La infancia de Jesús, tercer libro de la trilogía de Joseph Ratzinger-Benedicto XVI (se usan los dos nombres ya que los comenzó siendo cardenal y los ha acabado una vez en el papado) sobre Jesús de Nazaret, ha sido editado en nueve idiomas, entre ellos el español, y sale con una primera edición global de un millón de ejemplares. El libro, de 176 páginas, está dividido en cuatro capítulos y un epílogo está presente ya en las librerías de 50 países.
En dicho libro, el Papa señala, entre muchas mas cosas (se trata de 176 páginas muy densas) que en el Evangelio "no se habla de animales" en el lugar donde nació Jesús, pero tratándose de un pesebre, "el lugar donde comen los animales, la iconografía cristiana captó muy pronto ese motivo y "colmó esa laguna" y ninguna representación del Portal de Belén renuncia al buey y la mula.
Como era de esperar, este libro, mas bien resúmenes de agencia, no ha pasado desapercibido para muchos periodistas, comentaristas y juntaletras diversos que junto a los mas chistosos de las populares “redes sociales” han desvariado con desigual intención, pues muchos comentarios destilan, amén de una profunda ignorancia, una mala intención digna de mejor causa.
En mi deseo de contribuir a la clarificación de las ideas, y a la difusión de opiniones solventes y sólidas, me complace reproducir el siguiente artículo aparecido en el blog amigo http://miventanaindiscreta-federico.blogspot.com.es/
“El Papa Benedicto XVI, al escribir su documentado y profundo libro,La infancia de Jesús, no hace sino constatar la realidad textual que comenta, sin entrar a valorar -ni mucho menos a pretender abolir- los elementos legendarios que la literatura apócrifa y la imaginación popular han añadido con posterioridad para paliar la sorprendente sobriedad de los textos originales.En efecto, las narraciones que nos ofrecen los evangelistas Mateo y Lucas sobre el nacimiento de Jesús, son de una belleza tal, que de no existir, habría que inventarlos. No obstante, esa singular belleza va unida enigmáticamente a una mortificante sobriedad literaria, lo cual puede resultar paradójico y hasta contradictorio si se quiere, pero es así.Nada tiene de particular, siendo así las cosas, que la recepción posterior de estos relatos haya encontrado en lectores con imaginación, una invitación al complemento y la ampliación por vía de fabricación de leyendas con capacidad de adornar y embellecer, todavía más, los escritos originales.Nadie ha podido leer nunca en los evangelios de la infancia de Jesús ninguna referencia a esos célebres animales, la mula y el buey, sin los que -justo es reconocerlo- nuestros nacimientos perderían no poca gracia. Como nadie puede, con los textos en la mano, afirmar que los de Oriente son reyes, ni que uno de ellos era negro, otro rubio y otro más o menos albino. Y nadie puede hacerlo, por la sencilla razón de que esos elementos están ausentes en los textos.Pues he aquí que, publicado el papal libro en castellano, a penas transcurridas unas horas, la maquinaria mediática se pone en marcha para pregonar a los cuatro vientos que el Papa "se carga" al buey y la mula -dos por el precio de uno- en su nuevo libro sobre Jesús.¿Hasta cuándo, me pregunto, tendremos que aguantar en esta España nuestra la acumulación de ignorancia y superficialidad en los que tienen el control diario de los medios de comunicación? ¿Es que no es posible que radios y televisiones, periódicos y revistas, tengan en plantilla por lo menos a un profesional que sepa de qué habla cuando de noticias "religiosas" se trate? ¿Y qué decir -prefiero no dar nombres- de relevantes plumas o voces que se han lanzado a disparatar sobre este asunto con tanto dogmatismo como estupidez?Cabría tomarlo con humor, pero no es fácil. El analfabetismo religioso (la Biblia sigue sin leerse mayoritariamente en España, no nos engañemos) va de la mano de una arrogante superficialidad que, en su conjunción, forman un cóctel de no desdeñable peligrosidad cultural, y tal vez, no solo cultural”.
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