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domingo, 3 de diciembre de 2017

100 años de comunismo, cien millones de muertos.



El 25 de octubre de 1917 la Revolución de Octubre cambió el curso de la historia de Rusia y del mundo. El golpe armado de los bolcheviques contra el Gobierno provisional en Petrogrado (antiguo nombre de San Petersburgo) pasó a la historia como la Gran Revolución Socialista de Octubre. La revolución rusa cambió la historia y fue determinante para el siglo XX.
Hoy en día, lo que queda del sistema comunista soviético, aunque residual, no deja de ser inquietante.
El sistema estalinista que derivó de la Revolución de Octubre fue rechazado y duramente criticado por la violencia y el coste social que comportó. Los partidos declarados comunistas en Europa casi han desaparecido y las peculiares formas de comunismo de estado vigentes, como el caso de China, Corea del Norte , Cuba o Venezuela divergen de la idea marxista-leninista del comunismo ortodoxo.
El comunismo le ha costado a la humanidad 100 millones de muertos, como recopilaron concienzudamente Stéphane Courtois y un equipo de historiadores en ese libro imprescindible que es El Libro Negro del Comunismo, que la izquierda se ha cuidado de convertir hoy en imposible de encontrar.
El comunismo fue una ideología dedicada al crimen desde el primer minuto de su existencia y en estos días en los que  se cumplen 100 años de la revolución bolchevique todavía se ven numerosas valoraciones desde la izquierda "progre", que condenan los crímenes de Stalin, Lenin o Mao pero salvando al comunismo, so pretexto que era un ideal digno de encomio, lo que es una gran falacia.Los citados líderes fueron unos criminales que actuaron como tales porque eran comunistas que hicieron exactamente lo que el comunismo es en sí mismo: una idea criminal, que elimina de raíz la libertad humana, sometiendo minuciosamente la vida de cada persona a los designios y las decisiones “del partido”. El comunismo es criminal porque aniquila la igualdad de los seres humanos, estableciendo quiénes tienen derecho a vivir y quiénes no. El comunismo es criminal porque es en su esencia opuesto a la condición humana y a la propia dignidad, a la que reduce a una despreciable insignificancia que no merece mayor atención. Por eso en estos 100 años la ideología comunista ha sido culpable de la muerte de 100 millones de personas. El régimen maoísta en China se llevó por delante a más de 60 millones de seres humanos, entre asesinatos, saltos hacia adelante, revoluciones culturales, y hambrunas deliberadamente provocadas. Otros 30 millones cayeron en la Unión Soviética, muchos en el gulag y en las purgas, pero otros muchos –ucranianos, especialmente- en sus casas, hambrientos, requisado por el soviet todo lo que pudiera ser comido. Sin duda el comunismo es la ideología política que ha causado mayor dolor a la humanidad por un período de tiempo más largo, que ni siquiera ha terminado aún.
El comunismo demostró una capacidad innegable de extender la agitación a través del mundo y a lo largo del tiempo. Mucho sufrieron Europa y Asia, pero también Iberoamérica  y África. Aún hoy hay tres estados –Cuba, Corea del Norte y Venezuela- que ponen en jaque la libertad y la tranquilidad de continentes enteros. Movimientos recientes como Podemos son una forma renacida de comunismo, que disfraza su leninismo entre círculos y coletas y amenaza en ESPAÑA con el establecimiento de una nueva Constitución que elimine las libertades proclamadas solemnemente en la Constitución de 1.978, actualmente en vigor.
La decadencia del comunismo se inició con la destrucción del Muro de Berlín (9 de Noviembre de 1989) que  fue posible gracias a la triple  cruzada anticomunista  de San Juan Pablo II  de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, y gracias también a la perestroika de Gorbachov,  a la revolución de “terciopelo” checoslovaca, a las elecciones polacas de junio de 1.989 y a la apertura de la frontera húngara del verano de ese mismo año.
Esos grandes políticos y, a su manera, el Santo  Papa Juan Pablo II negaron  de raíz que esa doctrina tuviera nada de idealista, ni parte positiva alguna. No puede tenerla quien en 100 años de poder omnímodo no ha traído otra cosa que tiranía, empobrecimiento y muerte.
F.J. de C.
Madrid, 3 de diciembre de 2.018