Estos días, 6 y 9 de agosto, se conmemora el 69º aniversario de los bombardeos con bombas nucleares a Hiroshima y Nagasaki ordenados por Harry S.Truman, Presidente de los Estados Unidos de América, tras su reunión con sus aliados Churchill y Stalin en la Conferencia de Potsdam (*).
La bomba nuclear llamada “Little Boy” fue lanzada por el bombardero Enola Gay sobre Hiroshima el lunes 6 de agosto de 1945, a las 8:15 de la mañana; la bomba estalló sobre el centro de Hiroshima a una altura de 580 metros matando al instante a unas 70.000 personas. La onda expansiva, a unos 6.000 grados de temperatura, no dejó un edificio en pie y carbonizó árboles a 120 kilómetros de distancia.
Varios minutos después, el hongo atómico se elevó a unos 13 kilómetros de altura, expandiendo una lluvia radiactiva que condenó a muerte a las miles de personas que habían escapado del calor y las radiaciones. Dos horas después habían muerto unas 120.000 personas, 70.000 habían resultado gravemente heridas y el 80% de la ciudad había desaparecido.Pero el horror no había terminado. Días después de que la bomba atómica destruyera la ciudad, los médicos comprobaron asombrados que la gente seguía muriendo en forma enigmática y aterradora, de síntomas desconocidos; al principio los médicos y cirujanos trataban las quemaduras como cualquier otra, pero los pacientes se licuaban por dentro y morían. Ningún médico había visto nada igual.
Cabe recordar aquí la figura del jesuita español Pedro Arrupe, superior general que fue de la Compañía de Jesús y médico profesional, y que en aquellos fatídicos días era superior del noviciado en esa ciudad por lo que vivió intensamente la tragedia ayudando y socorriendo a las víctimas.
La segunda bomba nuclear, llamada “Fat Man” fue lanzada el jueves 9 de agosto sobre Nagasaki.En esta ocasión fue de plutonio (la otra lo era de uranio), el doble de potente que la anterior.A dos kilómetros a la redonda del epicentro, quedó todo masacrado, incluso edificios enteros y hasta 8 kilómetros a la redonda murieron personas y dejó las ciudades en ruinas. Durante los días posteriores tuvieron lugar diferentes tormentas de fuego, con vientos de hasta 60 kilómetros por hora.
Hiroshima tenía 350.000 habitantes y Nagasaki 270.000 antes de la tragedia; se estima que hacia finales de 1945, las bombas habían asesinado a 140.000 personas en Hiroshima y 80.000 en Nagasaki, de los cuales la mitad fallecieron los mismos días de los bombardeos.
Entre las víctimas, del 15 % al 20% murieron por lesiones o enfermedades atribuidas al efecto de la radiación.
En ambas ciudades, la gran mayoría de las muertes fueron de civiles.
Hirosima y Nagasaki eran dos ciudades muy secundarias desde el punto de vista militar por lo que no había justificación "técnica" para consumar esa masacre (si es que existe alguna justificación para masacrar a una población civil).
Seis días después, el 15 de agosto, Japón anunció su rendición incondicional, haciéndose formal el 2 de septiembre con la firma del acta de capitulación. Con la rendición de Japón concluyó la Guerra del Pacífico y por tanto, la Segunda Guerra Mundial.
Los bombardeos nucleares a Hiroshima y Nagasaki son los únicos ataques nucleares de la historia, hasta el momento.
Retrato de H.S. Truman, investido de sus atributos masónicos, expuesto en la H.S.T Library and Museum.
Harry S. Truman, (Lamar, Estados Unidos, 8 de mayo de1884 – Kansas City, Estados Unidos, 26 de diciembre de1972) fue el trigésimo tercer presidente de los Estados Unidos desde 1945 hasta 1953. Llegó a la presidencia el 12 de abril de 1945, cuando el presidente Roosevelt murió repentinamente ese mismo día.
Muchos estadounidenses creían que él no estaba cualificado para desempeñar un cargo de tanta responsabilidad y como comentó un colega: "Si Harry Truman puede ser presidente, mi vecino también puede ser presidente”.
Este hombre tan vulgar y poco preparado iba a tomar la decisión más importante del siglo XX al estar investido del enorme poder que ostenta el Presidente de los EE.UU. América estaba ganando la guerra contra Japón, pero los japoneses luchaban valientemente. El enemigo no sería derrotado a menos que el ejército estadounidense invadiera Japón. Los expertos llegaron a la conclusión de que más de un millón de estadounidenses morirían en el asalto a las islas japonesas.
Sin embargo, algunos altos jefes del Ejército instaron al presidente a no utilizar la bomba atómica sobre Japón; así el general Dwight Eisenhower, IKE, que era el comandante en jefe de las fuerzas aliadas en Europa. Eisenhower se opuso a la bomba por dos razones: "En primer lugar, los japoneses estaban listos para rendirse y no era necesario golpearlos con esa horrible arma. En segundo lugar, me repugnaba ver que nuestro país será el primero en la historia en utilizar este tipo de armas ".
¿Realmente se necesitaban esas armas atómicas, de destrucción masiva, para terminar la guerra o salvar vidas, como la propaganda ha insistido machaconamente?.
Empiezan a publicarse documentos secretos ya desclasificados que ponen en duda las versiones hasta ahora oficiales :
“Sobre la base de una detallada investigación de todos los hechos y con el apoyo del testimonio de los dirigentes japoneses involucrados, el Estudio opina que Japón se habría rendido ciertamente antes del 31 de diciembre de 1945 y con toda probabilidad antes del 1 de noviembre de 1945 incluso si las bombas atómicas no se hubieran lanzado, incluso si Rusia no hubiera entrado a la guerra, e incluso si no se hubiera planificado o contemplado ninguna invasión”.
Truman, sin embargo, tomó la decisión y más tarde dijo que no se angustiaba por usar la bomba pues quería una rendición total de Japón sin invasión. Por ello, "La bomba atómica no era 'gran decisión'" (“The atom bomb was no ‘great decision,’” )ni tampoco era una decisión por la que habría que preocuparse (“That was not any decision you had to worry about.”), dijo más tarde, y procedió en consecuencia.
Este era el hombre, que al enterarse del éxito que había tenido el lanzamiento nuclear sobre Hiroshima, entró al comedor del acorazado Augusta y repitió en alta voz, varias veces, con inmensa alegría: “Éste es el día más grande de la historia” .
(*)La víspera del comienzo de la conferencia, los Estados Unidos experimentaron con éxito la primera bomba atómica y Truman sabía que ya no necesitaba de la URSS para vencer al Japón.Truman habló a Stalin, en términos muy vagos y herméticos, de la existencia de una "nueva arma" que en caso necesario se utilizaría. Stalin no pareció darse cuenta del significado de estas palabras. Eran el anuncio de los terribles holocaustos de Hiroshima y Nagasaki.
F. J. de C.
Madrid, 6 de agosto de 2.014.