domingo, 7 de diciembre de 2008

Actualidad en clave de humor: A. Ussía

La Esmerada»

Nada mejor haría la ONU que contratar sus servicios para limpiar la gran sala decorada por Barceló, que se está desmoronando a estalactitazos

7 Diciembre 08

Los años que trabajé con mi inolvidado Juan Garrigues Walker, los servicios de limpieza de la oficina los llevaba a cabo una empresa llamada «La Esmerada». Me gustaba la razón social. Y sus trabajadores eran, en efecto, esmeradísimos. No comparto la discreción en otras profesiones, que no adjetivan sus labores. Por ejemplo, un notario, en la placa del portal donde se ubica su notaría, bajo el nombre, haría bien en añadir: «El Eficiente». Un Peluquero, «El Mudo». Un detective privado: «El sagaz». Un masajista, «El infatigable». Un estomatólogo, «El indoloro», y así hasta el transportista: «El inmediato». Ignoro si aún existe la empresa de limpieza a domicilio «La Esmerada», pero de permanecer en activo, nada mejor haría la ONU que contratar sus servicios para limpiar a diario la gran sala decorada por Barceló, esa «Capilla Sixtina del siglo XXI» que a diez días de su inauguración, se está desmoronando a estalactitazos. La vida del Rey, que se sepa, ha pasado por dos situaciones de gravísimo peligro. Cuando estuvo a un día de ser asesinado por la ETA en Mallorca y el día de la inauguración de la cúpula de Barceló en la sede ginebrina de la ONU. Una prueba irrefutable de lo que escribo. En la fotografía, Barceló se colocó el último de la derecha y el más cercano a la puerta de salida, con el fin de proceder a protagonizar una carrera a toda pastilla en pos del umbral salvador en el caso de que la estalactita naranja tornasolada en violeta se desprendiera del techo, como, según parece, así ha sucedido. Si la ONU me hiciera caso y contratara los servicios de limpiezas «La Esmerada», habría de dotar a los trabajadores de unos potentes cascos protectores. Y cada mañana, la sala quedaría limpia y pulida, después de una pormenorizada recogida de artísticos cascotes diseminados por todo el recinto. O ello, o extender una red a diez palmos por encima de las cabezas de los delegados, con el fin de que los artísticos pedazos desprendidos, ripios mortales de necesidad, caigan y boten sobre la telilla entrelazada en lugar de abrir la cabeza al distinguido delegado de Venezuela, que sólo nos faltaba que un yesazo de Barceló le rompa la crisma en la ONU al embajador de Hugo Chávez. El Consejo de Estado, el más alto órgano consultivo del Gobierno, actuaría muy positivamente si le enviara al Presidente Zapatero la siguiente recomendación escrita: «Por la que rogamos a V. E. no vuelva a llevar a S. M. El Rey a la sede de la ONU en Ginebra, hasta que se caiga del todo y definitivamente la cúpula del señor Barceló». En caso contrario, el Consejo de Estado podría ser cómplice involuntario de un no desechable artístico regicidio. Dicen los defensores a ultranza de la descomunal horterada, que los visitantes, al alzar la mirada y contemplar la cúpula, quedan con la boca abierta durante varios minutos. Pues cuidado con los dientes y con los morros, que no está la cúpula para contemplaciones admirativas y boquiabiertas. La sala de la cúpula ha sido clausurada y se trabaja con celeridad para simular su deterioro. Mejor que simular, disfrazar y ocultar sus deterioros, lo que habría que hacer es contratar a la empresa de pintores «Los pulidos» y pintar de nuevo el techo. De lo contrario, ni «La Esmerada» sería de gran utilidad. Sí en cambio, la funeraria «La sonriente».


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