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sábado, 21 de marzo de 2020

COVID-19: ¿Un arma biológica o una plaga de la naturaleza?.



Seguidamente se procede a reproducir un interesante artículo, cuyo autor C.F.  Augusto Conte de los Ríos, es Capitán de Fragata de la Armada española y Jefe de Estudios y Subdirector Escuela de Submarinos “Almirante García de los Reyes” en Cartagena.



Introducción

Estamos viviendo unos momentos de gravísima crisis sanitaria y prolifera información de todo tipo en los medios; se hace necesario caminar con pies de plomo puesto que entre tanta información,”too much information”, que dirían los ingleses, aparecen noticias falsas que con mejor o peor voluntad se difunden; el artículo seleccionado describe seria y profesionalmente aspectos de esta pandemia que por su naturaleza asaz misteriosa y desconocida pueden dar lugar a múltiples versiones algunas fantasiosas y novelescas.
Aquí no encontrarán eso:antes al contrario, se describen y resumen de forma profesional las muy diversas noticias que han aparecido sobre el COVID-19 y la siempre novelesca hipótesis de la posible implicación de algún centro de investigación en la guerra biológica.  


Hay un gran número de noticias y artículos sobre el coronavirus y la posible implicación de algún laboratorio militar, chino o norteamericano, en su origen. Sin embargo, no he visto ningún estudio de su propagación para ver si esto es posible.
Los modelos matemáticos nos podrían ayudar a determinarlo; John Snow ayudó en 1854 a salvar la ciudad de Londres, y todo gracias a un mapa donde fue pintando las fuentes de agua potable y los contagios por la enfermedad del cólera que estaba diezmando la población.
Todos conocemos como Dean Koontz se ha hecho famoso por escribir una novela en 1981 que predecía un brote parecido. El libro, ‘Los ojos de la oscuridad’, gira en torno a una madre afligida que investiga las misteriosas circunstancias de la muerte de su hijo, la causa resultó ser un virus asesino conocido como Wuhan-400, el nombre de la ciudad donde se originó el coronavirus COVID-19.
Según nos relata Dean Koontz, “Un científico chino deserta a Estados Unidos, llevando consigo información de un arma biológica muy peligrosa de China, un virus que recibe el nombre de ‘Wuhan-400’ porque ha sido desarrollado en unos laboratorios secretos del Ejército Popular de Liberación de la República Popular China que se encuentran a las afueras de la ciudad de Wuhan”.
El tema de la guerra biológica es algo muy peligroso y que se lleva estudiando desde hace muchos siglos[2]. En el seno de la OTAN podemos encontrar muchas publicaciones al respecto, e incluso, en España también tenemos centros donde los militares recibimos formación en guerra NBQ, a semejanza de los de la OTAN. Pero su estudio y tener expertos no quiere decir que España, por ejemplo, esté implicada en el desarrollo de este tipo de armas.
Volviendo al COVID-19, sabemos por fuentes abiertas que efectivamente en Wuhan tiene China uno de sus laboratorios de armas biológicas. El conocido como Instituto Wuhan de Virología, perteneciente a la Academia de Ciencias de China, trabaja con virus mortales, como otros tantos laboratorios de este tipo.
Entre los rumores que circularon en internet, figuraba la posibilidad de que el nuevo virus se hubiera escapado de algún laboratorio secreto bajo el control de los militares. Por ejemplo, Dany Shoham, un ex oficial de inteligencia militar israelí que ha estudiado la guerra biológica china, afirmó a principios de febrero que el instituto está vinculado al programa encubierto de armas biológicas de Beijing.
El trabajo sobre armas biológicas se lleva a cabo como parte de una investigación dual, es decir, para prevenir defensas y también para estudiar cómo ataca. China ha negado tener nada que ver con el COVID-19 o con cualquier arma biológica prohibida por miles de convenciones[6], nadie duda de su capacidad para crearlo, pero es algo totalmente infundado.
El nuevo coronavirus denominado COVID-19 o SARS-CoV-2, está estrechamente relacionado con dos coronavirus similares al síndrome respiratorio agudo de origen murciélago, bat-SL-CoVZC45 y bat-SL-CoVZXC21. Se propaga por transmisión de persona a persona a través de gotas o contacto directo, y se ha estimado que la infección tiene un período medio de incubación de 6,4 días y un número de reproducción básico de 2,24-3,58.
No es la primera vez que China es atacada por este tipo de virus. En febrero de 2003, el Síndrome Respiratorio Agudo Grave (SARS) golpeó repentinamente a China y Hong Kong, cobrando muchas vidas y causando pánico. También sacudió su crecimiento económico, interrumpió la vida social de sus ciudadanos y creó mucho estrés y tensión en sus sistemas políticos y su gobernanza. Este SARS se originó en el sur de China en 2002, en unas situaciones parecidas al COVID-19, y causó la muerte a cientos de personas en todo el mundo, unas 350 en China.
A finales de 2019 se ha vuelto a repetir la historia, pero esta vez con efecto de pandemia que ha afectado a todo el mundo. China, con algún retraso, informó de un brote de neumonía causada por una nueva cepa de coronavirus con epicentro en la ciudad de Wuhan, brote que ha terminado llegando a Europa hace un par de semanas, convirtiéndonos en el epicentro actual del coronavirus.
China está combatiendo la enfermedad desplegando a sus militares, muchos de ellos expertos en guerra biológica o con conocimientos de cómo luchar contra ella, también ha establecido fuertes restricciones a lo largo de todo el país, un país que lleva días en cuarentena, su objetivo es tratar de controlar el contagio. Italia, que nos lleva una semana de adelanto, está colapsada, actualmente los italianos han tenido que aplicar muchas medidas que para ellos parecían lejanas y típicas de un país dictatorial. Vemos que solo unas medidas integrales pueden garantizar la seguridad biológica, estas medidas incluyen herramientas legislativas, una estrategia militar y, sobre todo, un buen funcionamiento del sistema de salud civil.
Las enfermedades infecciosas están aumentando en todo el mundo. Los patógenos se están volviendo inmunes a los medicamentos actuales a un ritmo superior al desarrollo de nuevos fármacos. Están surgiendo nuevos patógenos debido al crecimiento de la población humana y la degradación ambiental. La naturaleza lanza desafíos a la civilización humana en forma de enfermedades infecciosas, enfermedades devastadoras que surgen periódicamente y que se extienden más rápidas que el cólera de John Snow.
El COVID-19 supone un cambio en las reglas de juego que nos ha llegado de improviso. Los científicos necesitan tiempo para averiguar cómo se ha originado y qué herramientas tenemos para combatirla. Los médicos necesitan espaciar los casos y evitar la saturación de los centros. El COVID-19 es inmune a los medicamentos actuales y no hay tiempo para desarrollar nuevos fármacos, teniendo especial cuidado si este muta.
La enfermedad es grave, no por su letalidad, sino por su propagación facilitada por la globalización. Hace años que los científicos nos vienen advirtiendo de este riesgo, del salto de la enfermedad de los animales a los humanos, humanos que no estamos preparados para una guerra biológica sin cuartel.
Tendemos a ignorar la Historia, no estamos preparados para enfrentarnos a esta ciclogénesis biológica explosiva. A lo largo de los siglos, las enfermedades infecciosas han sido la gran causa de muerte de la humanidad, estamos ante una amenaza biológica severa.
La mayoría de la gente asume que la ciencia nos protegerá de los desastres de siglos anteriores pero el COVID-19 ha demostrado algo: en un mundo hiperconectado la propagación es exponencial y esto nos hace más vulnerables de lo que suponemos.
Ahora es fundamental que el mundo aprenda, siga las medidas que ha puesto en marcha China, y responda de manera radical para limitar la propagación del virus y conceda el tiempo que necesitan científicos y médicos. Los expertos, militares y civiles, podrán ayudar a organizar la lucha, limpieza y logística, y el ciudadano está llamado a ser responsable y quedarse en casa. No es una llamada a irse de vacaciones o inundar las terrazas y establecimientos públicos.
C.F.  Augusto Conte de los Ríos


Por la transcripción:
F.J. de C.
Madrid, 21 de marzo de 2020