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jueves, 29 de marzo de 2018

Procesión por las calles de Segura (Guipúzcoa) el Jueves y Viernes Santo.


En estos días de Semana Santa vienen a mi memoria aquellos felices aunque ya lejanos días de Jueves y Viernes Santos en los que, recorríamos pequeños pueblos vascongados asistiendo a  las procesiones y solemnidades propias de esas fechas; hoy, desgraciadamente alguno ya no está; a los los que permanecemos, nos queda, la recherche du temps perdu” como diría Marcel Proust.

  Segura es un pequeño municipio español de 1.455 habitantes situado en la provincia de Guipúzcoa,a 49 km de San Sebastián,  en la parte central de la comarca del Goyerri; muy próxima a Tolosa (antigua capital foral) y limita con los municipios de Mutiloa, Idiazábal (donde se hace el famoso queso), Cegama y Ceráin.
Segura, es una bella villa medieval que conserva algunas casas solariegas y palacios de la época. Ofrece la posibilidad de hacer visitas guiadas a las casas talleres del siglo XVI o a su curioso casco urbano con sus callejuelas, casas de trabajadores, palacios, murallas, la iglesia gótica con su importante retablo etc.
Segura mantiene desde hace siglos una nutrida y muy sugestiva Semana Santa en la que incluye sendas procesiones el Jueves y Viernes santos Hoy en día en Guipúzcoa, son muy pocos los pueblos que celebran procesiones en Semana Santa y entre estas, además de las de Segura, Fuenterrabía (hoy Hondarribia) y Pasajes tienen una significación especial y se celebran con notable fervor religioso y mantienen tal cual, la tradición y las costumbres ancestrales.
En las tareas de preparación suelen tomar unos 30 vecinos de Segura; los hombres suelen sacar los santos o las imágenes y los colocan en las andas, luego las mujeres los limpian y los adecentan. En estos trabajos también se ve la fuerza de la tradición, ya que cada uno tiene su propio santo, habiéndose incluso quien suele decir "mi santo", por encargarse todos los años del mismo. Durante el resto del año, la mayoría de los santos suelen estar guardados en el sitio conocido como la Soledad.
En esta procesión de Segura toman parte unos 300 vecinos (un cuarto de la población): 65 costaleros, 50 nazarenos, 13 soldados romanos, 24 penitentes, monaguillos...
La procesión tiene 10 pasos, representando cada uno de ellos un pasaje de la vida de Jesus: San Juan, la Oración del huerto, la Flagelación, Pilato, Simón de Cirene, la Cruz, la Piedad, la Virgen Maria (el jueves), el Sepulcro (el viernes) y la Dolorosa (el viernes).
Aparte de esto, hay pasos vivientes: los nazarenos, los penitentes, los soldados romanos y los ángeles con San Miguel.
Por último, para ambientar la procesión: los txistularis, el coro y la banda de música.
Cierran la procesión los representantes de la Iglesia y del Ayuntamiento.
Seguidamente se reproducen sendos videos de las procesiones de Segura, Fuenterrabía (hoy Hondarribia) y Pasajes (hoy Pasaia).

Procesión en Segura:
Procesión Fuenterrabía (Hondarribia) y Pasajes (Pasaia):

F.J. de C.

Madrid, 29 de marzo, 2.018, Jueves Santo.

viernes, 25 de marzo de 2016

Viernes Santo: poema de Gabriel y Galán “La Pedrada”



José María Gabriel y Galán nació el 28 de junio de 1870 en Frades de la Sierra, pequeño pueblo de la provincia de Salamanca (España). Sus padres se dedicaban al cultivo de la tierra y la ganadería en terrenos de su propiedad.Su infancia la pasa en su pueblo natal; a los 15 años se traslada a la capital, Salamanca, donde prosigue sus estudios.Durante esa etapa comienza a escribir sus primeros versos muy elogiados por sus amigos que le estimulan a continuar escribiendo poesías.
En 1888 obtiene el título de maestro de escuela y es destinado al pueblo de Guijuelo, distante 20 Km. de su pueblo natal.
Tras una corta estancia en la escuela de este pueblo, se traslada a Madrid para estudiar en la Escuela Normal Central.
En la capital de España reside por poco tiempo,pasando después, un nuevo destino de maestro de escuela en Piedrahita, (Ávila). De convicciones profundamente religiosas recibidas de su madre, doña Bernarda, son sus primeras poesías el fiel reflejo de sus creencias.
En su poema titulado “La Pedrada”, muy apropiado en estos días de Semana Santa, narra el poeta con gran vigor literario y emoción religiosa, una procesión en la que un niño, impresionado por ver al Nazareno azotado y humillado lanza una pedrada contra la imagen del “sayón” que así trata al Señor en su Pasión.
Seguidamente, en versión de video YouTube
y escrita:
LA PEDRADA

I
Cuando pasa el Nazareno
de la túnica morada,
con la frente ensangrentada,
la mirada del Dios bueno
y la soga al cuello echada,

el pecado me tortura,
las entrañas se me anegan
en torrentes de amargura,
y las lágrimas me ciegan,
y me hiere la ternura...

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Yo he nacido en esos llanos
de la estepa castellana,
donde había unos cristianos
que vivían como hermanos
en república cristiana.

Me enseñaron a rezar,
enseñáronme a sentir
y me enseñaron a amar;
y como amar es sufrir,
también aprendía a llorar.

Cuando esta fecha caía
sobre los pobres lugares,
la vida se entristecía,
cerrábanse los hogares
y el pobre templo se abría.

Y detrás del Nazareno
de la frente coronada,
por aquel de espigas lleno
campo dulce, campo ameno
de la aldea sosegada,

los clamores escuchando
de dolientes Misereres,
iban los hombres rezando,
sollozando las mujeres
y los niños observando...

¡Oh, qué dulce, qué sereno
caminaba el Nazareno
por el campo solitario,
de verdura menos lleno
que de abrojos el Calvario!

¡Cuán süave, cuán paciente
caminaba y cuán doliente
con la cruz al hombro echada,
el dolor sobre la frente
y el amor en la mirada!

Y los hombres, abstraídos,
en hileras extendidos,
iban todos emcapados,
con hachones encendidos
y semblantes apagados.

Y enlutadas, apiñadas,
doloridas, angustiadas,
enjugando en las mantillas
las pupilas empañadas
y las húmedas mejillas,

viejecitas y doncellas,
de la imagen por las huellas
santo llanto iban vertiendo...
¡Como aquellas, como aquellas
que a Jesús iban siguiendo!

Y los niños, admirados,
silenciosos, apenados,
presintiendo vagamente
dramas hondos no alcanzados
por el vuelo de la mente,

caminábamos sombríos
junto al dulce Nazareno,
maldiciendo a los Judíos,
«que eran Judas y unos tíos
que mataron al Dios bueno».


II

¡Cuántas veces he llorado
recordando la grandeza
de aquel echo inusitado
que una sublime nobleza
inspiróle a un pecho honrado!

La procesión se movía
con honda calma doliente,
¡Qué triste el sol se ponía!
¡Cómo lloraba la gente!
¡Cómo Jesús se afligía...!

¡Qué voces tan plañideras
el Miserere cantaban!
¡Qué luces, que no alumbraban,
tras las verdes vidrïeras
de los faroles brillaban!

Y aquél sayón inhumano
que al dulce Jesús seguía
con el látigo en la mano,
¡qué feroz cara tenía!
¡qué corazón tan villano!

¡La escena a un tigre ablandara!
Iba a caer el Cordero,
y aquel negro monstruo fiero
iba a cruzarle la cara
con un látigo de acero...

Mas un travieso aldeano,
una precoz criatura
de corazón noble y sano
y alma tan grande y tan pura
como el cielo castellano,

rapazuelo generoso
que al mirarla, silencioso,
sintió la trágica escena,
que le dejó el alma llena
de hondo rencor doloroso,

se sublimó de repente,
se separó de la gente,
cogió un guijarro redondo,
miróle al sayón la frente
con ojos de odio muy hondo,

paróse ante la escultura,
apretó la dentadura,
aseguróse en los pies,
midió con tino la altura,
tendió el brazo de través,

zumbó el proyectil terrible,
sonó un golpe indefinible,
y del infame sayón
cayó botando la horrible
cabezota de cartón.

Los fieles, alborotados
por el terrible suceso,
cercaron al niño airados,
preguntándole admirados:
-¿Por qué, por qué has hecho eso?...

Y él contestaba, agresivo,
con voz de aquellas que llegan
de un alma justa a lo vivo:
-«¡Porque sí; porque le pegan
sin hacer ningún motivo!»


III

Hoy, que con los hombres voy,
viendo a Jesús padecer,
interrogándome estoy:
¿Somos los hombres de hoy
aquellos niños de ayer?

F.J. de C.

Madrid, 25 de marzo de 2.016

viernes, 3 de abril de 2015

VIERNES SANTO.



El Cristo de la Cruz, Salvador Dalí, 1.951, posiblemente su cuadro más famoso y difundido.


En este día en que los cristianos  celebramos la Pasión y muerte de Jesucristo me parece oportuno recordar en este blog el poema titulado “La Pedrada” escrito por  el gran poeta español,  José María Gabriel y Galán.

José María Gabriel y Galán nació el 28 de junio de 1870 en Frades de la Sierra, pequeño pueblo de la provincia de Salamanca (España), y muere en Guijo de Granadilla provincia de Cáceres  el 6 de enero 1905.
Sus padres se dedicaban al cultivo de la tierra y la ganadería en terrenos de su propiedad. Su infancia la pasa en su pueblo natal; a los 15 años se traslada a la capital, Salamanca, donde prosigue sus estudios.Durante esa etapa comienza a escribir sus primeros versos muy elogiados por sus amigos que le estimulan a continuar escribiendo poesías.Su extensa y valiosa obra es de una excelente y sublime sencillez, con la utilización de palabras y frases de alta sonoridad y cuidada rima; muchas de sus poesías las escribe  en la lengua vernácula extemeña,”el castúo”.
Su obra poética se aparta del modernismo, siendo conservadora en estructura y temática: defiende la tradición, la familia, la religión y la fe cristiana o la descansada vida campestre; reúne, pues, todas esas características que hoy día le hacen ser, no ya criticado, sino silenciado en todos los ambientes donde la progresía campa por sus respetos e impone su ley de silencio; indudablemente, Gabriel y Galán no es de ellos y por tanto se le excluye de cualquier cita; en el momento de su muerte, era seguramente el poeta más leído de España.
Sus Obras Completas, en 2 tomos están en formato digital y se encuentran en dominio público:
Seguidamente, el texto y su  versión audiovisual en YouTube:



La Pedrada:

I
Cuando pasa el Nazareno /de la túnica morada,con la frente ensangrentada,/ la mirada del Dios buenoy la soga al cuello echada,/ el pecado me tortura,las entrañas se me anegan /en torrentes de amargura,y las lágrimas me ciegan,/ y me hiere la ternura...
Yo he nacido en esos llanos / de la estepa castellana,donde había unos cristianos/ que vivían como hermanosen república cristiana.
Me enseñaron a rezar,/ enseñáronme a sentiry me enseñaron a amar;/ y como amar es sufrir,también aprendí a llorar.
Cuando esta fecha caía / sobre los pobres lugares,la vida se entristecía, / cerrábanse los hogaresy el pobre templo se abría.
Y detrás del Nazareno/ de la frente coronada,por aquel de espigas lleno / campo dulce, campo amenode la aldea sosegada,
los clamores escuchando / de dolientes Misereres, iban los hombres rezando, / sollozando las mujeresy los niños observando...
¡Oh, qué dulce, qué sereno / caminaba el Nazarenopor el campo solitario, / de verdura menos llenoque de abrojos el Calvario!
¡Cuán süave, cuán paciente / caminaba y cuán dolientecon la cruz al hombro echada,/ el dolor sobre la frentey el amor en la mirada!
Y los hombres, abstraídos, / en hileras extendidos,iban todos encapados, / con hachones encendidosy semblantes apagados.
Y enlutadas, apiñadas, / doloridas, angustiadas,enjugando en las mantillas / las pupilas empañadasy las húmedas mejillas,
viejecitas y doncellas, / de la imagen por las huellassanto llanto iban vertiendo...¡Como aquellas, como aquellas / que a Jesús iban siguiendo!
Y los niños, admirados, / silenciosos, apenados,presintiendo vagamente / dramas hondos no alcanzadospor el vuelo de la mente,
caminábamos sombríos / junto al dulce Nazareno,maldiciendo a los Judíos, / «que eran Judas y unos tíosque mataron al Dios bueno».

II
¡Cuántas veces he llorado / recordando la grandezade aquel hecho inusitado / que una sublime noblezainspiróle a un pecho honrado!
La procesión se movía / con honda calma doliente,¡Qué triste el sol se ponía! / ¡Cómo lloraba la gente!¡Cómo Jesús se afligía...!
¡Qué voces tan plañideras / el Miserere cantaban! ¡Qué luces, que no alumbraban, / tras las verdes vidrïerasde los faroles brillaban!
Y aquél sayón inhumano / que al dulce Jesús seguíacon el látigo en la mano, / ¡qué feroz cara tenía!¡qué corazón tan villano!
¡La escena a un tigre ablandara!Iba a caer el Cordero, / y aquel negro monstruo fieroiba a cruzarle la cara / con un látigo de acero...
Mas un travieso aldeano, / una precoz criaturade corazón noble y sano / y alma tan grande y tan puracomo el cielo castellano,
rapazuelo generoso / que al mirarla, silencioso,sintió la trágica escena, / que le dejó el alma llenade hondo rencor doloroso,
se sublimó de repente, / se separó de la gente,cogió un guijarro redondo, / miróle al sayón la frentecon ojos de odio muy hondo,
paróse ante la escultura, / apretó la dentadura,asegurose en los pies, / midió con tino la altura,tendió el brazo de través,
zumbó el proyectil terrible,/ sonó un golpe indefinible,y del infame sayón / cayó botando la horriblecabezota de cartón.
Los fieles, alborotados / por el terrible suceso,cercaron al niño airados, / preguntándole admirados:-¿Por qué, por qué has hecho eso?...
Y él contestaba, agresivo, / con voz de aquellas que llegan de un alma justa a lo vivo:-«¡Porque sí; porque le pegan / sin tener ningún motivo!»

III
Hoy, que con los hombres voy, / viendo a Jesús padecer,interrogándome estoy:¿Somos los hombres de hoy / aquellos niños de ayer?


F.J.de C.
Madrid,  3 de abril, de 2. 015