A José Luis Rodríguez Zapatero le ha pasado lo que al general Alfonso Ar-mada aquel trágico y esperpéntico día de 23 de febrero de 1981: que ni está ni se le espera. Las maniobras desespera-das, las llamadas de auxilio, el llori-queo internacional no han sido sufi-cientes para ablandar ni a Nicolás Sar-kozy (quien primero excluye, luego dice que media y, finalmente, pasa la patata caliente del no público al maldi-to Bush) ni a la Casa Blanca: y España sigue sin ser invitada a la reunión de noviembre en Washington donde se supone que se pondrán las bases de un nuevo orden financiero mundial.
La España menguante de Zapatero que hace más de cuatro años denunciaron dos analistas españoles, Rafael Bardají y Florentino Portero, y que se vio menguada de hecho a lo largo de la primera legislatura del actual Gobierno socialista, ha culminado en lo inevita-ble: una España ausente e inexistente hoy. Desgraciadamente, esta lamenta-ble condición tiene una muy fácil ex-plicación: Rodríguez Zapatero y sus acólitos han estado negando la mayor demasiado tiempo. ¿Recuerdan aquella cumbre de Londres, a comienzos de año, convocada por Brown y en la que el premier británico y sus socios Mer-kel, Sarkozy y Berlusconi dejaron a Es-paña en la estacada? Frente al enfado de La Moncloa entonces, la argumenta-ción inglesa fue impecable. Se convocó a quienes querían luchar contra la crisis económica. La España "que iba bien" de zapatero no lo necesitaba.
Con la cumbre de Washington ha su-cedido otro tanto de lo mismo. Aunque ya se menciona la palabra crisis, los millones que Zapatero va a entregar a la banca se adopta no por necesidad, sino como seguimiento de una política general en el marco europeo (Maria Teresa dixit). Nuestras cuentas no son de crisis, nuestro sistema financiero es el más sólido del mundo, nuestra eco-nomía es la del sorpasso de todos nues-tros vecinos: ¿para qué acudir entonces al club de los empobrecidos? Sólo por una razón: porque no salir en la foto le parece un insulto a Zapatero. Y en rea-lidad es un insulto a la España de Za-patero, que no a España.
¿Hay que rasgarse las vestiduras por no estar invitados a esta cumbre? No, hay que rasgárselas por tener el Go-bierno que tenemos, que confunde la política internacional con un mitin en
León y la palabra dada con las prome-sas electorales. Pero no es así. Los paí-ses, antes que ricos o pobres, son serios o irresponsables. Y lo son no por el ca-pricho de la naturaleza, sino a causa de las buenas o malas decisiones que to-man sus dirigentes. En España hemos tenido unos cuantos gobernantes que nos hemos merecido y algún que otro que no nos lo merecemos. Y con éstos siempre hemos sido marginales en la esfera mundial. Zapatero no es la ex-cepción.
Grupo de Estudios Estratégicos GEES
24 de octubre de 2008
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