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viernes, 1 de marzo de 2013

Hacia el cónclave. Las presiones sobre los cardenales




Ayer eran los vetos de los gobiernos. Hoy el acoso de los medios de comunicación. La atormentada vigilia de la elección del nuevo Papa.
Interesante artículo de Sandro Magister, en el rotativo italiano

ROMA, 1 de marzo 2013 La catedra de Pedro está vacia. Joseph Ratzinger la ha abandonado con un corte neto y ha dejado el futuro gobierno de la Iglesia a un sucesor que le es desconocido, como es desconocido todavía para los mismos cardenales que le elegirán.
No se recuerda, en el último siglo, un pre-conclave tan a oscuras y tan vulnerable a presiones externas e internas.
El último veto clamoroso de una potencia mundana, el imperio austrohúngaro, contra un cardenal que estaba a punto de ser elegido Papa es del año 1903.
Pero hoy, es el "cuarto poder", el de los medios de comunicación, el que no da tregua a los purpurados llamados al cónclave.
Uno ya ha caído, el escocés Keith Michael Patrick O'Brien. Benedicto XVI, en uno de sus últimos actos como Papa, ha dado celeridad a su dimisión como arzobispo de Edimburgo, y él mismo ha anunciado que no viajará a Roma para la elección del nuevo pontífice.
Otro es el ex arzobispo de Los Angeles, Roger Mahony, censurado por su mismo sucesor, José Horacio Gómez.
Un tercero es el ex arzobispo de Bruselas, Godfried Danneels.
Para los tres los cargos de acusación se refieren a esa "suciedad" contra la que el Papa Ratzinger ha combatido su valiente batalla.
Mahony y Danneels han resistido hasta ahora a la purga, pero dentro del colegio cardenalicio su prestigio ya está prácticamente anulado.
Sin embargo, hace pocos años, los tres estaban en la cresta de la ola. Entre los nueve votos que el cardenal Carlo Maria Martini, el candidato bandera de los cardenales progresistas contrarios a la elección de Ratzinger, tuvo en el primer escrutinio en el cónclave de 2005, se incluían precisamente los de O'Brien, Mahony y Danneels.
Hoy, de esta corriente progresista ya casi no queda nada dentro del sacro colegio.
Además de las presiones externas, sobre el cónclave hay también presiones que proceden de dentro de la Iglesia.
El informe secreto que los tres cardenales Julián Herranz, Jozef Tomko y Salvatore De Giorgi han entregado a Benedicto XVI, y sólo a él, y que éste ha puesto a disposición exclusiva de su sucesor, un informe sobre el cual no se ha filtrado ni siquiera una línea pero que se sabe retrata un cuadro preocupante del malfuncionamiento de la curia romana, pesa sobre el cónclave como una bomba de relojería.
Ello condicionará la elección del nuevo Papa, porque al elegido se le pedirá que realice urgentemente esa reforma de la "governance" que Benedicto XVI ha dejado inacabada, so pena de que la Iglesia se precipite en un desorden institucional tal que pueda oscurecer su misión última y verdadera: reavivar la fe cristiana allí donde esté debilitada y llevarla donde aún no ha llegado.
También en los cónclaves precedentes los cardenales sufrieron presiones análogas.
En los dos de 1978, los que eligieron como Papas primero a Albino Luciani y luego a Karol Wojtyla, a los purpurados se les entregó un dossier preparado por el "think tank" boloñés de Giuseppe Dossetti, Giuseppe Alberigo y Alberto Melloni, que incluía un capitulo detallado sobre lo que el nuevo elegido debería hacer en los primeros "cien días": abolir las nunciaturas, hacer elegir a los obispos por las respectivas regiones eclesiásticas, conferir poderes deliberativos a los sínodos de los obispos, instituir al vértice de la Iglesia un órgano colegial "que bajo la presidencia personal y efectiva del Papa trate por lo menos bisemanalmente los problemas que se plantean a la Iglesia en su conjunto, tomando las decisiones oportunas".
El dossier también le pedía al nuevo Papa que se "liberara del miedo a la revolución sexual”, innovando con decisión la moral cristiana en este campo, pero Juan Pablo II no hizo nada de todo esto.En 2005 los boloñeses volvieron a la carga apostando por el cardenal Martini y reimprimiendo en un libro su dossier, pero también Benedicto XVI, el elegido, lo ignoró totalmente.
A su sucesor los cardenales electores le pedirán mucho menos en materia de gobierno. Bastará que en los primeros cien días inicie una drástica reforma de la curia. Esta vez será difícil que el nuevo Papa se pueda sustraer a ello.

martes, 12 de febrero de 2013

La renuncia del papa BENEDICTO XVI.

Benedicto XVI


Para comenzar este artículo debo confesar, ante todo, que soy un perfecto lego en cuestiones teológico/eclesiales y a continuación pedir disculpas por mi atrevimiento al introducirme en esos procelosos
terrenos en los que los “vaticanólogos” campan por sus respetos con mayor o menor fortuna.
Después de escuchar, en latín,  y leer después, en español,    el texto de la renuncia del Papa creo que se podrían adoptar dos actitudes:


a) Creer firmemente sus palabras, y estimar la excelente buena voluntad de su intención y la muy estudiada y lo muy meditado de la misma .
b) Considerar que se trata de las mentiras de un farsante mas de los muchos que han dirigido, gobernado, y gobernarán los Estados y Corporaciones de este mundo.


Personalmente, me apunto a la primera de estas hipótesis; creo total y absolutamente en la sinceridad del Papa cuando dice, entre otras cosas,lo siguiente:

“Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino.Soy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando. Sin embargo, en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de san Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado. ….”

Es necesario leer y releer el documento completo, pero en este párrafo están las claves, creo, de su renuncia:

  • “Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino....”. Evidentemente, esta afirmación no dice nada para el agnóstico, aunque creo que es de valorar muy positivamente si se considera que quien la formula es una persona de inteligencia excepcional y muy consciente de sus actos.

  • Este ministerio, por su naturaleza espiritual...” Por tanto, dicha naturaleza no se parece en nada a la de una Corporación o de un Estado; sobra establecer comparaciones (como algunos insensatos han hecho).

  • “...debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando..”. Esto que de nuevo, resultará incomprensible para los que no tienen ninguna fe, resulta ser la base de su decisión.

  • ...para gobernar la barca de san Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido …” Aquí radica la otra clave de su decisión valiente e histórica.

Benedicto XVI, nacido Joseph Aloisius Ratzinger (Marktl am Inn, Baviera, Alemania, 16 de abril de 1927),  empieza a ser conocido por su competencia intelectual al participar en el Concilio Vaticano II. Posteriormente fue nombrado arzobispo de Múnich y luego cardenal por el papa Pablo VI en 1977. En 1981 fue llamado a Roma para ser prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, o Santa Inquisición, por el papa Juan Pablo II.
Este mero hecho fue bastante para que toda la progresía católica y no católica, etiquetara al Cardenal Ratzinger como “inquisidor” con todas las connotaciones negativas y medievales  que conlleva este calificativo.
Pero Ratzinger nunca ha sido un “inquisidor” al uso; habla diez idiomas, de los que domina por lo menos seis: alemán, italiano, francés, latín, inglés y español. Además, lee el griego antiguo y el hebreo. Es miembro de varias academias científicas de Europa y ha recibido ocho doctorados honoris causa de diferentes universidades (entre otras, de la Universidad de Navarra en 1998 y de la Pontificia Universidad Católica del Perú en 1986); además es ciudadano honorífico de las comunidades de Pentling (1987), Marktl (1997), Traunstein (2006) y Ratisbona (2006).
Como pensador profundo e ilustre profesor de teología ha publicado cientos de artículos y libros; su obra completa en español, va a ser publicada próximamente.
Pero lamentablemente, todos estos datos biográficos carecen de valor para quienes nada mas escuchar el “habemus papam” en  abril de 2005 ya le habían etiquetado y descalificado como  un Papa “conservador”; como si este adjetivo tuviera algún sentido para enjuiciar una personalidad tan excelsa.
De momento, todos estos están dedicados a hacer quinielas con la pretensión de adivinar quién será el sustituto de Ratzinger y esconden el remoto deseo de que por fin, esta vez, sea un Papa “progre”.
Pues estoy seguro que los deseos del Espíritu Santo no van por ese camino.
Ya veremos que pasa ....; de momento y de acuerdo con el adagio romano-vaticano, “el que entra Papa (en el Cónclave) sale cardenal”.
F.J.deC.