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lunes, 4 de junio de 2012

Historia de ESPAÑA: Navarra, mas allá de nacionalismos separatistas.


El partido nacionalista vasco y algunos de sus miembros son conocidos por su admiración y seguimiento de las ideas totalitarias, anexionistas y racistas de Adolf Hitler, moderadas, eso si, por sus convicciones del mas rancio y vetusto clericalismo, representado por eso que se llama  “carcundia” .
La anexión de Navarra (a imagen y semejanza del tristemente célebre “Anschluss” o anexión por los nazis de Austria en 1938 y de Checoslovaquia y Polonia después)  para formar junto con las tres provincias del sur de Francia ese ente que denominan Euskal-Herria es una reivindicación permanente del nacionalismo asimilada por los terroristas de Eta desde su misma fundación hace mas de cincuenta años.
En las escuelas vascas (ikastolas) se enseña a los niños desde su mas tierna infancia una versión manipulada, Y POR TANTO FALSA,  de la historia de España en la que las raices históricas de la españolidad de Navarra, no solamente se ocultan sino que se tergiversan, para apoyar las teorías del nuevo Anschluss que propugnan los llamados “aberchales”.
El artículo que seguidamente reproduzco íntegramente del diario La Gaceta refleja  una visión seria y documentada de la verdadera historia de España, mas alla de las ensoñaciones y falsificaciones nacionalistas:

F.J.

Navarra, 500 años en España


Navarra se unió en 1512 al proceso histórico de la formación de España, tras la invasión de Fernando el Católico para evitar que cayera en la órbita de Francia.
La incorporación de Navarra a España tiene un guión, como toda cadena de sucesos históricos, aunque quizá sea más apasionante en sí mismo el recorrido posterior a esa unión, fruto del cual el pequeño reino pirenaico mantuvo la singularidad de su régimen de gobierno. Tras la conquista, Navarra dijo adiós a sus reyes pero no perdió su condición de Reino. Fernando el Católico prometió, de hecho, respetar las instituciones y leyes navarras anteriores a la integración. En este proceso se nutren los derechos históricos de Navarra y se encuentran las respuestas a la peculiaridad de su régimen foral, mantenido, con distintas modificaciones, hasta hoy. Para comprender esta historia, no obstante, es necesario analizar el escenario previo a 1512, lo que arroja muchas luces sobre la descomposición y el desgaste de ese territorio y la pérdida de operatividad de sus monarcas.
Navarra pasa en apenas 100 años del esplendor que había gozado durante el reinado de Carlos III el Noble, a principios del siglo XV, a la decadencia. El conflicto sucesorio que se abre con su muerte, en 1425, avivará el enfrentamiento entre dos fracciones de su nobleza y conducirá finalmente a una guerra civil demoledora durante una década (1451-1461). La herida de ese conflicto es de tal calibre –en todos los órdenes: social, económico, militar– que el reino se convierte en una presa fácil para las dos potencias vecinas. Fernando el Católico decide finalmente ocuparla en julio de 1512 para evitar una intervención similar francesa que cambiara las reglas de juego en la zona. La invasión, que había sido barajada en diversas ocasiones para garantizar la neutralidad de Navarra en un conflicto internacional más amplio –el que enfrentaba en Italia a las coronas de Francia y Castilla–, se precipitó tras la firma de un acuerdo de acercamiento de los últimos monarcas navarros al rey francés Luis XII. No hay que olvidar que la situación geográfica de Navarra la convertía en un enclave estratégico decisivo para sus vecinos. Esa es la razón última que marcará el paso del rey castellano y traerá consigo la pérdida de la singularidad dinástica de Navarra. Pero vayamos por partes para entender mejor el desenlace.
Problema dinástico y guerra civilCarlos III el Noble dejará tras de sí un excelente balance de reinado, pero fallece, en 1425, sin un heredero varón. La prosperidad económica y cultural que alcanza Navarra será inversamente proporcional a la incertidumbre que genera su muerte. A este rey, que da nombre a una de las arterias principales de Pamplona, corresponden, por ejemplo, las mejores muestras del gótico navarro de inspiración flamenca y francesa, como el palacio real de Olite o su propio sepulcro en la catedral de la capital. Con Carlos III se consolidan también la arquitectura institucional interna y las buenas relaciones con los reinos peninsulares y europeos.
Este escenario próspero se complica, sin embargo, con su fallecimiento. Al morir sin heredero, ocupa el trono su hija Blanca de Navarra. Pero Blanca no se casa con cualquiera, sino con Juan II,heredero también de la Corona de Aragón y cabeza de una liga nobiliaria en el seno del Reino de Castilla. El matrimonio refleja, por tanto, un cruce inevitable de intereses entre los reinos peninsulares y Francia. Mientras Juan II maniobrará todo lo que pueda en beneficio propio (el Reino de Aragón y la inminente unión con Castilla), Blanca se limitará a reinar Navarra, atenazada a su vez por la presión de Francia y la presencia castellana en una de las facciones de su nobleza.
La cuestión sucesoria se complica con la muerte de Blanca, en 1441, durante una peregrinación en Santa María de Nieva (Segovia) –donde todavía reposan sus restos– y la lógica aspiración al trono del legítimo heredero, su hijo Carlos, Príncipe de Viana.
No había duda de que Blanca había llegado al trono por derecho propio, pero no ocurría lo mismo con el rey consorte, Juan II, que ostentaba el título por su matrimonio. Era razonable pensar, en consecuencia, que muerta la reina ascendiera al trono su hijo. Pero no fue así. Juan II, como futuro rey de Aragón (desde 1458), tenía demasiados intereses para abandonar el reino navarro sin más ni más. Además, Blanca había pedido a su hijo Carlos en el testamento que, en atención al honor y dignidad de su padre, no tomase el título de rey sin su permiso. El Príncipe de Viana respetó a regañadientes la voluntad de su madre y aceptó más a regañadientes todavía el nombramiento de gobernador del Reino, que le dejaba en un papel importante, pero secundario. Para la historia queda claro que se había lesionado el derecho al trono de Carlos, lo que avivó no pocos recelos e intrigas en la Corte.
La gota que colmó el vaso en las malas relaciones entre padre e hijo fue el segundo matrimonio deJuan II, en 1447, sin la preceptiva autorización del Reino, con Juana Enríquez, hija del almirante de Castilla. El polémico enlace, con el que el monarca pretendía fortalecer los contactos de Aragón y Castilla, no sentó bien a un sector de la nobleza, que cuestionaba aún más su ya discutible asiento en el trono navarro, y fue el detonante de la sangrienta guerra civil entre dos bandos: los beaumonteses, alineados con el Príncipe de Viana, que pactó el apoyo de Castilla hasta “la total expulsión de su padre del Reino de Navarra”, y los agramonteses, partidarios de Juan II. Paradójicamente, del matrimonio de Juan II y Juana Enríquez nacerá Fernando el Católico (futuro rey de Aragón y de Castilla) y, por tanto, hermanastro de Carlos, Príncipe de Viana.
Juan II desheredó después al príncipe Carlos y entregó la primogenitura familiar –y con ella la sucesión al trono navarro– a la tercera de sus hijas, Leonor, casada con el conde francés Gastón IV de Foix, un peligroso precedente que comprometía hacia el otro lado de la frontera la línea dinástica de Navarra. Carlos optó por un exilio voluntario en Nápoles.
Decadencia y ocupación
La guerra civil se prolongó unos años entre dos bandos divididos sobre el futuro de un reino cada vez más aislado. Mientras los beaumonteses, que apoyarán años más tarde a Fernando el Católico para ocupar Navarra, defendían la vinculación a Castilla, los agramonteses preferían el juego de alianzas con Francia. La guerra acabó en 1461, el mismo año de la muerte, en Barcelona, del Príncipe de Viana, pero no despejará las tensiones posteriores. El balance de la contienda fue nefasto: la ruina de la economía y la hacienda pública, el caos político y social y unos monarcas cada vez más débiles abocados a buscar apoyos en el exterior.
Ese empobrecido legado es el que recibe Leonor de Foix cuando asciende al trono, en 1479, tras la muerte de su padre, Juan II. Su reinado fue muy breve: 16 días. La coronación se celebró el 28 de enero y murió el 12 de febrero. Irónicamente, en esta reina quedaron reconocidos todos los títulos navarros, aragoneses, castellanos y franceses que hubieran correspondido a su hermano, el malogrado Príncipe de Viana. El panorama tras su fallecimiento es realmente complicado. Al desgaste social se une la perspectiva de un heredero plenamente francés, algo que inquieta a un sector de la nobleza navarra y al propio Fernando el Católico, que ya rodeaba todas las fronteras peninsulares de Navarra.
Los malos augurios se cumplen tras la llegada al trono de la casa francesa de Foix-Albret, con más territorios a custodiar en el país vecino –a través de señoríos y condados– que en el reino peninsular. El acercamiento a la órbita de influencia francesa se consuma con los dos últimos reyes de Navarra,Catalina de Foix y Juan III de Albret (o Labrit), y se saldará, en última instancia, con la invasión castellana. El detonante concreto fue el Tratado de Blois, con el que los monarcas navarros se aseguraban el apoyo de Francia en caso de una agresión castellana. El acuerdo fue considerado hostil por Fernando el Católico, ya que rompía la neutralidad de Navarra en la guerra que mantenían Castilla y Francia por el control de Italia. Y a su vez, el rey castellano necesitaba el paso fronterizo de Navarra para atacar Francia por Bayona.
Fernando el Católico dio la orden de tomar Navarra al día siguiente de la firma del Tratado de Blois. El pequeño reino, totalmente indefenso, no ofreció apenas resistencia. El monarca castellano contaba con un ejército que no tenían los Foix-Albret y el apoyo asegurado de la nobleza agrupada en el sector beaumontés. Pamplona se rindió pacíficamente a las tropas del Duque de Alba y sólo hubo algunos conatos rebeldes, especialmente en Estella y Tudela. En tres meses –de julio a septiembre de 1512– todo el reino estaba controlado y pasaba a formar parte de Castilla. Los últimos reyes de Navarra, una vez derrotados, buscarán refugio en la localidad francesa de Orthez y mantendrán la dinastía que dará lugar a la Casa de Borbón, que reinará en Francia hasta la revolución de 1789 y en España a partir de 1700.
Tras la conquista, el Duque de Alba prometió respetar la personalidad de Navarra como Reino, sus instituciones, sus leyes y la autonomía interna previa a la unión. Igualmente, se comprometió a no confiscar los bienes del bando rebelde, el agramontés. Muchos de estos nobles aceptaron a Fernando como rey y otros huyeron con la intención de organizarse para reconquistar el territorio. Quedaba claro, en suma, que la unión, conseguida por las armas, no implicaba la desaparición del reino. Pero también es cierto que Navarra perdía su independencia de la que había gozado desde el siglo IX.
Los historiadores han interpretado la generosidad de ese gesto en las dudas sobre la legitimidad de la conquista. Incluso los sucesores de Fernando el Católico, Carlos I y Felipe II (Carlos IV y Felipe IV de Navarra) dieron pie a esa sospecha en sus testamentos. Pero se antepuso el pragmatismo de la seguridad de las fronteras con Francia, algo que la población navarra, perdida la independencia, fue asimilando sin dramatismo a lo largo del siglo XVI. No obstante, la negociación diplomática sobre los títulos reales se prolongó algunos siglos. Es preciso recordar a este respecto que el título de rey de Navarra lo ostentaron desde entonces los reyes españoles y los franceses.
Últimos focos de resistencia
Tras 1512, la unión de Navarra a Castilla no fue irreversible hasta 10 años después. De hecho, hubo al menos tres intentos para restaurar la monarquía de los Albret y recuperar la independencia. Tras la segunda tentativa (1516), el cardenal Cisneros, por orden del emperador Carlos I, mandó destruir todos los castillos y fortalezas de los agramonteses.
El intento más serio fue el tercero, en 1521, cuando una poderosa expedición francesa, respaldada por el bando nobiliario agramontés, reconquistó Navarra sin apenas resistencia, como había sucedido nueve años antes con el Duque de Alba. El problema, tanto en 1512 como en 1521, no era tanto conquistar como defender lo conquistado. El contraataque castellano, con el apoyo de los beaumonteses, reunió a 30.000 soldados. La batalla más sangrienta (5.000 muertos) fue en Noáin, un pueblecito muy próximo a Pamplona, que decidió la inmediata recuperación de la capital y de todo el reino. En la defensa de la capital fue herido Íñigo de Loyola (san Ignacio, después), que luchaba con las tropas castellanas.
Cuatro meses después, otra expedición francesa toma por sorpresa las fortalezas navarras de Chateau-Pignon y Maya (o Amayur), y la castellana de Fuenterrabía, que no se recuperaría hasta 1524 por Carlos I. El último foco de resistencia, en lo que a Navarra se refiere, tuvo lugar dos años antes, en 1522, en el castillo de Maya (o Amayur), situado en el valle de Baztán, en el que se refugiaron 200 caballeros leales al heredero de la Corona, Enrique II de Albret, que finalmente capitularon después de un corto pero intenso cerco. Entre esos hombres estaban Miguel y Juan de Jasso Azpilicueta, hermanos del que después sería san Francisco Javier.
Los navarros de la parte norpirenaica (Ultrapuertos) quedaron abandonados a su suerte unos años más tarde, en 1528, aunque no perdieron su condición de tales hasta finales de siglo. La última fortaleza a la que se renunció, en 1530, fue la de San Juan de Pied de Port, muy próxima a Roncesvalles. Desde ese territorio, los Albret siguieron titulándose “reyes de Navarra”. Ese es el motivo por el que la sociedad navarra vivió en una tensión militar constante hasta la entronización en España, en 1700, de Felipe V de Borbón, un rey francés que también era heredero de los derechos de los últimos reyes de Navarra. Al fin y al cabo, la monarquía francesa invocó siempre, como justificación para actuar en esta frontera, los derechos dinásticos al trono navarro de los Albret-Foix, en primer término, y después de los Borbón-Albret, reyes de Francia con Enrique IV desde 1589.

El sello del autogobierno
Después de la incorporación a Castilla y durante cuatro siglos, Navarra conservará su condición de Reino –será gobernada por un virrey que ejerce la autoridad del monarca– y mantendrá sus instituciones privativas, especialmente las Cortes, para legislar y aprobar la contribución económica a las empresas de la monarquía española (lo que hoy conocemos como Convenio Económico). Unos años más tarde, en 1576, se crea la Diputación del Reino como órgano permanente de gobierno y de representación de las Cortes. Esta institución ha sido, por tanto, la titular de la administración propia de Navarra durante los últimos cinco siglos, aunque en el XIX pasó a llamarse Diputación Provincial, después Diputación Foral de Navarra y finalmente, desde 1982, Gobierno de Navarra.
El autogobierno navarro dura ya, por tanto, 500 años, aunque no ha sido, en ocasiones, un camino fácil. La primera amenaza seria llega a mitad del siglo XVIII con la política centralizadora de los Borbones, que alimentará una tensión creciente entre las partes hasta bien entrado el siglo XIX. Tras la primera guerra carlista (1833-1839), la solución institucional y política para Navarra se concretó con la Ley Paccionada de 1841. De acuerdo con esa norma, el Viejo Reino se integra en España con rango de provincia –desaparecen la figura del virrey y las aduanas, por ejemplo–, pero manteniendo al mismo tiempo instituciones y leyes de su régimen foral. En otras palabras, Navarra se garantizó un régimen jurídico propio dentro de España que afecta sobre todo a su autonomía fiscal y competencias políticas y administrativas.
Hay un suceso reseñable en este sentido, que ocurrió a finales del siglo XIX (en 1893 y 1894), y que ha pasado a la historia con el nombre de Gamazada. Se resume, esencialmente, en la reacción popular contra Germán Gamazo, ministro de Hacienda del Gobierno liberal de Sagasta, que pretendió suprimir el régimen fiscal de Navarra establecido en la Ley Paccionada. La Diputación, arropada por 120.000 firmas, cuando Navarra contaba con 300.000 habitantes, presentó una protesta formal a la regente María Cristina. La iniciativa fue finalmente retirada y Gamazo dimitió. El incidente alimentó decisivamente la defensa popular de los fueros. Desde entonces, la mayoría de los pueblos y ciudades navarras tienen el nombre de “Fueros” en sus principales calles y plazas, y en Pamplona se empezó a construir, enfrente del Palacio de la Diputación, el Monumento a los Fueros.
La singularidad de Navarra, en fin, se ha mantenido tal cual durante los grandes periodos políticos que resumen los dos últimos siglos de España: la restauración, las dos repúblicas, el franquismo y, finalmente, la transición democrática. La última adaptación al marco constitucional fue la Ley de Amejoramiento del Fuero, sancionada por Juan Carlos I en 1982.
El nacionalismo vasco reinventa la historia
Lo ocurrido en 1512 con la incorporación de Navarra a Castilla es una realidad histórica con un balance incuestionable: cinco siglos de convivencia común en España. Tal vez a la luz de las circunstancias históricas de ese recorrido se entienda mejor la última adaptación al marco constitucional del autogobierno del Viejo Reino, condensado en su Ley de Amejoramiento del Régimen Foral, sancionada por Juan Carlos I el 10 de agosto de 1982. “Navarra se incorporó al proceso histórico de formación de la unidad nacional española –dice el preámbulo de esa ley–, manteniendo su condición de Reino, con la que vivió, junto con otros pueblos, la gran empresa de España. Avanzado el siglo XIX, Navarra perdió la condición de Reino, pero la Ley de 25 de octubre de 1839 confirmó sus Fueros, sin perjuicio de la unidad constitucional”. Algo más adelante, en su artículo 1 se concreta que “Navarra constituye una Comunidad Foral con régimen, autonomía e instituciones propias, indivisible, integrada en la nación española y solidaria con otros pueblos”.
A pesar de que la realidad es tozuda, desde distintos ámbitos del nacionalismo vasco se quiere dar ahora una interpretación radicalmente distinta y falaz de unos sucesos históricos que ocurrieron hace cinco siglos. El fin no es otro que crear un debate ficticio que juega tanto con la profunda ignorancia de muchos vascos sobre su propia historia como con la conveniencia política de manipular a los navarros a su antojo en su pertinaz ambición de crear un Estado vasco. Con distintas variantes, se ha repetido el mismo discurso desde finales del siglo XIX, amparándose para ello en un peculiar todo vale que contribuya a la ficción que inventó Sabino Arana.
¿En qué se traduce ahora?: en sembrar la duda sobre lo que realmente sucedió en 1512 y los años sucesivos, alimentando la falsa sospecha –en contra de la historiografía más rigurosa al respecto– de que Navarra fue una víctima más de Fernando el Católico o que el expansionismo castellano acabó con la añorada independencia del último reino cristiano peninsular. Sólo así se explica que se tergiverse la historia sin ningún rubor o que se magnifiquen hechos aislados de aquel periodo, como el cerco a Amayur –de donde toma el nombre la coalición independentista vasca–, donde se refugiaron 200 leales al heredero del último rey de Navarra, o que se conmemoren aniversarios vinculados a los intentos de restauración monárquica de los Albret, como la Batalla de Noáin, en la que murieron 5.000 personas entre castellanos, navarros y franceses.
La versión nacionalista vasca olvida lo más importante: que la incorporación de Navarra fue fruto de un pacto entre dos reinos y que la población -más lejos cultural, política y religiosamente de Francia que de Castilla- optó por España y asimiló la unión sin dramatismo alguno. Pero no, la imaginería nacionalista prefiere una vez más distorsionar los hechos y contribuir a una fábula que ofende al sentido común de cualquier navarro orgulloso de serlo.
El nacionalismo vasco no ha entendido nunca la diversidad de Navarra, sus contrastes, su realidad –con un protagonismo del catolicismo, clave para cualquier análisis–, su historia y, especialmente, sus Fueros, en los que se fundamenta su identidad como pueblo. Tampoco ha digerido jamás que esos Fueros –entendidos desde el siglo XII como una expresión de libertad política y personal– son, al mismo tiempo, los mismos que conservó tras la unión dinástica de 1512 y los mismos que fue adaptando en su proyecto común con España, especialmente tras la unión administrativa de 1839. Como siempre, las sociedades evolucionan al compás de los cambios. Paralelamente, desde el siglo XIX y a través de sus distintas formulaciones políticas, el nacionalismo vasco ha exigido siempre el mismo trato que Navarra, amparándose en unos derechos históricos que no son comparables a la arquitectura histórica e institucional del Viejo Reino.
En ese contexto, Navarra no aspira a tener mejores ni peores relaciones con ninguno de sus vecinos. Hay afinidades con el País Vasco, como las hay también con La Rioja, Aragón o la Aquitania francesa, con la que comparte un pasado común a través de la Baja Navarra. Lo que une y separa a Navarra de esas regiones no puede ser nunca un argumento para dividir o separar a los propios navarros, muy diferentes de por sí en la Montaña, la Zona Media o la Ribera.
De norte a sur, Navarra cambia de lengua –del euskera al castellano– y se transforma desde lo más superficial, como el clima, la vegetación y el paisaje –en apenas 120 kilómetros se pasa de una selva atlántica de hayas y robles al desierto de las Bardenas, próximo a la excepcional huerta tudelana–, a lo más profundo: los tipos humanos, con sus tradiciones y costumbres. A pesar de ello, la identidad colectiva de los navarros no sólo existe dentro de un espacio físico y emocional, sino que podría considerarse un caso ejemplar de cohesión. Esa conciencia navarra neutraliza las diferencias en un territorio complejo que se gestó hace algo más de mil años, que desde hace 800 tiene unos límites bastante similares a los actuales y que desde hace 500 está unido a España. Desde entonces, las cadenas de su escudo quedaron integradas en el escudo de España.
Sobre este punto, escudos y demás, no me resisto a contar –como colofón de estas líneas y a pesar de lo surrealista que puede parecer– que, durante la Transición, el Gobierno de Euskadi diseñó un escudo del País Vasco en el que se colocaban, a partes iguales, las cadenas de Navarra con los símbolos de Guipúzcoa, Vizcaya y Álava. Navarra protestó contra ese disparate institucional y pidió que retiraran las cadenas de ese escudo, algo que el País Vasco no acató hasta 1986, cuando no le quedó otra que plegarse, a regañadientes, a una sentencia del Tribunal Constitucional. Y, a pesar de los pesares, no lo hizo del todo: una cuarta parte del escudo vasco actual lo ocupa el color rojo de la bandera de Navarra. La provocación sigue ahora con la revisión de 1512.
Rafael Esparza
http://www.intereconomia.com/noticias-gaceta/politica/navarra-500-anos-espana-20120601?page=1


 

lunes, 21 de noviembre de 2011

ETA en el nuevo parlamento español: Un borrón en el éxito electoral del PP

En el presente artículo se analizan los resultados de las elecciones en las Provincias Vascongadas incluyendo también los del Reino de Navarra,y se reproduce el editorial del diario filo-etarra Gara ( boletin oficioso de los etarras y sus compañeros de viaje, Bildu, Amaiur etc.) por aquello de que del enemigo el consejo.

Resultados electorales del 20N2011 

Amaiur, ha obtenido siete diputados, seis en vascongadas y uno en Navarra en  lo cual les convierte en la  quinta fuerza en el Parlamento español, consiguiendo  grupo parlamentario propio; obtienen 2 diputados más que el PNV, que solo consigue 5 diputados;y 2 más tambien que PSOE Y PP que también consiguen 5 diputados.
He aquí las cifras absolutas de votos obtenidos, incluyendo Navarra, para seguir el razonamiento de ellos:
Amaiur = 334.000 votos(*)
PNV      = 323.000 votos (**)
GeroaBai = 42.000 votos (***)
Sub-total, nacionalista/filoetarra =  699.000 votos
Partido Popular    = 336.000 votos
Partido Socialista = 327.000 votos
Sub-total no nacionalista = 663.000 votos
Por primera vez el voto nacionalista, predominantemente filoetarra, supera el voto de los no nacionalistas.¡¡Como para no estar contentos los del Gara!!
Mientras tanto, el PP ha mantenido su número de escaños y votos de 2.008, el PSE ha perdido 6 escaños (obtuvo 11) y nada menos que 222.000 votos ( obtuvo 549.000 escaños )todo ello en 2.008.
Merece la pena una consideracion especial de Navarra, en donde la gran debacle, como en toda España, ha sido la del PSOE, que si en 2008 sacó 118.000 votos; en 2011 ha obtenido 73.000, es decir, ha perdido nada menos que 45.000 votos. La coalición UPN-PP ha obtenido 126.000 mientras que en 2008 sacó 133.000, es decir, una ligera pérdida  de  7.000 votos.
Hay que recordar que en 2008, la coalición denominada Nafarroa Bai (Aralar, Eusko Alkartasuna (EA), Batzarre, PNV e independientes) obtuvo el mismo escaño que ha obtenido Geroa Bai aunque con más votos: 62.000 votos. A lo mejor, esos 20.000 votos de más que obtuvo Na Bai en 2008 ahora se han ido a Amaiur que ha conseguido 49.000 votos.
En cualquier caso, el voto nacionalista suma en Navarra 92.000 votos; mientras que el voto no nacionalista ha obtenido en el Reino de Navarra,alrededor de 210.000 votos, lo que no deja de ser una enorme tranquilidad con vistas a los tiempos que se avecinan de intentos de anexión de este Reino por la Comunidad vasca. 
F.J.
Notas
(*)Casi 300.000 personas que antes no votaban y que ahora han podido pese a que este partido no ha condenado la violencia ni ha exigido a ETA su desaparición. Y eso es culpa, recordémoslo una vez más, del Tribunal Constitucional y de los votos, con nombres y apellidos de los magistrados Pascual Sala, Eugenio Gay, Elisa Pérez Vera, Luis Ignacio Ortega, Pablo Pérez Tremps y Adela Asúa.
(**)Ese viejo PNV está ya en la misma vía que en su día estuvo el partido carlista: en la extinción, en la desaparición, y  a punto de ser tragado por los etarras de Amaiur.
(***) GeroaBai, coalición de partidos nacionalistas: PNV, Atarrabia Taldea y la asociación Zabaltzen.

Editorial del diario GARA
http://www.gara.net/,

“”Las elecciones de ayer vuelven a mostrar que en Euskal Herria y en el Estado español se viven dinámicas políticas diferentes, incluso opuestas. Mientras en el Estado español toca alternancia en Euskal Herria (1) se está conformando una alternativa. Los condicionantes y las consecuencias de ambos escenarios van mucho más allá de una legislatura, tienen que ver con el fin de un ciclo, tienen una dimensión estructural. Afectan a las relaciones políticas y económicas en su sentido más profundo; tienen cierto carácter de refundación. Ante todo, afectan a la relación entre la ciudadanía y sus representantes políticos y, cómo no, también a la relación entre las naciones del Estado español. En Euskal Herria hay plena conciencia de ello. En el Estado español se intenta postergar lo inevitable, la necesidad de una transición democrática.
A nivel del Estado se han cumplido los pronósticos y Mariano Rajoy será el nuevo presidente del Gobierno español. Desde el franquismo nunca la derecha española había logrado unos resultados tan apabullantes. El PSOE tiene una profunda crisis que no puede achacar a elementos puramente exógenos.La prioridad de Rajoy será, en un principio, evitar el precipicio económico y, en concreto, evitar un rescate que supondría aceptar que España está de hecho intervenida. Eso implicaría asumir que, sea él jefe de gobierno o deje de serlo, no es quien manda.
La reacción del líder del Partido Popular al nombramiento de un Gobierno tecnócrata en Italia la semana pasada expresa un nerviosismo preventivo ante ese escenario. Rajoy reivindicaba entonces democracia y soberanía, y aunque está claro que se refería exclusivamente a su legitimidad para gobernar en caso de ganar las elecciones, en lo que se refiere a Euskal Herria acertó en las claves del momento político. A él le toca gestionar el nuevo tiempo que se ha abierto definitivamente tras la decisión por parte de ETA de cesar en su actividad armada. Tiene apoyo suficiente para hacerlo de manera inteligente, lo que en ningún caso quiere decir que sus intereses comulguen con los de la ciudadanía vasca, evidentemente. Pero, si de actuar inteligentemente se trata, no cabe duda de que el Gobierno español debería solucionar aquellas cuestiones cuya resolución está en sus manos, dado que tiene problemas de sobra y muchos de ellos no dependen exclusivamente de lo que hagan o dejen de hacer.
La resolución del conflicto vasco requiere de multilateralidad y, con la sociedad vasca y la comunidad internacional activadas y en dinámica permanente, son Madrid y París quienes tienen que dar urgentemente pasos positivos, tal y como les pedía la Declaración de Aiete (2).
7 diputados, quinta fuerza en Madrid
En Euskal Herria también se han cumplido los pronósticos, por mucho que algunos partidos y medios se hayan empeñado durante la campaña en ocultarlos. Amaiur, la coalición que representa lo que Arnaldo Otegi denominó «pueblo abertzale de izquierda», ha logrado unos resultados espectaculares. Ha quedado a tan sólo 2.000 votos de ser la primera fuerza en Hego Euskal Herria, únicamente por detras de la unión de fuerzas reaccionarias representada por PP y UPN(*). Las fuerzas de Amaiur están cada vez más compensadas por territorios, su propuesta cada vez logra más adhesiones y éstas provienen de sectores cada vez más amplios. En Euskal Herria ya disputa la hegemonía dentro del campo abertzale y en términos sociales su proyecto aspira a la centralidad política. Acudía a estas elecciones sabiendo que, históricamente, no son los comicios más favorables para las fuerzas abertzales y, sin embargo, ha logrado capitalizar la ilusión por el cambio de ciclo. Está claro que la ciudadanía también ha premiado el esfuerzo por sumar fuerzas que han realizado los partidos que conforman la coalición.
Ahora Amaiur tiene grupo parlamentario propio en Madrid, es la quinta fuerza del Estado en número de representantes y constituye un interlocutor ineludible para las políticas que afecten a los ciudadanos vascos. Pero, sobre todo, esos diputados representan la voluntad de una parte importante de la sociedad vasca de abrir definitivamente un nuevo ciclo político, de cambiar de raíz la relación de subyugación con la que, en general, el Estado español ha tratado históricamente al resto de naciones y, en concreto, a Euskal Herria. Es de suponer que en esa labor contará con la colaboración de los cinco representantes de PNV y la diputada de Geroa Bai. El resultado global de las fuerzas abertzales es otro de los datos destacados de la jornada.
Históricamente, las elecciones a Madrid no han sido consideradas cruciales por la ciudadanía vasca, pero no cabe duda de que en esta ocasión han servido para clarificar el panorama político vasco. Existen cuatro grandes familias o grupos políticos, cuyos proyectos e intereses tienen que ser contemplados y defendidos en cualquier acuerdo político inclusivo. En ese escenario, todos los proyectos políticos legítimos deben poder realizarse, siempre en base al apoyo social que tienen. Democracia y soberanía, esas son las claves del nuevo tiempo, tanto en lo político como en lo económico.

(1)Nótese cómo éstos ya consideran Navarra como cosa propia anexionada en lo que llaman Euskal Herria
(2) Se refiere a la reciente “conferencia internacional de paz” celebrada en Ayete, San Sebastián

domingo, 13 de noviembre de 2011

La tregua trampa:Eta exige anexionarse Navarra a cambio de final de la violencia .

Un poco de historia reciente

Las juventudes sabinianas de Jarrai.Observese cómo recuerda el "lau-buru" vasco a la Cruz Gamada de los nazis. 

Existe  una clara analogía entre las ambiciones anexionistas del nazismo hitleriano que desmbocaron en la 2ª Guerra Mundial y las pretensiones anexionistas de Navarra y provincias vascofrancesas de los aberchales pro-etarras de Bildu reivindicadas hoy por éstos, pero desde Sabino Arana ya en el XIX, exigidas por los “naZionalistas” vascos.
Seguidamente se señalan brevemente algunas sorprendentes coincidencias ideólogicas entre el pensamiento de Sabino Arana, ( 1865-1903) fundador del Partido Nacionalista Vasco y Adolf Hiter (1889-1945).
Así, en efecto, en los escritos de Arana, se ensalza lo BIZKAINO hasta el extremo de considerar que se trata de una raza superior lo mismo que Hitler consideraba a la raza ARIA.
Así mismo, el MAKETO, es decir el no-bizkaino, es un ser tan despreciable para Arana como  lo era el JUDIO, para Hitler.
Sabino Arana, al igual que Hitler tenía una obsesión anexionista y fue el  creador del concepto EUSKERIA, territorio ideal creado por la anexión a  las TRES provincias vasco españolas, el Reino de NAVARRA, más las TRES PROVINCIAS vasco francesas: Lipurdi,Zuberoa, y Banabar.
Por su parte el Anschluss (palabra alemana que, en un contexto político, significa 'unión', 'reunión' o 'anexión') supuso la incorporación de Austria a la Alemania nazi en 1938 como una provincia del III Reich, pasando de Österreich a Ostmark (Marca del Este).

Los eventos del 12 de marzo de 1938 fueron los primeros grandes pasos en la expansión de Alemania largamente deseada por Adolf Hitler.
La Invasión de Polonia en 1939 fue una acción militar de la Alemania Nazi encaminada a anexionarse el territorio polaco. La invasión, conocida técnicamente como «Operación Fall Weiss», se inició el 1 de septiembrede 1939 y las últimas unidades del ejército polaco se rindieron el 6 de octubre de ese mismo año. Fue el detonante de la Segunda Guerra Mundial en Europa y acabó con la II República Polaca.
La invasión de Polonia fue la primera de las agresiones bélicas que la Alemania de Hitler emprendería. En los párrafos que siguen se destaca cómo Eta y el nacionalismo vasco radical no han renunciado a sus obsesiones anexionistas.

Las reivindicaciones de Eta y del nacionalismo vasco radical

A pesar de que Eta anunciara el abandono definitivo de su actividad armada, en lo que muchos consideramos una “tregua trampa” recientemente  ha anunciado en su “BOLETÍN OFICIAL”,  el diario Gara,  que mantiene íntegras todas sus posiciones políticas: Quiere la autodeterminación, quiere la independencia del País Vasco y además amenaza veladamente: si el futuro Gobierno optara por bloquear el proceso de negociación entre Eta y los Estados español y francés, la banda deja bien claro que podría volver a la violencia y las armas. Exigen negociar  con los estados español y frances la territorialidad de las provincias vasco francesas y del Reino de Navarra lo que ellos llaman Eskal Herria; además del acercamiento de todos  los presos y posterior indulto  general a los mismos. En definitiva, el propósito etarra de adueñarse del poder político en el País Vasco y anexionarse Navarra y las provincias vasco francesas en la mejor tradición de la Anschluss hitleriana.

Disposicion transitoria cuarta de la Constitucion española de 1.978

Lamentablemente, no les falta a los etarras y demás chusma "nazionalista” cierta base legal en la que apoyar sus pretensiones en lo que al Estado español se refiere, porque en cuanto al Estado francés no existe la mas minima posibilidad de ni siquiera plantear esas absurdas pretensiones.
En efecto, la Constitucion española de 1.978, en su afán de sumar adhesiones y asumiendo, equivocadamentamente, que la voracidad de los “nazionalistas” podría quizá saciarse,  intrujo una nefasta disposicion transitoria cuarta que de forma sibilina deja abierta alguna puerta a la anexión  de Navarra, pues textualmente dice lo siguiente:
1. En el caso de Navarra, y a efectos de su incorporación al Consejo General Vasco o al régimen autonómico vasco que le sustituya, en lugar de lo que establece el Art. 143 de la Constitución, la iniciativa corresponde al Órgano Foral competente, el cual adoptará su decisión por mayoría de los miembros que lo componen. Para la validez de dicha iniciativa será preciso, además, que la decisión del Órgano Foral competente sea ratificada por referéndum expresamente convocado al efecto, y aprobado por mayoría de los votos válidos emitidos.
2. Si la iniciativa no prosperase, solamente se podrá reproducir la misma en distinto período del mandato del Órgano Foral competente, y en todo caso, cuando haya transcurrido el plazo mínimo que establece el Art. 143

El compromiso electoral de Rajoy

El candidato del PP a la Presidencia del Gobierno, Mariano Rajoy, se ha comprometido hoy, si se abre un proceso de reforma constitucional, a eliminar la disposición transitoria cuarta para evitar la posible anexión de Navarra y el País Vasco a partir de una consulta popular.
Así lo ha manifestado durante su intervención en un acto electoral con la Union del Pueblo Navarro,  UPN, partido con el que va en coalición en esta comunidad, y después de que así se lo hubiera pedido la presidenta foral, Yolanda Barcina. Ella había recalcado la idoneidad de acabar con esta disposición transitoria de la ley suprema, debido precisamente a su carácter transitorio y porque en Navarra no caben esas posibilidades de anexión.
Rajoy, en la última parte de su intervención, ha hablado de algunas de esas propuestas de Barcina, y así, se ha comprometido a "pensar sobre Navarra" lo que ha pensado siempre y lo que ha defendido siempre, y esto es "que Navarra siga siendo Navarra y España".
Y tras remarcar su defensa de la foralidad de la comunidad es cuando ha lanzado su compromiso "con la disposición transitoria cuarta" y a llevar a cabo "lo que Yolanda -Barcina- ha dicho aquí".
Ese precepto constitucional señala que a efectos de una posible incorporación de Navarra al Consejo General Vasco o al régimen que lo sustituya, la iniciativa correrá a cargo del órgano foral competente, y por mayoría de sus miembros. Para que una iniciativa así salga adelante, es precisa la ratificación por referéndum y el visto bueno de la mayoría de los votos emitidos.
Aparte de ello, el líder del PP se ha comprometido con las víctimas del terrorismo y "con la vida, la libertad y los derechos humanos", pues ninguno de ellos "lo pueden quitar ni un Estado ni un gobernante ni una organización terrorista".
El de hoy ha sido el primer acto público de Rajoy desde que se fraguara la coalición con UPN en Navarra. Dicho pacto sirvió para que ambos partidos restablecieron unas relaciones que nunca debieron quedar  rotas a finales de 2008 y que han sido felizmente recompuestas .

Consideraciones finales

Desde un punto de vista estrictamente político esta propuesta electoral de Rajoy es sin duda la mejor de todas y la que resulta verdaderamente imprescindible ante la posibilidad bastante cierta de que los pro-etarras de Bildu/Amaiur y compañía tengan representación en el nuevo Congreso que salga de las urnas el 20N; la suma de todas las fuerzas antiespañolas y nacionalistas de los distintos partidos representados en el Parlamento serán incapaces de frenar esta patriotica propuesta si como es seguro, Rajoy no necesita estos partidos para gobernar pues obtentendrá amplia y cómoda mayoria absoluta.
La medida anunciada deberá ser complementada con una reforma a fondo del Tribunal Constitucional y renovación/eliminación de alguno de sus miembros pues en el caso de que continuasen Pascual Sala de presidente y los otros cinco culpables de la legalización de Bildu, con toda seguridad volverían  a echar abajo la reforma prevista de la Constitución.
F.J.