Quiero recordar aquí mis felices años de niñez en los 50 del siglo XX cuando pasaba con mis padres y hermanos largos veranos en San Sebastián; en contra de lo que sucede ahora, las iglesias se llenaban incluso en días laborables y no digamos los domingos y festivos con los fieles llegando hasta la calle pues no cabían materialmente en el templo; el dia de San Ignacio, 31 de julio, se celebraba la festividad del Santo, en la iglesia de los Jesuitas de San Sebastián, de forma tan solemne como apoteósica y se cantaba al final de cada misa, con gran devoción, el himno de San Ignacio, en vascuence por cierto, alguna de cuyas estrofas todavía recuerdo: “Ignacio gure patroi handia /Jesusen Compañía/ fundatu….”
Un verano, vimos cómo avanzaba la construcción de un nuevo seminario, imponente edificio (aunque lamentablemente feo en su exterior) ubicado en un alto sobre la playa de Ondarreta; vistas maravillosas, como puede imaginarse y capacidad insuficiente desde un principio para acoger las numerosas vocaciones sacerdotales de entonces. Hoy está vacío, no sé cual es su utilización, sí que es cierto que ya no funciona como seminario por falta de “clientes”. Este es uno mas de los indicadores del deterioro de la fe católica y del abandono de la práctica religiosa en muchas familias vascas tradicionalmente muy creyentes y religiosas.
La Compañía de Jesús apareció gracias a la iniciativa de Ignacio López de Loyola.
San Ignacio, Iñigo López de Loyola, nació en Loyola (Guipúzcoa) en 1491. Recibió una educación pobre y elemental,aunque con una base religiosa sólida. Dedicado a la milicia, tuvo una intensa actividad tanto militar como cortesana (aunque no intelectual). Se volcó en la lectura de libros de caballería (recordemos a Dº Quijote) lo que quizá le hizo tener grandes sueños de grandeza llegando a aspirar al amor de la Infanta Catalina, hermana del Emperador Carlos I.
Un verano, vimos cómo avanzaba la construcción de un nuevo seminario, imponente edificio (aunque lamentablemente feo en su exterior) ubicado en un alto sobre la playa de Ondarreta; vistas maravillosas, como puede imaginarse y capacidad insuficiente desde un principio para acoger las numerosas vocaciones sacerdotales de entonces. Hoy está vacío, no sé cual es su utilización, sí que es cierto que ya no funciona como seminario por falta de “clientes”. Este es uno mas de los indicadores del deterioro de la fe católica y del abandono de la práctica religiosa en muchas familias vascas tradicionalmente muy creyentes y religiosas.
La Compañía de Jesús apareció gracias a la iniciativa de Ignacio López de Loyola.
San Ignacio, Iñigo López de Loyola, nació en Loyola (Guipúzcoa) en 1491. Recibió una educación pobre y elemental,aunque con una base religiosa sólida. Dedicado a la milicia, tuvo una intensa actividad tanto militar como cortesana (aunque no intelectual). Se volcó en la lectura de libros de caballería (recordemos a Dº Quijote) lo que quizá le hizo tener grandes sueños de grandeza llegando a aspirar al amor de la Infanta Catalina, hermana del Emperador Carlos I.
En 1521 (a los 30 años) cambió radicalmente de vida. Tras ser herido en el sitio de Pamplona por las tropas francesas, San Ignacio tuvo que guardar una penosa y larga convalecencia. Durante ese tiempo tuvo la oportunidad de leer la «Flos Sanctorum» (vidas ejemplares de santos), la «Vita Christi» de Rodolfo de Sajonia, y el «De imitatione Christi» de Thomas Kempis. Estas lecturas y su afición por los libros de caballería le llevaron a perfilar un nuevo ideal caballeresco dentro de su época: el de caballero de Cristo, un caballero andante en defensa de Dios. Y de acuerdo con dicho ideal, decidió romper con su vida anterior e irse a los Santos Lugares.
A mediados de 1522, ya repuesto, San Ignacio abandonó su casa y peregrinó a Montserrat. Intercambió sus ropas con un mendigo y se hizo anacoreta. Tras un tiempo, marchó a Manresa, donde se dedicó a la caridad, la oración y la mortificación física.Dos años después, en 1524, comenzó a acercarse a la mística y empezó a vivir una serie de experiencias «sobrenaturales», «místicas», que fue plasmando en pequeñas notas literarias;por fin, marchó a Jerusalén, y regresó de nuevo a España.Más tarde,viajó a París, ciudad en la que permaneció entre 1528 y 1535. Se matriculó en la Sorbona y en ella se convirtió en un declarado papista. Durante este período acabó de perfilar lo que iba a ser la Compañía de Jesús. Conoció, entre otros, a Pedro Fabro, Francisco Javier, Diego Laínez, Alfonso Salmerón, Bobadilla y Rodríguez, hombres que se constituirían en los futuros pilares de la Compañía.
José María Pemán, en su obra "El Divino Impaciente" dedicada a San Francisco Javier, narra con verso ágil las andanzas en París de este grupo insigne de los proto-seguidores del de Loyola.
F.J.
3 comentarios:
Muy bonito recordatorio del día de San Ignacio.
Aquel seminario está absolutamente vacío e inutil.
Ignacio e Iñigo no son el mismo nombre, aunque muchísima gente así lo cree.
Iñigo era el nombre de pila del de Loyola y cuando se ordenó sacerdote era costumbre de la época que eligiera para sí el nombre de un santo. Iñigo de Loyola eligió el de San Ignacio de Antioquia.
De esa forma pasó a la Historia como San Ignacio de Loyola. Pero si hubiera elegido el nombre de Tomás hubiera sido lo mismo. Sería Santo Tomás de Loyola, y en ninguno de los dos casos tendría nada que ver con su nombre de pila : IÑIGO.
Hoy es festivo en tierras Sioux porque San Ignacio, por el impulso de los jesuítas a crear y apoyar al partido PNV, fue declarado patrón del PNV y de Vasconia.
Gracias por tu comentario amigo Tellagorri, como todos los tuyos,siempre esclarecedores.
Si efectivamente el seminario de San Sebastián está abandonado e inútil,¿por qué no se tira de una vez?. El bello paisaje natural de la zona quedaría enormemente beneficiado.
O bien, de otra parte, sus terrenos, debidamente recalificados, claro es, podrían ser especulados consiguiendo una excelente plusvalía para la Diócesis que sin duda sería empleada en la promoción de "obras pías" ¿o no?
Ahí queda la sugerencia
Lo siento, pero San Ignacio de Loyola no es un santo de mi devoción. Si ahora resulta que se llamaba Iñigo ¿es procedente felicitar hoy al Sr. Anasagasti, en el día de San Iñaki de Loyola?
La verdad es que no transmite una imagen edificante. Más bien una imagen jesuítica, lo que el enaltece. En realidad toda su idea se mueve en torno a la Contrarreforma, una imagen contradictoria porque su obsesión fue otro escenario distinto del europeo. Y eso le condujo a un papismo y un cuarto voto que, en vano, tuvo que recordar el papado en la segunda mitad del siglo XX. Con un trasfondo personal de un trauma de guerra y convalecencia.
En un fundador apoyado en un solo libro –los Ejercicios espirituales - que recordaría a otro del siglo XX, Camino. Fracasados sus intentos de ir en dirección a Oriente, se limita a dirigir en su celda afrontando la contestación de muchos de sus discípulos. Dicta su biografía a su secretario.
Hay un hecho llamativo: se diría que cada orden religiosa tiene su rama femenina. Los jesuitas de San Ignacio, no. No la Compañía; fue el propio San Ignacio quien se opuso a la propuesta de Isabel Roser, amiga suya.
En realidad, la Compañía desbordó pronto al fundador. Y le fundador ha cargado en cierta manera con los excesos de la Compañía. O sea, que mejor dejarlo solo con una pregunta: ¿Alguna nación ha expulsado a los franciscanos o a los benedictinos? Ojo: la contestación negativa no tiene por qué considerarse critica?
Volviendo al terreno del recuerdo. Paseantes de 10950 dios veranos en Deva (hoy Deba) y recuerdo las misas en vascuence y los rótulos bilingües de las calles. Hoy creo recordar únicamente una: Calle de la Cruz, Gurutze Kalea (que, por cierto, sugiere al menos la similar antigüedad de las dos versiones)
Luego pasé muchos veranos en San Sebastián, a la que me sentí muy unido. Nada me une ya con ella.
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