lunes, 29 de septiembre de 2008

Marichalazo", Borbones intocables y muchos pelotas del caldo gordo"

La única pregunta que se viene a la mente es simple: ¿éstos de qué van? Es la que aflora después de haber contemplado ese espectáculo del fin de semana después de que Época haya puesto en el candelero la posibilidad de que haya golpes bajos en un presunto divorcio -o nulidad matrimonial, que hay que guardar las formas- de los duques de Lugo. Y es que, vivir para ver, uno, que ha visto de casi todo, sigue sorprendiéndose de lo que pulula por ahí.

¿Cómo explicar, si no, que cierto plumilla ex opusino -se le nota hasta en las trazas del vestir, tan pulcro él- reconvertido en tiempos al felipismo vergonzante y ahora al zapaterismo vergonzoso, vea en una información que sería light con lo aparecido en la prensa europea sobre otras monarquías, una maniobra de la "derecha extrema"? Lo más curioso, por cierto, es que éste, como otros de su pelaje, han llevado el botafumeiro mediático de la "memoria histórica" del tío Gilito. Olvidando, ya lo tengo dicho por aquí, que a ese señor que habita en La Zarzuela con los impuestos de todos lo puso el general ferrolano.

¿Qué decir al ver a tres destacados representantes de la llamada prensa rosa intentando demoler un reportaje que palidece de inocencia al lado, ahí están las hemerotecas, de lo que ellos mismos han publicado sobre otras personas, no de tan alta alcurnia, eso sí? ¿Envidia, peloteo o mala leche? Tengo para mí que un poco de todo. Ilustrativo que el peso de los ataques haya recaído en periodistas caracterizados por haber defendido a novios de tonadillera pringados en la salsa de la Malaya. Que han hablado de Jaime de Marichalar con cierta ligereza cuando su "percance" -tengo grabado a fuego, y en formato VHS, un Tómbola antológico al respecto. E incluso que han estado presentes, a juzgar por lo publicado en alguno de sus libros, en el parto peligroso de Doña Letizia, en el cual, leído lo leído en su momento, la Princesa de Asturias estuvo a punto de irse al otro barrio.

Y no sigo por caridad. Porque podría entrar en los negocios de representación -sí, algunos de los que hacen aceradas preguntas son los mismos que negocian los contratos de los entrevistados- o la desacreditación a las revistas que no pasan por el "impuesto revolucionario". Incluso que algunos de esos disparos hayan venido desde un grupo porno-político-periodístico que tiene en su haber, entre otros, el bochorno de haber señalado objetivos (consumados) a ETA o la mala baba de haber lanzado el descrédito para acabar con carreras de periodistas de prestigio. Pero esa es otra historia.

La verdadera, al fin y al cabo, es que pese a la lluvia de crítica peloterial, todos han comido de la olla de Época. No sé si Eugenia Viñas tiene atada la información o no. Eso es, en todo caso, problema suyo, de su director y de los aludidos. Estas cuestiones, lo repito, se resuelven en el Juzgado. Pero lo que se baraja aquí va más allá de la veracidad de un reportaje: es el derecho a informar libremente de una familia, la de Don Juan Carlos, que lleva más de treinta años beneficiándose de un escandaloso pacto de silencio para bochorno de esta profesión.

Al fin y al cabo, en este sacerdocio que es el periodismo quien más quien menos tiene sus fuentes. Y lo del posible divorcio, los temores del duque de Lugo a perder el mumio y otras tantas historias, algunas de ellas muy truculentas, son vox populi en los despachos de ciertas redacciones. Eso sin contar que los comportamientos en torno a la Familia Real comienzan a ser, simple y llanamente, dignos de una película de Berlanga: el real cabreo con Federico Jiménez Losantos; la metida de pata con ZP, mejor presidente de la democracia; el viaje sorpresa a Afganistán con parada y fonda de regreso con los "amigos moros"; los Albertos; los negocietes del garañón Urdangarín; el recauchuteo de nariz, barbilla y pechitos de Doña Letizia; etc. etc. etc. Suma y sigue. Sin hablar de los 200.000 euros brutos anuales de los sueldos de las Infantas, el casoplón de Pedralbes por seis millones de euros (según El Mundo), el nuevo pisito de Doña Elena en el madrileño barrio de Niño Jesús, la ausencia de representación en el funeral del último asesinado por ETA...

Por cierto, todo esto mientras la crisis se prepara para darnos un palo de no menearse. Saquen ustedes sus propias conclusiones.


 (Manuel R. Ortega, www.elsemanaldigital.com)


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