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sábado, 14 de mayo de 2011

Muerte digna, eutanasia y ensañamiento clínico.

Enfermo terminal.


EL Consejo de Ministros acordó en su reunión de fecha 13 de mayo 2.011,  “el inicio del procedimiento de aprobación del proyecto de ley que regulará los derechos de los pacientes ante el proceso final de la vida”.

La iniciativa fue anunciada hace tiempo por el presidente del Gobierno como parte de ese discurso tan característico suyo de la “ingenieria social”. Lo cierto es que el anteproyecto que ayer vio luz verde en el Consejo de Ministros concreta en la fase terminal del enfermo buena parte de los derechos que ya estaban reconocidos en la ley de 2005, sobre autonomía del paciente; dado que ya teníamos las herramientas necesarias para que nadie sufra innecesariamente las consecuencias de enfermedades terminales, todo intento de cambio, solamente puede obedecer a la obsesión regulatoria del socialismo y  al binomio socialismo-muerte, que como hemos comprobado en la historia han sido inseparables.

El gobierno actual, dentro de su feroz campaña contra los fundamentos básicos de la familia (la llamada “ingeniería social” que entre otras incluye ley del Aborto, por ej.) tiene, dentro de sus objetivos inmediatos, establecer una ley que legalice la “eutanasia”  si bien, por el momento evita utilizar ahora este término como puede verse en la redacción de la nota oficial citada al principio, aunque el propósito final es el mismo.
Quizá, las circunstancias actuales de inestabilidad política y la proximidad de una nueva legislatura no socialista aborten este proyecto de ley dado que todo lo que se refiere a un tema tan complejo como la eutanasia debería estudiarse con sosiego.

Estamos en un mundo en el que la esperanza de vida puede acercarse fácilmente dentro de  unas décadas, a los cien años; mientras, se hacen esfuerzos para elevar la vida laboral activa a los setenta años.
El acercamiento a la idea de eutanasia parece acariciar la posibilidad de regular,controlar,imponer, igual que los nacimientos, las muertes, cuando los pasivos sean una carga insoportable,y cuando los que requieren asistencia impliquen gastos excesivos.
La eutanasia viene definida, además,  por la confluencia de dos ideas: el acortamiento voluntario de la vida y la finalidad de poner término a los sufrimientos de una enfermedad incurable.

                          De acuerdo con el diccionario de la Real Academia de la Lengua, el término eutanasia, del griego, εὖ, bien, y θάνατος, muerte significa:
“accion de provocar la muerte a un enfermo incurable para evitarle mayores sufrimientos físicos y psiquicos”.

Analizando detenidamente esta definición se pueden distinguir algunos aspectos muy significativos:
Acción: es decir, hacer o realizar algo.
  Provocar: crear, promover, inducir, en definitiva, voluntariedad…….

Es decir, en todo caso, se trata de hacer algo, ejecutar,  o sea,  quitar la vida,  matar directamente.

El suicidio también provoca un acortamiento voluntario de la vida y también suele tener su fundamento (no siempre) en sufrimientos intolerables, no ya físicos, sino también psíquicos, e incluso sociales y morales; pero el verdadero elemento diferencial tenemos que encontrarlo en ese calificativo que se aplica al acortamiento de la vida: la voluntad del propio individuo.
El suicidio lo decide el individuo a solas con su conciencia. La eutanasia, no. Hay una sustitución de la voluntad del individuo, una interpretación de lo que serían sus deseos.

                            Hipócrates vivió en el siglo IV antes de Cristo. Hasta entonces, el médico cumplía una doble función; una, curar…¡la otra, matar!
La gran contribución de Hipócrates, que pasó a la era cristiana y guió la profesión médica durante los siguientes dos milenios, fue la de separar la función de curar y la de matar,  propias hasta entonces del médico. A partir de ese momento, el médico sólo curaría. A través de los siglos, se ha asumido el contenido del juramento hipocrático: primun non nocere, "en primer lugar, no hacer daño".
En la actualidad, los médicos que se gradúan ya no hacen el juramento hipocrático. Con el aborto y el apresuramiento para legalizar la eutanasia, algunos médicos, pocos, han vuelto a asumir esa doble función felizmente superada en nuestra cultura, si bien la inmensa mayoría de ellos, mediante la objeción de conciencia se niegan a participar en actos a todas luces inmorales. 

                   Existe sin embargo, una práctica médica total y absolutamente ética y ortodoxa que no debe confundirse con la eutanasia.
Es la que se practica a diario en las unidades de dolor de los hospitales a los enfermos terminales. No es eutanasia, porque no pretende terminar con la vida del enfermo sino amortiguar su sufrimiento mediante la aplicación de fármacos sedantes en dosis terapeúticas  que indirectamente pueden producir, y normalmente producen, su fallecimiento.

Todos los moralistas desde muy antiguo han aceptado que, si bien el ser humano debe procurar mantener su vida, no está obligado a utilizar medidas excepcionales para ello; el tema consiste en discernir qué medidas son excepcionales y qué otras hoy día resultan normales.
En cualquier caso, la doctrina oficial de la Iglesia católica –cosa que muchos de nuestros progres ignoran- también rechaza terminantemente el llamado “encarnizamiento terapeútico”, o práctica médica consistente en aplicar al paciente en fase claramente terminal medios evidentemente desproporcionados de los que no cabe esperar una mejora sustancial, y a veces ni siquiera mínimamente significativa, del estado clínico del sujeto pero que sin embargo le producen enormes sufrimientos aunque muchas veces, debido a su estado de coma irreversible no los puedan explicitar.

Un ejemplo entre muchos: está claro que alimentarse y beber líquidos es una medida normal de subsistencia; ahora bien, ¿hay que considerar normal o excepcional aceptar alimentos mediante una sonda nasogástrica que a su vez produce intensos dolores en el aparato digestivo? Piénsese en lo que puede suponer la acumulación de una batería de posibilidades terapeúticas como ésta.

Se está extendiendo la   costumbre de redactar el llamado testamento vital,documento, ya legalizado en algunas Comunidades Autónomas, mediante el cual el paciente manifiesta:

a) su rechazo a verse sometido a pruebas y  tratamientos que impliquen  todos los medios artificiales que prolonguen la supervivencia.
b) su aceptación de cuidados paliativos que le ayuden a morir en paz.

Este testamento vital es un documento al que deben obedecer los médicos que asisten al pàciente en la fase final de su vida y constituye una valiosa ayuda tanto para los familiares del enfermo como para los facultativos que lo asisten pues ambos ven salvada su responsabilidad ante esos momentos decisivos de la vida.

                          En estas condiciones,y con la ingente cantidad de problemas que afligen a los españoles ¿es realmente necesaria y urgente una nueva Ley pararegular los derechos de los pacientes ante el proceso final de la vida” como dice, pomposa y  eufemísticamente , evitando la palabra “eutanasia” la referencia citada del Consejo de Ministros? ó más bien estamos como con la Ley de Memoria Histórica ante una maniobra claramente de distracción para que la opinión pública desvíe su atención del paro que ya aflige al 20% de la población y continúa aumentando....?

F. J.