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viernes, 27 de diciembre de 2013

El papa FRANCISCO, persona del año 2.013.




El importante diario El Mundo,en ESPAÑA;  en Estados Unidos la muy popular revista TIME, en Francia, el no menos importante diario Le Monde han señalado al Papa FRANCISCO como persona del año 2.013 dedicándole numerosos artículos generalmente elogiosos y señalando los  dos hitos históricos han marcado el inicio de este Pontificado: la renuncia de Benedicto XVI y la elección del primer Papa jesuita, iberoamericano y por tanto no europeo así como el hecho singular  de que por primera vez en la Historia de la Iglesia dos Papas conviven desde que el 28 de febrero Joseph Ratzinger dejó de ser Benedicto XVI para convertirse en Papa Emérito.
Seguidamente me complace reproducir un interesante artículo de Juan María Laboa, sacerdote, escritor y doctor en Historia de la Iglesia, publicado en el diario ElMundo; en su artículo J.M.Laboa, entre otras cosas explica como “Una de las razones ofrecidas para nombrar Personaje del Año al Papa Francisco ha consistido en que con él se ha cambiado la percepción que buena parte del mundo tenía de la Iglesia y del Pontificado, y, sin duda, la percepción que el mundo tiene de la Iglesia católica. ….esto gusta a la gente normal del mundo y explica por qué Francisco ha sido elegido Hombre del Año”.



DE LA INSTITUCIÓN A LA MISERICORDIA

POR JUAN MARÍA LABOA*
Bergoglio continúa la estela que inició Juan XXIII para romper inercias históricas y dar más importancia al Evangelio en lugar de a tradiciones y costumbres anticuadas.
Foto: El Mundo
Una de las razones ofrecidas para nombrar Personaje del Año al Papa Francisco ha consistido en que con él se ha cambiado la percepción que buena parte del mundo tenía de la Iglesia y del Pontificado, y, sin duda, la percepción que el mundo tiene de la Iglesia católica. Esto constituye un tema sugerente e importante tanto desde el punto de vista religioso como cultural.
Hace unos años, la revista Time definió la Iglesia católica como la mayor empresa multinacional existente, por su organización, estructuración y ramificación. No es una mala descripción, pero no tiene en cuenta la razón de ser y la especificidad propia de la institución. De hecho, también la Iglesia de la Cienciología o los mormones cuentan con una sólida organización. Por el contrario, en los últimos tiempos, la multiplicación de noticias negativas aireadas por los medios de comunicación han subrayado algunos de los graves problemas surgidos en la Iglesia en algunos países: pederastia, Maciel y sus legionarios de Cristo, el llamado Banco Vaticano, el robo de papeles en la casa del Papa, mensajes a menudo de tonos restrictivos y alejados de la realidad vital de tantos ciudadanos que sufren la angustia de cada día. Todo ello supuso un grave golpe para la credibilidad de una institución cuyo activo principal es precisamente la credibilidad. Por nuestra parte, debemos tener en cuenta la incomodidad con la que muchos católicos han sufrido el talante desconsiderado, la cerrazón doctrinal y la soberbia intelectual inmotivada de algunos de sus obispos más representativos, más acusada en los últimos años, precisamente cuando el pluralismo de ideas y la secularización de la sociedad hubieran exigido otra actitud más humilde, más receptiva, más dialogante. De hecho, muchos católicos se han marginado de la Iglesia, permaneciendo en un cómodo y contradictorio cristianismo a la carta.
La llegada del Papa Francisco parece haber roto el hechizo nefasto, provocando desconcierto y malestar en no pocos y una simpatía y esperanza difusa en innumerables personas de todo pelaje y condición. A esto se refiere Time cuando habla de una percepción de la Iglesia y estoy seguro de que esta es la causa de la elección del periódico EL MUNDO. En el intento de explicarme en qué consiste esta nueva percepción, voy a relacionar la experiencia de dos papas que han intentado últimamente romper inercias, comodidades y egoísmos, y dar más importancia al Evangelio que a tradiciones históricas demasiado humanas que han prevalecido en nuestra historia. Me refiero a Juan XXIII y a Francisco. Apenas inició Juan XXIII (1958-1963) su Pontificado, el pueblo cristiano quedó prendado con el talante del nuevo Papa y se produjo una descomprensión eclesial de tal calibre que pareció que todo lo anterior, el Papado del hiératico y tajante Pío XII –aparentemente tan admirable– resultaba anacrónico y periclitado. Habló de la necesidad de superar costumbres y tradiciones anticuadas y se esforzó por retirar el polvo que los siglos habían depositado en la Iglesia, se quitó importancia, se hizo cercano, abandonando la máscara altanera que muchos mortales se han puesto encima cuando han deseado convertirse en ídolos humanos.
"El Papa desea, al igual que el Concilio Vaticano II, repensar y cambiar las prioridades."
Resulta sorprendente comprobar cómo, sólo con la naturalidad y la humanidad de su comportamiento, este Papa quebró la situación y se convirtió en un Pontífice querido y cercano para católicos y miembros de diversas creencias, proponiendo un modo de actuar, de crear comunidad fraterna y de sentirse miembros de ella. Algunas veces he pensado que la clave de este cambio fue el convencimiento del Papa de que todo hombre es digno de respeto y de amor aunque permanezca en el error, es decir, aunque forme parte de otros grupos religiosos o de ninguno. De forma que, sin aspavientos ni elucubraciones, se rompió la trampa decimonónica que impedía aceptar la libertad de conciencia, movidos por el principio de que solo la verdad tiene derechos y no el error, comprendiendo como error lo que no enseñaba la Iglesia.
La figura, los modos y los ritos de actuación de Francisco nos han cogido por sorpresa. Ofrecen otra idea de Iglesia no tanto por sus principios como por sus prioridades y por su modo de estar en el mundo y traducir el Evangelio. Para comprender esta sorpresa reflexionemos sobre la contradicción viviente que acompaña nuestra vida. Por una parte, somos conscientes de que el mundo cristiano vive en una esquizofrenia que no resulta mortal porque convivimos con ella desde hace muchos siglos. Su Dios hecho hombre muere en la cruz y no tiene donde reclinar la cabeza; pone al samaritano y al padre del hijo pródigo como modelo de conducta; informa de que resulta prácticamente imposible que el rico entre en su Reino; señala que se sentarán a su diestra aquellos a quienes marginamos, excluimos y empobrecemos sin miramiento con nuestra actuación; nos comprometemos a perdonar setenta veces siete; tenemos como regla de conducta las inalcanzables bienaventuranzas; nos pide que llamemos Padre solo a Dios y que seamos conscientes de que todos los hombres somos hermanos; nos aconseja que no busquemos los primeros puestos, porque los últimos serán los primeros.
Predicamos con decisión y autoridad estos mandatos y otros muchos igualmente importantes, pero nuestra organización y modo de relacionarnos tanto en la Iglesia como en la sociedad van por su cuenta en paralelo. El Vaticano como estructura de arte puede ser considera como una obra gloriosa de la cultura humana, pero como punto de referencia del Cristo que no tuvo donde reclinar la cabeza constituye un bochorno; la Curia romana y la forma de gobernar la Iglesia, en la historia del poder y del derecho occidental pueden ser presentadas como un ejemplo, pero dudo mucho que se atengan al mandato de Cristo: «Vosotros no así», no actuéis como actúa el mundo. El modo de gobierno de los obispos, con su mitra egipcia en la cabeza, depende del espesor de cada cabeza y, sobre todo, de su espíritu, pero no cabe duda de que la Historia demuestra que demasiado a menudo esa mitra coronaba un sátrapa más que a un representante de quien vino no a ser servido sino a servir.
Soy consciente de que esta esquizofrenia forma parte de toda Historia humana, basta ver a los políticos de alta ideología, pero a los creyentes se nos puede exigir más coherencia. De hecho, sorprende y anima que el Papa Francisco, audaz y valiente tanto en sus exigencias como en sus formas de vida, nos invite a acudir a las fuentes de la identidad y esencialidad del ser humano. Ha indicado que la Iglesia debe salir de sí misma e ir a las periferias, huyendo del peligro de un narcisismo teológico que la aparte del mundo y encierre a Jesucristo dentro de sus muros. Por el contrario, los cambios y reformas deben basarse en una Iglesia evangelizadora que salga hacia fuera y no en una Iglesia mundana que vive en sí y para sí. Ha dicho que se trata de liberarse de tantas cargas y privilegios materiales y políticos para conseguir una forma de vida apostólica basada en el Evangelio, una forma de vida que, a menudo, termina en martirio, al centrar su existencia y su palabra en el amor y la misericordia de Dios.
En este perfil de Iglesia que parece gustar dentro y fuera de ella, Francisco anima a amar la pobreza y a los pobres y excluidos del mundo, a rechazar la psicología de príncipes o de patronos, a no ser ambiciosos o buscar puestos en el escalafón, a velar sobre tantos hermanos que no conocen un rostro amigo, a cuidar la esperanza como un bien precioso. Nos pide sobre todo y a todos a ejercer un tipo de autoridad que hunda sus raíces en la capacidad de servir. Lo bueno es que no nos pide nada nuevo. Todo ello está presente, por supuesto, en el Evangelio, pero, también, en tantas intervenciones valientes y gozosas de los padres conciliares del Vaticano II. Da la impresión de que el Papa Francisco desea, como el Vaticano II, trasmutar las prioridades, a menudo, dominantes en la Iglesia, abandonando la permanente referencia a las instituciones eclesiásticas, a su autoridad y eficiencia, como centro y medida de la fe y de la Iglesia y convertirse en espacio de comunión y acogida. Repensar y cambiar las prioridades implica además reconocer el valor de la conciencia, de la fe y de los signos de los tiempos como supremos criterios eclesiales. Esto gusta a la gente normal del mundo y explica por qué Francisco ha sido elegido Hombre del Año.

F.J.deC.
Madrid, 27 de diciembre de 2.013







domingo, 16 de junio de 2013

La derrota a ETA

Seguidamente reproduzco de El Mundo, 16/06/2013 el excelente artículo que sigue a continuación y que se comenta por si solo.

F.J.de C.

La estrategia de la derrota

EL MUNDO 16/06/13
CASIMIRO GARCÍA-ABADILLO
Estamos en la fase final de ETA, pero la organización terrorista sigue viva. La semana pasada fueron detenidos dos etarras en Guipúzcoa y la Policía sospecha que hay aún una treintena de activistas operativos.En un contexto de clara derrota, la banda ha organizado una reunión de sus exiliados en Biarritz, justo en la misma semana en la que el lehendakari IñigoUrkullu ha presentado su plan de reinserción de presos. La cuestión de fondo sigue siendo la misma que hace 40 años: ¿hay que poner punto y final a ETA negociando con los terroristas?Entre los mitos que hay que desterrar antes de responder está el que lo esencial en ETA no es la lucha política en el esquema clásico izquierda/derecha, sino que su objetivo es la independencia del País Vasco.En el libro Patriotas de la muerte, en el que Fernando Reinares recoge 70 entrevistas realizadas a etarras encarcelados, uno de ellos afirma: «A mí prácticamente la política no me gusta. No entiendo de política ni me gusta. O sea, a mí lo mismo me daba que en el Gobierno vasco estuviera un señor de izquierdas que de derechas. A mí lo que me importaba era Euskadi y punto».Si en los primeros etarras había un planteamiento antifranquista, en los terroristas que se integraron en la banda a partir de la década de los 80 lo que hay fundamentalmente es un objetivo nacionalista étnico. Es decir, la consideración de que los vascos y los españoles son distintos y por ello el País Vasco debe separarse de España, a la que se considera potencia colonizadora.El leit motiv del terrorismo etarra es la creación de un Estado vasco y el odio a todo lo que tiene que ver con España. La violencia ha sido para ellos no sólo una forma de lucha contra España y por la independencia, sino una forma de afirmarse como vascos. En la raíz ideológica del terrorismo etarra están los escritos de Sabino Arana.Otro de los mitos a los que recurren ETA y la izquierda abertzale es que aquí se podía ensayar el llamado modelo irlandés.El paralelismo entre ambas situaciones no tiene ninguna base real y es planteado por los terroristas como un objetivo estratégico, que consiste en sentarse de igual a igual, en una mesa de negociación, con los representantes del Estado democrático.En España las circunstancias han sido muy diferentes a las de Irlanda. Aquí no ha habido dos comunidades religiosas enfrentadas, no ha habido una invasión de un país por otro y tampoco ha habido dos grupos terroristas en lucha. En Irlanda, Tony Blair optó por la negociación con el IRA como una forma de acabar con lo que se llamó el empate infinito entre los terroristas y el Ejército británico. Todas esas diferencias son reales. Pero, aquí, el mito a desterrar es que en España la vía de la negociación no se ha utilizado… Suficientemente.Negoció AdolfoSuárez, negoció FelipeGonzález, negoció JoséMaríaAznar y negoció José LuisRodríguezZapatero.El Estado democrático lo ha intentado todo para acabar por la vía del diálogo con ETA. En 1977, dos años después de la muerte de Franco, el Gobierno de la UCD aprobó una amnistía que dejó en libertad a todos los presos etarras, incluidos aquéllos que cumplían condenas por delitos de sangre.A los miembros de ETA pm (con la que el Gobierno de la UCD negoció su disolución) no sólo se les concedió la libertad, sino que se les facilitó dinero para montar negocios y pudieran integrarse socialmente.Uno de los beneficiados por aquella amnistía fue FranciscoMúgicaGarmendia, Pakito, que, poco después de salir de la cárcel, se volvió a integrar en ETA y llegó a ser su máximo jefe en los años 80, durante el periodo más sangriento de la banda.La política de negociación y reinserción fue una constante durante muchos años. Cuenta ÁngelesEscrivá, en su libro Maldito el país que necesita héroes, una anécdota que denota hasta qué punto la vía buenista llevó a situaciones injustificables. En la época en la que el ministro del Interior era el socialista JoséBarrionuevo (a mediados de los años 80), un etarra huido y refugiado en México consultó con las autoridades españolas si podía volver a España, ya que había decidido abandonar la organización. Se le dio el visto bueno. Una vez aquí, la Guardia Civil informó al Gobierno de que se trataba de un individuo que estaba acusado de cometer tres asesinatos. El Ejecutivo optó por no hacer nada y ahora ese ex etarra, al que no se le ha juzgado por sus crímenes, es un empresario de éxito que vive plácidamente en Bilbao.Nadie puede dar lecciones a los gobiernos españoles sobre la vía de la negociación para acabar con el conflicto. El problema es que esa vía siempre ha sido utilizada por ETA para reorganizarse, para tomar un respiro y después volver a la lucha armada, como demuestran los documentos incautados a sus dirigentes detenidos.Fue tras el fracaso de las negociaciones de Suiza (mayo de 1999) cuando el Gobierno de Aznar, apoyado por el PSOE y la inmensa mayoría del Congreso, inicia la política encaminada a la derrota de ETA.Esa decisión implicaba no sólo aumentar y mejorar la acción de las Fuerzas de Seguridad del Estado contra los terroristas, sino un esfuerzo de deslegitimación política de la banda dentro y fuera de España.El atentado del 11 de septiembre de 2001 hizo que algunos países que miraban con simpatía a ETA cambiaran de actitud. El empate infinito comenzó a romperse.Pero cuando parecía que el camino de la derrota era un camino sin retorno, el Gobierno de Zapatero dio otra oportunidad a la negociación. De hecho, según muestran los documentos incautados al etarra Esparza Luri, ETA ya había comenzado los contactos con el PSOE antes incluso de que ganara las elecciones. Para Zapatero, alcanzar la paz se convirtió en una obsesión. Y asumió los planteamientos de la banda. Se crearon dos mesas de negociación: una técnica y otra política. Es decir, se volvió al esquema de dos partes que negocian de igual a igual. Incluso se llegó a asumir el lenguaje de los etarras. En una cesión orweliana, se aceptó incluso utilizar un neolenguaje por el que, por ejemplo, a los atentados se les llegó a calificar de accidentes.Fruto de aquel periodo de claudicación, fue el lamentable suceso del bar Faisán, más conocido como el chivatazo.Pero, como en otras ocasiones, ETA se cargó el proceso con el atentado de la T-4 y fue a partir de entonces cuando Zapatero volvió a retomar la estrategia de la derrota.El acoso a la banda, la detención de numerosos comandos y de sus líderes más activos llevó a ETA, el 20 de octubre de 2011, a declarar en un comunicado el «cese definitivo de las actividades armadas».La debilidad extrema de ETA produjo un cambio histórico. La izquierda abertzale inició a partir de 2010 un proceso de desenganche de los terroristas. Los herederos de Batasuna entendieron que estaban condenados a la desaparición o a convertirse en un elemento político residual si no se integraban en la normalidad democrática.Fueron legalizados y lograron un éxito electoral sin precedentes. La estrategia de desenganche era real. En una conversación grabada por la Policía en la cárcel, ArnaldoOtegi le aseguró a un amigo refiriéndose a ETA: «O se unen a la procesión o se hunden».Ése ha sido uno de los grandes éxitos de la lucha antiterrorista. Su base social ha dejado de apoyarlo.Pero la convivencia, la paz de verdad, no será posible si ETA no condena su propia historia, si no abjura de todos sus asesinatos, si no reniega de la barbarie. En este proceso unos deben perder, los terroristas; y otros deben ganar, los demócratas.La disolución de ETA no puede implicar como condición previa la extinción de las responsabilidades penales de sus miembros.El Estado puede ser generoso en determinadas circunstancias, pero nunca aceptar un quid pro quo: paz por presos.ETA no puede tener el consuelo de pasar a la historia como la organización que logró alguno de sus objetivos en el País Vasco.