El invierno de este año está siendo tan atípico que meteorológicamente ni siquiera cabe llamarlo invierno. Esta es la percepción que tenemos la mayoría, al menos. Cuando ya nos aproximamos a la Candelaria y a la celebración de la víspera de Santa Águeda, casi en la mitad del invierno astronómico, no hemos sufrido aún verdaderos temporales. Los vientos del sur son el meteoro dominante en el Norte de la Península Ibérica y de esa forma, las temperaturas permanecen templadas y llueve muy poco.
Pues bien, resulta que esta situación atmosférica ha podido ser el factor que ha conducido a que algunos osos (Ursus arctos) de los Pirineos no hayan entrado en el letargo habitual de esta época del año. Los osos pirenaicos descienden principalmente de osos que se empezaron a traer de Eslovenia a mediados de la década de los noventa del siglo pasado y, aunque antes de traerlos de otras localidades la población de los Pirineos estuvo a punto de desaparecer, en la actualidad viven alrededor de cuarenta ejemplares en esa zona. Lo normal es que esos osos comiencen su hibernación hacia el final de noviembre y que la finalicen al comienzo de abril, aunque esos son hitos que pueden variar geográficamente, pues dependen de las condiciones de cada zona.
En el caso que nos ocupa han sido una osa y sus tres oseznos los ejemplares que han sido vistos merodeando por una zona rocosa en la que, en circunstancias normales, los osos habrían estado hibernando. En un año normal, el lugar en que han sido divisados estaría completamente cubierto de nieve. Este mes de enero no sólo no hay apenas nieve –las temperaturas se encuentran entre 5ºC y 6ºC por encima de las normales del mes de enero-, sino que, además, en el suelo quedan bastantes bellotas, por lo que, al menos por ahora, los osos tienen con qué alimentarse.
Esta observación constituye una novedad en los Pirineos, pero lo cierto es que no lo es en la Península Ibérica. Como es sabido, además de los de la Cordillera Pirenaica -de procedencia eslovena, como se ha dicho-, también hay osos en la Cordillera Cantábrica, donde viven alrededor de 250 ejemplares. De acuerdo con una investigación publicada en 2010, hay pruebas suficientes como para afirmar que las familias formadas por una madre y sus cachorros, así como los oseznos menores de dos años de edad no hibernan en la Cordillera Cantábrica. El equipo de investigadores que llegó a esa conclusión siguió la pista y observó de forma directa a diferentes grupos familiares y jóvenes desde 1998 hasta 2007. Sin embargo, los demás osos, tanto machos como hembras, sí entraban en el estado de letargo durante un periodo de alrededor de dos meses, principalmente en enero y febrero.
La duración del periodo de hibernación de los animales que entran en lo que se considera una hibernación verdadera, como las marmotas, varía con la latitud. Pues bien, también ocurre así con los osos, cuyo letargo es mucho más superficial. De acuerdo con la información que proporcionan los autores del trabajo antes referido, en la Cordillera Cantábrica la duración del letargo ronda los dos meses; en Eslovenia llegan a los tres, aunque es muy variable. Y en Escandinavia superan incluso los cinco meses. Parece claro que cuanto más duras son las condiciones ambientales durante más tiempo se prolonga la hibernación, algo lógico si pensamos que se trata de un mecanismo que permite evadir o minimizar las consecuencias más duras de los periodos de frío extremo y escasez o ausencia de alimento.
Por lo tanto, quizás no resulte tan sorprendente que una familia de osos pirenaicos haya dejado de hibernar. Se me ocurre, incluso, que quizás no se trate (sólo) de una consecuencia directa de la anomalía meteorológica de este invierno, sino de una respuesta al cambio que se está produciendo en los Pirineos desde hace ya unas décadas y que está teniendo como consecuencia, entre otras, la reducción del número y extensión de sus glaciares. En cierto modo, los osos pirenaicos se estarían empezando a comportar como lo hacen y han venido haciendo los cantábricos desde que se tiene noticia escrita de sus hábitos. Y es que, aunque esto para mí constituyó una notable sorpresa, resulta que ya en el siglo XIV se tenía constancia de que las hembras con oseznos nacidos en el año anterior no entraban en letargo, ni ellas ni las crías. El dato lo proporciona El Libro de la Montería, atribuido a Alfonso XI de Castilla (1311-1350).
Nota: Referencia: http://naukas.com/
F.J. de C.
(por la transcripción)
Madrid, 3 de febrero de 2.016
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