenaza del “infiel” a la Cristiandad: El Imperio otomano era la gran amenaza. Habían tomado los Balcanes y avanzando por la línea del Danubio hasta la misma Viena, dominaban el Mediterráneo oriental y su expansión amenazaba cada vez con más temeridad a los monarcas europeos. En nuestro país, algunos apuntaban a que los turcos querían invadir España, sin duda con la ayuda de los moriscos que aún quedaban.
El sultán turco había unificado el islam, como anteriormente hicieran los califas de Damasco, y su poderío alentaba a la piratería berberisca que asolaba el comercio mediterráneo.
En 1565 Solimán II lanzó una furiosa arremetida sobre Malta, baluarte estratégico del Mediterráneo, pero los caballeros de la Orden de San Juan pudieron defender la isla prodigiosamente, recibiendo ayuda tardía de la Armada española. No resistió igual Chipre, ciudad asociada a la Liga Veneciana. La amenaza otomana estaba más cerca que nunca de la costa italiana y nótese que el sur de aquella península era por entonces propiedad del monarca español.
La Santa Alianza.
Promovida por el papa Pío V, Felipe II y la república de Venecia, quedó constituida la Santa Alianza, que habría de enfrentarse al Gran Turco. Mandaría su flota don Juan de Austria, hermano del monarca español, que contaba sólo veintiséis años. La Liga ponía 230 barcos, 50.000 marineros y 30.000 soldados. Los turcos eran más: 300 naves y 40.000 soldados. Treinta de ellas, las de Nápoles, estaban comandadas por Álvaro de Bazán, quien se había convertido en hombre de confianza de Don Juan.
Lepanto.
Batalla de Lepanto
Las dos flotas se encontraron de repente, al doblar los turcos el llamado «cabo sangriento», en la ensenada del golfo de Lepanto.
Era el 7 de octubre de 1571, una fecha que quedó bordada de oro en la historia de España
En Lepanto, la actuación de Bazán fue decisiva. Estaba encargado de la retaguardia y fueron él y sus barcos los que arreglaron unos cuantos despropósitos entre los nuestros. Aunque Bazán no era el principal almirante de la flota, gran parte de nuestra estrategia corrió de su parte. Estuvo en todas partes, y en todas partes sus órdenes fueron atinadas y su valor, gigantesco.
La flota cargó en tres frentes y se batió de modo encarnizado durante horas. En el fragor de la lucha, las dos naves almirantes se alinearon. Don Juan ordenó el asalto y, espada en mano, inició el abordaje, que terminó con la cabeza de Alí Bajá clavada en una pica y la bandera aliada ondeando en el mástil de La Sultana. Sin su nave almirante, los turcos fueron cediendo el combate.A las cinco de la tarde don Juan ordenó la retirada a tiempo de refugiarse de una feroz tormenta. Entre los supervivientes, Miguel de Cervantes, un joven arcabucero, herido en el pecho y en su mano izquierda, entusiamado de haber participado en «la más alta ocasión que vieron los siglos»
Cinco años después, Bazán era nombrado Capitán General de las Galeras de España.

La isla Terceira.


Terceira, una isla de las Azores, pequeña pero de gran importancia estratégica, porque todos nuestros barcos que hacían la carrera de las Indias pasaban muy cerca no podía permitirse que aquella tierra estuviera en manos de enemigos. Ingleses y franceses ayudan a los sublevados de  Terceira. Álvaro de Bazán sería el encargado de tomar la isla lo que consiguió en la llamada batala de la Isla Terceira que terminó con la victoria española.

Inglaterra.


Pero Felipe II tenía claro que el verdadero enemigo era Inglaterra y se propone la idea de invadir la isla. Aunque no fue consultado, Álvaro de Bazán hizo una propuesta de conquista y, finalmente, el 26 de enero de 1586 el rey ordenó a nuestro ilustrísimo marino preparar una escuadra para el ataque. Por una u otras cosas la acción se fue deteniendo en el tiempo y Su Majestad Católica hasta llegó a enfadarse con don Álvaro. Enfrentamiento que duraría hasta el 4 de febrero de 1588 cuando el ilustrísimo marino, el héroe del Mediterráneo y de Lepanto es cesado. Así son las cosas en nuestra Patria. Bazán recibe la noticia de su ceses en su cama de muerte. Fallece, a la mayor gloria de Dios y de España, el 9 de febrero de 1588, en Lisboa.
La literatura ensalza a Don Alvaro de Bazán.

Lope de Vega en 1588 dedica a don Álvaro de Bazán el siguiente poema:
El fiero turco en Lepanto,
en la Terceira el francés,
y en todo mar el inglés,
tuvieron de verme espanto.
Rey servido y patria honrada
dirán mejor quién he sido
por la cruz de mi apellido
y con la cruz de mi espada.
……..
El 7 de octubre de 1571, como queda dicho,  la Santa Alianza vencía a la flota turca en la batalla de Lepanto. Para Cervantes, que perdió en ella su brazo, se trató de «la más alta ocasión que vieron los siglos».En el Capítulo XXXIX del Quijote, Miguel de Cervantes le otorga a Don Alvaro la condición de invicto y padre de los soldados:
Tomóla la capitana de Nápoles, llamada La Loba, regida por aquel rayo de la guerra, por el padre de los soldados, por aquel venturoso y jamás vencido capitán don Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz.


F.J. de C.
Madrid, 9 de febrero de 2.016



viernes, 9 de octubre de 2015

Historia de ESPAÑA: La batalla de Lepanto


La Galera Real de Juan de Austria

Entre los siglos XIV y XVI la cristiandad se vio amenazada por los turcos del imperio otomano, que dominaban Tierra Santa, Oriente Medio, Constantinopla, Grecia, Albania, África del Norte y la Península. Muchas diócesis desaparecieron y muchos mártires derramaron su sangre. Los musulmanes controlaban el mar mediterráneo y preparaban la invasión de la Europa cristiana, mientras los monarcas de este territorio se mantenían divididos y parecían no darse cuenta.
Una gran pinza turca amenazaba gravemente Europa. Su dominio o influencia había llegado por el norte de África hasta casi Marruecos y, apuntando a Viena, hasta Hungría y Transilvania. El Papa Pío V a principios de 1571 exponía a los embajadores de España y Venecia:
“El estado de la cristiandad es de tal fragilidad que…bastaría un soplo para derribarla…agotaré los medios existentes para unir las fuerzas cristianas contra su mayor enemigo…”
El 1 de septiembre de 1571 la flota cristiana quedó lista para partir desde Mesina (Sicilia).
Así nació la Santa Liga entre el Papado, España y Venecia, con una pequeña contribución de la Orden de Malta.
El 7 de octubre de 1571 tuvo lugar la batalla de Lepanto, en la que la Santa Liga,luchó contra los turcos con un claro objetivo: destruir su escuadra para recuperar la seguridad del comercio marítimo y del cultivo en las tierras costeras.
Lepanto fue un acontecimiento decisivo para la cristiandad y para Europa.
Para entender la enorme trascendencia de aquella batalla, hay que situarse en el momento histórico:

Año de gracia de  1571. En España reina Felipe II, y España reina en el mundo, desde el Mediterráneo hasta las islas Filipinas. Pero en Oriente, precisamente al otro lado del Mediterráneo, la potencia turca es un enemigo formidable. Los turcos, el Imperio Otomano, son los herederos históricos del califato islámico, el mismo Islam que dominó España durante siglos….

Una Liga para defender la Cruz.


Felipe II y el Papa intentan organizar una gran flota para dar la batalla al Turco. Es preciso construir una alianza. La flota española es fuerte, pero no lo suficiente –recordemos que al mismo tiempo estamos en América y en Asia. Hace falta que venecianos y genoveses ayuden; pero los venecianos acarician la idea de llegar a un pacto por separado con los turcos, un pacto que les permita mantener sus rutas comerciales a cambio de concesiones o tributos. Sólo la conquista turca de Chipre, en 1570, y el posterior saqueo de Venecia, convence a los italianos de que no hay componenda posible.

Pío V redobla sus esfuerzos. Felipe II le sigue. Los reinos del norte de Europa (ingleses, alemanes) se desentienden del llamamiento papal, pero los italianos terminan secundando la idea. Hacia el verano de 1571 los cristianos componen su flota: darán la batalla en las mismas bases del Turco. Lo encuentran en las costas griegas, en el golfo de Lepanto.

Felipe II puso al frente de la flota a su hermanastro Juan de Austria, que tenía sólo 26 años, pero venía de sofocar la revuelta morisca en España y gozaba de un prestigio enorme. Junto a él estaban los mejores nombres de la Armada española: los catalanes Requeséns y Cardona y los castellanos Gil de Andrade y Álvaro de Bazán. Con ellos, el genovés al servicio de España Gian Andrea Doria, sobrino del gran almirante Andrea Doria.

Las galeras del Papa las dirigía un viejo señor de la guerra, Marco Antonio Colonna; las de Venecia, otro veterano, Sebastián Veniero, sustituido después por Barbarigo.

Y enfrente, el gran almirante turco, Alí Bajá, con un famosísimo pirata argelino, Uchali o Luchalí, y el gobernador de Alejandría, Mohamed Siroco; junto a ellos, un personaje de fábula, el renegado Pertev Pachá, cristiano convertido al Islam a quien los jefes de la Liga se la tenían jurada.

La Liga cristiana presentaba 231 barcos entre galeones y galeras, 50.000 marineros y galeotes y 30.000 soldados, de ellos 20.000 españoles. Nunca se había visto una potencia semejante en el mar.

Pero la armada turca era mayor todavía: unas 300 naves, con un número de hombres superior a 40.000 soldados, sin contar galeotes y remeros.

La mayor batalla naval librada hasta entonces.


La batalla fue el 7 de octubre. Aquí la Historia y la leyenda parecen lo mismo. Alí Bajá, desde el puente de su “Sultana”, recibió a los cristianos con un cañonazo, invitándoles a comenzar la batalla. Juan de Austria, cortés, respondió con otro cañonazo e izó su estandarte: la cruz de Cristo flanqueada por los escudos de los aliados.



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La bandera de la Galera Real

Las naves cristianas habían avanzado hasta allí formando una gran cruz. Los turcos abrieron sus barcos en una gigantesca media luna. Juan de Austria fijó en el palo mayor de su nao una gran talla del Crucificado donada por la ciudad de Barcelona.
La estrategia de la Liga consistía en encerrar a los turcos en el golfo y atacar en masa. Pero los turcos vieron el peligro y trataron de envolver al centro del ataque cristiano, que mandaba Juan de Austria, mientras los piratas de Luchalí trataban de envolver uno de los flancos cristianos para darle la vuelta a la operación: encerrar a los cristianos en el golfo. No pudieron.

La inteligencia siempre es importante en todas las cosas de la vida, y la flota española, buscando cómo hacer más daño en las filas turcas, tuvo una idea muy brillante. Hasta entonces, la mecánica habitual del combate en el mar consistía en embestir al enemigo con el espolón de proa y abordarlo después. Pero las galeras turcas eran más y estaban mejor armadas, de modo que la flota cristiana se encontraba en inferioridad tanto en potencia de fuego como en número de unidades de abordaje.
Así que a uno de los nuestros, García de Toledo, se le ocurrió que recortando los espolones podría instalarse más artillería en la proa y aumentar el fuego directo contra el enemigo justo antes del abordaje, barriendo la cubierta y reduciendo la resistencia del rival. La idea funcionó de maravilla.
El mismo García de Toledo fue quien sugirió dar la batalla lo más cerca posible de la costa griega, junto a las bases turcas, para reducir la capacidad de maniobra del enemigo; muchos marineros musulmanes, al verse en peligro y tan cerca de su costa, optaron por saltar al agua e intentar llegar a nado hasta la orilla.

Hay que imaginar el aspecto que podían ofrecer todos aquellos barcos escupiendo fuego; no sólo el fuego de los cañones, sino también el de los arcabuces, porque don Juan de Austria había mandado repartir a su cuantiosa infantería, el Tercio de Mar, por todas y cada una de las galeras cristianas, de manera que no había barco que no tuviera una buena porción de infantes disparando sobre el contrario; la infantería española y la italiana, respondieron con fuego en abundancia.

Los venecianos, todo hay que decirlo, desmintieron su fama y pelearon con mucho arrojo; su jefe, Barbarigo, murió en su puesto. Tras el choque vinieron los abordajes. La batalla duró en total cinco horas. En pleno combate, Don Juan de Austria, para paliar la inferioridad numérica, mandó soltar a los galeotes –los remeros que movían las galeras, generalmente penados- y les ofreció la libertad si se sumaban al asalto. Ni que decir tiene que todos lo hicieron.
De hecho, fue uno de estos remeros quien cortó con un hacha la cabeza del almirante turco, Alí Bajá. La Historia no ha retenido el nombre de este remero español. Lo que sí ha retenido es el nombre de un gran personaje que combatía en la galera “Marquesa”. Nos lo cuenta un documento oficial que venía a decir así:

“Cuando se avistó la armada del Turco en esta batalla naval, el tal Miguel de Cervantes estaba malo y con calentura…... el dicho Miguel de Cervantes respondió que qué dirían de él, y que no hacía lo que debía, y que más quería morir peleando por Dios y por su rey, que no meterse so cubierta con su salud. Y peleó como valiente soldado con los dichos turcos en la dicha batalla….. Y acabada la batalla, cuando el señor don Juan de Austria supo y entendió cuán bien lo había hecho y peleado Miguel de Cervantes, le aumentó cuatro ducados más de su paga. De dicha batalla naval salió Miguel de Cervantes herido de dos arcabuzazos en el pecho y en una mano, de lo cual quedó estropeado de la dicha mano. De lo cual doy fe y firmo…”

El balance de Lepanto.


Miguel de Cervantes, en efecto; que luego, en Don Quijote, recordará esta batalla como “la más alta ocasión que vieron los siglos”. La verdad es que hay pocas dudas sobre el balance de la batalla.

Los turcos perdieron 250 barcos, 130 de ellos apresados por la Liga; los cristianos sólo perdieron 17. Los turcos perdieron cerca de 24.000 hombres; los cristianos, la mitad de esa cifra.
Además, 8.000 turcos fueron apresados y su almirante y sus capitanes murieron en el combate. Todos menos el avieso pirata berberisco, Luchalí, que consiguió escabullirse antes de que acabara la batalla.
Don Juan envió al Rey el estandarte de Alí Bajá. Y a los hijos del jefe turco, apresados en la batalla, se los envió al Papa.
Fue una gran victoria. Fue también la última gran batalla naval que vio el Mediterráneo.

Después se ha hablado mucho del verdadero peso que Lepanto tuvo en la Historia, disminuyendo su importancia.
A Felipe II se le ha reprochado que no supo explotar la victoria: pudo haberla aprovechado para barrer de piratas la costa del norte de África y tomar Argel, pero no lo hizo. 
La propia Liga cristiana también pudo haber desembarcado en las costas griegas…... pero se disolvió muy poco después de la batalla.
Los venecianos no tardaron en llegar a pactos con los turcos.
Felipe II, por su parte, tenía otros problemas en Flandes y en las rutas americanas.
El Gran Turco no tardó en recomponer su flota: el Mediterráneo oriental seguiría siendo suyo.

….Sin embargo, Lepanto fue importantísimo respecto a la situación anterior:
Primero: a los turcos se les asestaba un golpe que nadie esperaba.

Segundo: las ambiciones del sultán en el Mediterráneo occidental se desvanecían.

Tercero: España manifestaba de manera muy clara su hegemonía en Europa, especialmente frente a Francia e Inglaterra.

Cuarto, y quizá lo más decisivo: la Cristiandad lograba detener el avance del Islam en un momento de gran peligro.

Después de Lepanto, ya nadie dudó de que Occidente, a pesar de sus guerras internas y sus profundas enemistades, podía defenderse contra el Imperio Otomano.

Nota: amplio resumen del brillante artículo de José Javier Esparza, en http://gaceta.es/
Por la transcripción:

F.J. de C.

Madrid, 9 de octubre de 2.015

sábado, 14 de septiembre de 2013

Historia de ESPAÑA: Felipe II, monarca en cuyo Imperio “no se ponía el sol”.




Felipe II de Austria o Habsburgo, llamado El Prudente (Valladolid; 21 de mayo de 1527 – San Lorenzo de El Escorial; 13 de septiembre de 1598),sus padres fueron el emperador Carlos V e Isabel de Portugal.  Fue jurado como heredero de la corona de Castilla el 10 de mayo de 1529 en el madrileño convento de San Jerónimo. Asumió el trono español tras la abdicación de su padre en 1556 y hasta 1598, nada menos que durante cuarenta y dos años,  gobernó el vastísimo imperio integrado por Castilla, Aragón, Cataluña, Navarra, Valencia, el Rosellón, el Franco-Condado, los Países Bajos, Sicilia, Cerdeña, Milán, Nápoles, Orán, Túnez, Portugal y su imperio afroasiático, toda la América descubierta y Filipinas.En definitiva todo un Imperio en el cual “no se ponía el sol”.
En este artículo solamente se pretende recordar su egregia figura, especialmente atractiva,  se le mire por donde se le mire. Fue el suyo un tiempo de fenomenal confrontación político-religiosa en Europa, en el que nuestro personaje ejerció un papel de protagonista primerísimo, líder se diría hoy; un tiempo de indudable crecimiento espiritual, territorial y material en la llamada Monarquía Hispánica, tan distinta de lo que aparece hoy, lamentablemente colocada en un lugar mas que secundario dentro del concierto de las naciones mas influyentes del mundo.
Merece ser recordado pues este personaje con sus aciertos y errores, pues de todo hubo.
No pretendo emitir ningún juicio de valor sobre una personalidad tan compleja como la del Rey Prudente  y me limitaré, solamente, a  citar algunas biografías que considero pueden ser útiles para el curioso lector de este blog que desee profundizar en el estudio del personaje y de su época.
Manuel FERNANDEZ ALVAREZ

Manuel Fernández Álvarez,( Madrid, 7 de noviembre de1921,Salamanca, 19 de abril de 2010) miembro de la Real Academia de la Historia, profesor emérito de la Universidad de Salamanca y del Colegio Libre de Eméritos, ha dedicado más de cincuenta años al estudio del siglo XVI, fruto de los cuales son su obra magna Carlos V, el césar y el hombre (VI Premio Don Juan de Borbón al libro del año en 2000), en  su libro Felipe II y su tiempo no se limita a describir el reinado de Felipe II como el de la rebelión de los moriscos granadinos de las Alpujarras, la prisión y muerte del príncipe don Carlos; o bien la batalla de Lepanto, la incorporación de Portugal, la colonización de América o el desastre de la Armada Invencible. Pero también lo retrata como el mecenas de las artes y las letras, cuya labor culmina en el monasterio de San Lorenzo de El Escorial.


Geoffrey PARKER
Geoffrey Parker (Nottingham 1943),  en su biografía que muchos consideran como la definitiva de Felipe II, ( ed. Planeta y  ed. Alianza Editorial) ha utilizado toda la documentación que ha estado recopilando desde los años 70 del siglo XX  y, sobre todo, la que salió a la luz en 1998 con motivo del IV centenario de la muerte de Felipe II para pintar un retrato exacto, íntimo de un  Rey que tuvo un papel primordial en la formación del mundo moderno. Su incapacidad para confiar en alguien, su inflexibilidad, su negativa a llegar a un acuerdo con protestantes y musulmanes, sus obsesión con la religión, la magia, y las artes, su apoyo a la Inquisición, y sus relaciones de familia aparecen aquí descritas con todo detalle.Esta documentada biografía, supone una ruptura con todos los estudios anteriores sobre esa  figura, hasta entonces castigada por la animadversión y el prejuicio. La atención al detalle y a la vida cotidiana del monarca -una de las características más notables de esta obra de G. Parker apunta no sólo a destruir esa  imagen estereotipada transmitida durante siglos, sino a suplir la falta de unas memorias o de manifestaciones explícitas del monarca acerca de numerosos sucesos y decisiones cruciales durante su reinado.
Gregorio MARAÑÓN
El doctor G. Marañón, (Madrid 19/05/1887, Ibid. 27/03/1960), fue un sabio médico endocrino, catedrático y  científico, historiador, escritor y pensador español, cuyas obras en los ámbitos científico médico e histórico han tenido una gran relevancia.
Dedicó varios estudios a la historia de los siglos XVI y XVII; en particular destaca su monumental biografía  Antonio Pérez (Espasa Calpe, 1947).En este libro aunque dedicado al que fuera secretario y valido de Felipe II, el Dr. Marañón ,sin embargo, analiza y describe algunos rasgos de la personalidad del REY Prudente que murió siendo Rey absoluto, en forma total; Rey absoluto del más vasto Imperio de la tierra y tras uno más largos reinados que consigna la Historia. No tuvo límite su poder sólo estaba por encima de su voluntad, Dios; y él se suponía su instrumento hasta tal punto, que en más de una ocasión antepuso su propio concepto del servicio de Dios al del representante de Dios en la tierra”....”Tenía el Rey español un concepto casi divino de lo que significaba su gracia, la gracia real….”
Finalizaré esta semblanza describiendo dos éxitos militares de  la ESPAÑA de la época:
La batalla de San Quintin, 10 de agosto de 1557, fiesta de San Lorenzo se libró la batalla de San Quintín, en la Alta Picardía francesa. Para los franceses, San Quintín fue una catástrofe: murieron unos 9.000 hombres y cayeron presos 8.000 más. Las bajas de las tropas imperiales  de Felipe, no llegaron a las 2.000.San Quintín inauguró el reinado de Felipe II y consagró el dominio español en Europa. El monasterio de El Escorial se edificó en conmemoración de la victoria en San Quintín.
La batalla de Lepanto: El 7 de octubre de 1571 la Santa Alianza vencía a la flota turca en la batalla de Lepanto. Para Cervantes, que perdió en ella su brazo, se trató de «la más alta ocasión que vieron los siglos». El Imperio otomano era la gran amenaza de la cristiandad europea (eso me suena algo en estos momentos, cambiando lo de “otomano” por la yihad y lo de europea por mundial). Habían tomado los Balcanes y avanzando por la línea del Danubio hasta la misma Viena, dominaban el Mediterráneo oriental y su expansión amenazaba cada vez con más temeridad los dominios de los monarcas europeos. Mandaría su flota don Juan de Austria, hermano del monarca español, que contaba sólo veintiséis años. La Liga ponía 230 barcos, 50.000 marineros y 30.000 soldados. Los turcos eran más: 300 naves y 40.000 soldados.En el fragor de la lucha, las dos naves almirantes se alinearon. Don Juan ordenó el asalto y, espada en mano, inició el abordaje, que terminó con la cabeza de Alí Bajá clavada en una pica y la bandera aliada ondeando en el mástil de La Sultana. Sin su nave almirante, los turcos fueron cediendo el combate.
Entre los supervivientes, un joven arcabucero, herido en el pecho y en su mano izquierda, musitaba entusiasmado: «La más alta ocasión que vieron los siglos», era Don Miguel de Cervantes Saavedra, autor de El Quijote, “el manco de Lepanto” como después se le apodaría.
F.J.de C.