A Bush II no le ha quedado más remedio que recibir a Zapatero en la Casa Blanca, después de casi cinco años de desprecios y vejaciones. Europa pesa mucho y el presidente americano está en retirada y con la popularidad en los tobillos.
Sarkozy, tras propinar un sonoro cachete a Zapatero, perdonó sus impertinencias en Estados Unidos, y le sumó a su maniobra personal para convertirse en líder del entendimiento entre los distintos bloques. No se equivocó. El Zapatero mendicante, que anhelaba asistir a la reunión del G-20, le ha prometido: “Haré todo lo que me pidas”. Una vergüenza y una indignidad.
Pero habrá que reconocer que el presidente español le ha doblado el pulso al americano. Si bien con una situación ambigua y precaria, el líder socialista español, el mismo que vejó a la bandera estadounidense, el que se precipitó a retirar las tropas españolas de Iraq y alentó a las otras naciones a que hicieran lo mismo, está hoy en la Casa Blanca compartiendo mesa y mantel, y puesto en la sala de reuniones, con el César Bush. Sería perder la objetividad negar este éxito zapateresco.
No soy escéptico ante la reunión de Washington. En sí misma es un gran acierto. A la crisis de una economía globalizada hay que dar una respuesta globalizada. Además, a la Casa Blanca han llegado las dos naciones que condicionarán la economía del futuro. China e India, con 2.500 millones de habitantes, y un crecimiento sostenido del 9%, son las claves de cualquier acción futura que pretenda estabilidad y seguridad.
de la Real Academia Española
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