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domingo, 25 de marzo de 2012

De Reyes y Príncipes, o antes que pasen cinco años


Seguidamente reproduzco el interesante artículo de Jesus Cacho en el digital http://www.vozpopuli.com

Palacio de La Zarzuela. Podía haberse tratado de una cena informal, en una noche cualquiera, de una familia normal. Pero esta familia es hoy cualquier cosa menos normal. Hablamos de la Familia Real española, un grupo humano dividido, casi roto, desde que estallara el “caso Urdangarin”, que en los últimos meses se ha visto sometido a una tensión sin precedentes. Tan  fuerte ha sido la tormenta, tan aparatosa, que las grietas –conocidas por una pequeña elite- que desde hace tiempo se advertían en la convivencia, se han convertido hoy en socavones imposibles de soldar. En torno a la mesa se sentaron los Reyes Juan Carlos y Sofía, sus tres hijos, Elena, Cristina y Felipe, y el yerno del Rey y marido de Cristina, Iñaki Urdangarín, un hombre que 32 horas después se iba a enfrentar a la mayor prueba de su vida: recorrer a pie y ante un enjambre de cámaras los 200 metros que separaban su utilitario de la puerta de los juzgados de Palma donde iba a prestar declaración ante el juez Torres, instructor del “caso Palma Arena”. No fue invitada la princesa Leticia.En la Casa se había ponderado la conveniencia o no de que Iñaki y Cristina se hospedaran en La Zarzuela nada más aterrizar en Madrid procedentes de Washington. Rafael Spottorno pidió consejo a gente diversa. Acogerles en Palacio equivalía a recordar lo obvio a los ojos del común: su condición de hijos del Rey de España, lo cual venía a arruinar la estrategia diseñada por Zarzuela tendente a establecer un cortafuego capaz de aislar la figura del Monarca del escándalo urdido en torno al Instituto Nóos. Voces sensatas aconsejaron al jefe de la Casa comportarse como lo haría un padre normal con su hija: mandarlos a un hotel supondría expandir la figura del Rey como el progenitor sin entrañas, corazón de hielo que reniega de su hija en momentos de adversidad. El malo malísimo del culebrón venezolano.El (Urdangarín) siempre creyó no haber hecho nada que no hubiese visto hacer antes en casa de su suegroHasta que el Monarca, en un arranque de genio, decidió cortar por lo sano el 12 de diciembre pasado, el comportamiento de Urdangarin estuvo presidido por la facundia del personaje que se cree al margen de la ley, protegido de la humana Justicia, más allá del bien y del mal. El siempre creyó no haber hecho nada que no hubiese visto hacer antes en casa del suegro. Durante semanas pasó olímpicamente de las llamadas de apremio que le llegaban  desde los aledaños del monte del Pardo. Madrid quedaba demasiado lejos de Washington. Hasta que la situación se pudrió de tal forma que Spottorno se vio obligado a representar la “ópera del cortafuegos” denunciando urbi et orbi la conducta “no ejemplar” del yerno del Rey. Aquello dejó al balónmanista visto para sentencia a los ojos de la opinión pública. Arrojado a las tinieblas, lejos del paraguas real. Pero, ¿y la hija?Lo ocurrido colocó a Cristina en un punto de no retorno. Muy enamorada de su marido, al decir de los enterados, la Infanta nunca ha tenido duda de que su papel está en mantenerse al lado de su esposo, apoyar a su esposo, convirtiéndose en paño de lágrimas del padre de sus hijos. Las relaciones con su padre  han empeorado hasta casi desaparecer. Por los rincones de Palacio se comenta la conversación telefónica mantenida por don Juan Carlos con su hija tras el famoso 12 de diciembre, para explicarle las imperiosas razones que le habían llevado a condenar a Iñaki al averno, porque entenderás, hija mía, que unas veces tenga que llamarte como padre y otras, en cambio, hacerlo y comportarme como Rey y jefe del Estado, de acuerdo con mis obligaciones constitucionales…-Ya, ya, y ahora… ¿me estás llamando como padre o como Rey de España?Y dicen que el Monarca le colgó en un gesto de furia. En cuanto a su hermano Felipe, la relación ha desaparecido: Cristina cree que “esto nos lo han montado desde dentro…”. El trato del Rey con el resto de sus hijos no es mejor, con la excepción, quizá, de la infanta Elena. La existencia en la vida privada de don Juan Carlos de la así llamada princesa Corina Sayn-Wittgenstein, un asunto ya casi del dominio público por más que siga siendo tabú para los medios, se ha convertido en un punto de fricción insuperable que nubla las relaciones entre el padre y sus hijos, que en buena lógica lamentan el castigo que esa presencia supone para la figura pública de su madre, la reina Sofía. Ya antes de verano pasado, Elena y Cristina acudieron al despacho del Rey para plantear a su padre una queja formal. Despedidas con viento fresco, la visita volvió a repetirse días después, pero esta vez con el Príncipe al frente. Fue un encuentro agrio, porque Felipe elevó el punto de mira sacando a relucir el futuro de la Institución y el eventual daño que para él mismo podía entrañar determinadas conductas privadas, pero el Rey se revolvió cual toro acorralado colocando la pelota al tejado del Príncipe, a cuenta de su matrimonio con Leticia Ortiz.Frías relaciones entre padre e hijoDe modo que la cena fue fría tirando a gélida, aunque de allí salió la decisión de animar, conminar a Iñaki, a mostrar el gesto gallardo de renunciar a la entrada en los juzgados de Palma por la puerta de la vergüenza, dando la cara ante los medios. La vida de la Familia Real semeja en mucho al archipiélago sin otra cosa en común que el agua que circunda la soledad de sus islas. Con Cristina decidida hoy por hoy a apostar por Iñaki –ni rastro de divorcio a la vista- y Elena a lo suyo, los Príncipes atienden sus compromisos en su propio pabellón cada día más conscientes de su protagonismo, mientras la Reina, siempre sola y aislada, con un pie en Londres y otro en Madrid, acude puntual, “una profesional”, a la cita con los actos públicos que le impone la agenda oficial. Abordando ya la etapa de las despedidas, sordo y disminuido, a menudo atenazado por el cabreo propio del tipo vital que de pronto se descubre impedido, el Rey reclama su derecho a vivir su vida. Tras un año aciago, con una operación que se llevó por delante una parte del pulmón, susto tremendo, y dos operaciones más en la pierna, don Juan Carlos se ha venido arriba en las últimas semanas, hasta el punto de estar dispuesto a reeditar apretadas agendas pasadas, con la de este año incluyendo viajes a Chile, Brasil, India y Rusia, entre otros.  En las últimas fechas han pasado por el despacho del Rey Francisco González y Emilio BotínEl Rey despacha todos los lunes con Mariano Rajoy y ha recibido ya a todos sus ministros. La relación con el gallego es fluida, mucho mejor que con Aznar aunque lejos de la que mantuvo con Felipe González e incluso con Zapatero. De 11 a 13 de la mañana y de 6 a 7 de la tarde recibe a personas de toda condición, aunque allí no abundan taxistas ni torneros. En las últimas semanas han desfilado por su despacho Francisco González, presidente del BBVA, y Emilio Botín, del Santander. Tres días después de recibir en audiencia a Juan Luis Cebrián, el periodista largó su memorable editorial a favor de la Monarquía en El País. La alarmante pérdida de peso específico de España en el mundo, consecuencia de la estulta “era Zapatero” que hemos padecido, le está obligando a intervenir cual improvisado bombero en no pocos fuegos a medio camino entre la cuestión de Estado y los intereses de nuestras grandes empresas en el exterior, en una maraña inextricable de favores y comisiones.     Quien definitivamente ha “crecido” como consecuencia del drama Urdangarín ha sido el Príncipe Felipe, cuya determinación y aplomo en cuantos actos recientes interviene no ha dejado de llamar la atención. Como afirma el chascarrillo, también aquí “detrás de todo hombre importante se esconde una mujer sorprendida”. Esa mujer es Leticia Ortiz, cuya labor en la sombra en la mejora de las prestaciones del Príncipe parece innegable. Con una formación muy superior a la del padre, aunque carente de ese irresistible charme que le ha llevado a ser conocido como Juan Campechano I, el Príncipe ofrece cada día  una imagen de mayor solvencia. Las relaciones con el padre, en la mejor tradición borbónica desde Carlos IV a esta parte, no pueden ser más frías. Felipe se muestra en privado muy crítico con determinadas conductas del Rey. Con la Corona cual punta de lanza de la gran crisis que sacude a España, su punto fuerte en este momento crítico tiene que ver con su alejamiento de cualquier escándalo de dinero, un asunto cada día más valorado por millones de españoles que literalmente se sienten humillados por la ola de corrupción que nos invade.Entre la pasión y la razónLas encuestas, algunas muy recientes, de que dispone la propia Casa del Rey, encargadas por Spottorno, parecen desmentir esa idea tan extendida y afianzada en el tiempo según la cual España es fundamentalmente juancarlista, pero no monárquica. La mejora en la valoración del Príncipe que esas encuestas muestran en los  últimos meses es espectacular, al decir de quienes las conocen, aunque la imagen del Monarca siga siendo superior a la de Don Felipe. Recuperado su tono vital, la posibilidad de una próxima abdicación de don Juan Carlos en favor de su hijo parece remota. El prestigio de la Institución, sin embargo, ha recibido un golpe muy duro con el caso Urdangarin, y a la vista de las severas condenas impuestas a Jaume Matas por la primera de las piezas del “caso Palma Arena”, en Palacio se temen lo peor. Mismo juez, mismo fiscal, idéntico juzgado. La preocupación es máxima en Zarzuela, donde, al menos en teoría, se ha optado por no interferir en las decisiones de los tribunales, acogidos al refrán de que puede ser peor el remedio que la enfermedad.Por encima de quienes niegan la posibilidad de la abdicación, crece día a día el número de las gentes que consideran que el reemplazo del don Juan Carlos por un Príncipe no contaminado por escándalo alguno, ni de dinero ni de faldas, es una solución no solo lógica sino inevitable, imprescindible incluso para asegurar la estabilidad de la nación. Las recientes ovaciones al Monarca –bicentenario de La Pepa- más parecen homenajes fin de fiesta que otra cosa. El propio entorno de Spottorno se manifiesta en privado convencido de que el relevo se producirá en el medio plazo e incluso llegan a ponerle fecha tope: cinco años. En la encrucijada entre estabilidad e incertidumbre -la que supondría ahora abrir el melón Monarquía vs República-, para una mayoría de españoles que se sienten más demócratas que republicanos, pero también más republicanos que monárquicos, la situación remite vagamente, tal vez anímicamente, desde luego existencialmente, a aquellos maravillosos versos de Sor Juana Inés de la Cruz:En dos partes divididatengo el alma en confusión:una, esclava a la pasióny otra, a la razón medida”. La pasión del republicanismo; la razón de la estabilidad.Jesús Cacho.

domingo, 15 de enero de 2012

De espías, diplomáticos, urdangarines y demás corrupciones

Jorge Dezcallar, nuestro hombre en Washington

Interesantísimo artículo de Jesus Cacho en www.vozpopuli.com

Jim Wormold, Our Man in Havana, era un vendedor de aspiradoras que vivía en la Cuba deBatista y que, para poder costear los estudios de su hija, decidió convertirse en espía del M16 británico. Sin embargo, su falta de habilidad para el oficio era tal que, según la memorable novela deGraham Greene, decidió engañar a Londres remitiendo a sus superiores los planos de sus propias máquinas como si fueran secretas instalaciones donde se fabricaban bombas y otros artilugios. The beuaty of the thing es que los sabios ex alumnos de Eton y Oxford con mando en Vauxhall Cross hallaron el material remitido por Wormold increíblemente interesante, hasta el punto de terminar considerándolo uno de los mejores agentes secretos de Su Majestad en el exterior.  
Jorge Dezcallar, Nuestro Hombre en Washington, es, como el héroe de Greene, uno de esos tipos corrientes (“Quienes lo conocen destacan su talante afable y simpático, que compagina con la opacidad propia de los diplomáticos”) que, dueño de las claves del más grave problema sufrido por la Monarquía española desde la restauración franquista, acaba de remitir al diario La Gaceta un descabellado comunicado desmintiendo lo que todo el mundo sabe: que Iñaki Urdangarin se ha paseado en los últimos años por la embajada de España en la capital norteamericana como Pedro por su casa, usando para fines privados medios públicos que, como yerno de Juan Carlos I, en el 2375 de Pennsylvania Avenue se daban por supuesto le pertenecían. Lo dijo en su día Juan Bautista Soler –ex presidente del Valencia CF- a la policía: “me sentí obligado a dar dinero al Instituto Nóos porque era Urdangarin quien lo pedía”.
Dezcallar, 66, un hombre de Estado en sentido estricto, guarda en su magín secretos que harían temblar la tierra de más de cuatro instituciones en caso de publicarse. Su discreta carrera de diplomático pasó a primer plano cuando José María Aznar decidió nombrarle, junio de 1997, embajador en Rabat, lugar siempre delicado para España por razones geoestratégicas y por la especial relación que une al Rey con la dinastía alauí. En esas estaba cuando el 29 de junio de 2001 fue nombrado director del CNI –antiguo Cesid-, convirtiéndose en el primer civil al frente de unos servicios secretos cuya principal misión, además de apoyar la lucha contra ETA, ha sido el de “cuidar en la sombra” la figura de Juan Carlos I, con especial dedicación a la hora de tapar los “pecadillos” de dinero del Monarca y atender cualquier movimiento desestabilizador que pudiera surgir contra la institución. Su designación como capo del CNI fue recibida con satisfacción por el PSOE, que destacó su “perfil institucional” y su talante de “hombre de Estado y no de partido”. Incluso Izquierda Unida (IU) aplaudió.
Mucho se ha dicho en voz baja sobre la eventual participación de los servicios secretos marroquíes en los atentados del 11-M que mandaron al PP a la oposición. El caso es que Rodríguez Zapateropremió el dudoso papel de nuestro hombre con la embajada en el Vaticano, junio 2004, lugar idóneo para impetrar el perdón del Altísimo por el patético, tal vez siniestro, desempeño de nuestros espías en aquel episodio. En febrero de 2006, fue sustituido en Roma por el alcalde de La Coruña, Francisco Vázquez. Dos meses después, sin embargo, nuestro flamante embajador reaparece reconvertido en “secretario general del nuevo consejo sobre asuntos internacionales”, creado por Repsol YPF como un traje a su medida, previa mediación deIsidro Fainé ante Antonio Brufau. Hay quien afirma que es La Caixa, no Telefónica, el referente empresarial de la Casa Real y sus vástagos, y es el propio Fainé, no Alierta, el hombre de confianza de Zarzuela. En efecto, es Caixa la que da trabajo a la infanta Cristina, y es Caixa (Criteria) la que acaba de “recoger” al ex jefe de la Casa del Rey, Alberto Aza.
Dezcallar y las comisiones del petróleo que importa España
Sostienen en el mundo del petróleo que nuestro enorme diplomático se dedicó en Repsol a cuidar de cierta comisión –al parecer del 1%- que desde tiempo inmemorial el Estado cobra  sobre el crudo que importa España. Entre junio de 2006 y noviembre de 2008, Dezcallar, fue, además, “consejero de Maxam Holding, matriz de Unión Española de Explosivos, la compañía de la que salieron los explosivos del atentado […] del 14-M” (La Gaceta, 21-Nov-2009). Sus servicios al Estado, cabe decir al Rey, eran ya tan apreciados en Palacio que Zapatero decidió nombrarlo en julio de 2008 embajador en Washington, la más importante de nuestra legaciones en el exterior. Apenas unas semanas antes, Mayo de 2008, Su Majestad piropeaba al bueno de ZP: “un hombre muy honesto, que no divaga” y que “sabe muy bien por qué hace las cosas”. Cuatro años antes, 2004, la pareja formada por Urdanga y Cristina de Borbónhabía adquirido un elegante palacete en Pedralbes (Barcelona) valorado en más de 6 millones, con dinero supuestamente caído del cielo.
Algo más tarde, mayo de 2007, el PP perdía el Gobierno de las Baleares. Jaume Matas, uno de los “hijos políticos” de Aznar, principal imputado, con Iñaki, del caso Palma Arena, dejaba de ser presidente balear. Unos pocos meses después, el hombre que estos días se sienta en el banquillo con la sonrisa boba del samurai desnortado y sin honor, se instalaba en Washington dispuesto a vivir del momio como directivo del Grupo Barceló (menos de un año antes, le había adjudicado la construcción y explotación por 40 años del Palacio de Congresos de Palma, con hotel, centro comercial y aparcamiento. Un negocio redondo). En Abril de 2009, Urdangarin y Cristina empaquetaban sus muebles en Barcelona y se mudaban a Washington (¡mira que hay sitios…!), donde Iñaki acababa de encontrar trabajo dizque como presidente de una tal Comisión de Asuntos Públicos de Telefónica Latinoamérica (¡Latinoamérica en Washington!), previa petición del Rey a César Alierta aunque hay quien sostiene, de nuevo, que la gestión fue realizada por el mentado Fainé ante su amigo y compañero de Consejo en Telefónica.
Más de uno imaginará que la presencia de Matas, Dezcallar y Urdangarin en Washington al mismo tiempo, pululando todos juntos y en unión en torno a la embajada de España, no puede ser casual. Se admiten, sin embargo, las siguientes variables: a) ¿Llegó Dezcallar a Washington (julio de 2008) con el encargo de vigilar a Matas (diciembre de 2007)? b) Lo hizo más bien porque el Rey ya había decidido enviar al exilio a su yerno, temerosa la Zarzuela de la dimensión del escándalo Nóos? c) ¿Mandaron a Iñaki a Washington (abril de 2009) porque allí estaba Dezcallar? Ninguna de las hipótesis citadas es excluyente; por el contrario, todas juntas pueden ser perfectamente válidas.
El papel de Fernando Almansa como “correo” del Rey
En este puzzle conviene aclarar que our man in Washington -que entró en Palacio en 1993 de la mano del entonces jefe de la Casa, Fernando Almansa, ahora consejero privado del Monarca-, prestó su primer gran servicio a la causa con motivo del escándalo KIO, asunto que se llevó por delante al “intendente” e íntimo amigo de S. M., Manuel Prado y Colón de Carvajal, pero del que, en contra de toda evidencia, el Monarca consiguió salir indemne. Hay constancia de que Almansa ha sido utilizado también como “correo” real en el caso Urdanga: a primeros de diciembre, el vizconde del Castillo de Almansa con Grandeza de España fue enviado a Washington con un mensaje real. Doña Cristina y su marido se encontraban a la sazón esquiando en Denver, Colorado, siendo obligados a regresar a uña de caballo a la capital. Con todo, el papel de Almansa parece de segundo orden en el reparto de los escándalos que rodean a la familia Borbón. La estrella del momento es Dezcallar, depositario –muerto Prado- de no pocos secretos capaces de conmover los pilares del templo.  
Es obvio que el matrimonio Urdangarin se ha servido de la embajada de España en Washington a su antojo, porque para eso fue enviado allí el señor Dezcallar, our man en Rabat, en el CNI, en la Santa Sede, en Repsol, en Washington y donde sea menester. Medios públicos para fines privados, en la mejor tradición borbónica. Las protestas en contrario de nuestro Wormold son, por eso, irrelevantes. El todavía duque de Palma podría, sin embargo, eludir la acción de la justicia gracias a la prescripción -¿casualidad?- de la mayoría de los delitos que se le imputan. El incendio, no obstante, parece imparable. Aunque el Rey haya dejado caer como un peso muerto (“esto nos lo han montado desde dentro”, se queja, dolida, Cristina) a su yerno, el fuego ha alcanzado tales proporciones que son muchos los españoles acostumbrados a pensar por su cuenta que este es el final de la Monarquíajuancarlista, y de ahí la urgencia de preparar un relevo inteligente en la persona del Príncipe Felipe, quien, a diferencia del padre, no ha sido relacionado con escándalo económico alguno. Que se sepa. Es el único camino que se intuye posible para “moralizar” de una vez por todas la Monarquía española.