A falta de que el departamento ocioso de una universidad ociosa lo verifique, hay pruebas fundadas que convierten al centro histórico de Estambul en uno de los lugares del mundo donde más orinan sus pobladores. Sólo hace falta fijarse en los movimientos de los individuos para comprobarlo. Los altos índices mingitorios no son una casualidad. Responden a un proceso encadenado. ucede que en la parte antigua de la ciudad abundan las profesiones basadas en la espera: espera hasta captar la atención del cliente, espera hasta endosar sus mercancías. Permanecen en espera mucho tiempo, durante gran parte de la jornada. Sucede que para combatir la espera toman té, excelente y elegante bebida de espera. Sucede que tomar té se convierte en una práctica compulsiva heredada generacionalmente como infalible técnica contra el aburrimiento. Y acaba sucediendo lo inevitable. El trabajador del centro histórico de Estambul, a merced de las cualidades diuréticas del té, se pasa gran parte del día en el WC, yendo y viniendo. Meando, que es un primor.
Los urinarios de la parte histórica de Estambul, siguiendo la lógica, deberían estar perfectamente acicalados, preparados para visitas a miríada. Pero es aquí donde la cadena se rompe. Los WC del centro histórico de Estambul son, por lo general, pequeños, ruinosos, sucios, resbaladizos y en el mejor de los casos pegajosos. Y hay más: los WC de este sector esconden —si tenemos suerte— un secreto poco excitante. ¡¡¡Los 'retretes cuclillas'!! Es una arraigada tipología de sanitario de la que algunos guías turísticos se atreven a dar cuenta. 'This is the traditional turkish squat toilet'. Su composición es realmente sencilla: un suelo y, cavado sobre el suelo, un agujero. Allí se depositan los sobrantes, tarea para la cual hay que ponerse, irremediablemente, de cuclillas. En algunas circunstancias el hombre sale mejor parado y no necesita agacharse. La ventaja del hombre es todavía mayor en lugares como Topkapi, donde el WC masculino es estándar, sin grandes alardes, pero sin grandes exigencias, mientras que el de la mujer es folclórico y obliga a ejecutar de cuclillas operaciones de riesgo. Los 'retretes cuclillas' son, en efecto, un sucio peligro. Las autoridades locales lo saben. Están advertidas de que la poca higiene de estos baños ayuda a propagar enfermedades como la hepatitis B, el cólera o las fiebres tifoideas. El problema ha alcanzado ya una dimensión internacional. Leo en el periódico 'Zaman' que la Asociación Mundial del Retrete se ha propuestomejorar la red de wáters con vistas a 2010, año en que la ciudad euroasiática de Estambul ostentará la capitalidad europea de la cultura.
La 'ONU de los retretes' no es ninguna broma, a pesar de que su fundador, Sim Jae-Duck, vive en una casa con forma de urinario. Con la ayuda de Unicef, hoy ya integra a 56 países. En Estambul, el principal líder de la cruzada higienista es İmdat Habip (presidente de la Asociación Pública de Baños), que en la actualidad dirige su mirada hacia la Dirección de Asuntos Religiosos. Les acusa de no conservar limpios los WC de las mezquitas, de gastar en otros fines el dinero destinado al mantenimiento, de ir contra las normas islámicas que demandan salubridad.
İmdat Habip pretende que en 2010 los turistas puedan evacuar en retretes higiénicos. Está dispuesto a conseguir su objetivo, aunque sea con el despliegue de tropas formadas por WC portátiles. Lo consiga o no, parece claro que la vida de los 'retretes cuclillas' —testigo de los peores tiempos de Oriente y Occidente— está cerca de extinguirse. Evacuar en la parte trasera de una mezquita ya no obligaría a ejecutar artísticos movimientos corporales. İmdat Habip es un héroe que merece un monumento —con forma de retrete— en su honor.
Por VICENT MOLINS (SOITU.ES)
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