La organización terrorista ETA ha sido una de las mayores heridas de España desde su nacimiento en 1958; tiene en su haber más de ochocientos crímenes, siendo la década de los años ochenta una de las más sangrientas.
El 19 de junio de 1987, a las 16.08 horas, el comando 'Barcelona' de ETA colocaba un coche bomba en el aparcamiento subterráneo de Hipercor, un gran centro comercial en la calle Meridiana de Barcelona. Murieron 21 personas, cuatro de las cuales eran niños y 45 resultaron heridas de gravedad.
La voladura del Ford Sierra, cargado con 200 kilos de amonal, gasolina, escamas de jabón y pegamento, causó efectos similares al napalm y convirtió el aparcamiento en un horno de tres mil grados de temperatura. La mezcla explosiva se pegaba a personas y coches consumiendo el oxígeno rápidamente. Los bomberos informaron que “Cuando llegamos ya no se oían gritos de auxilio ni lamentos. Sólo había humo y silencio”.
Muchos, como han confesado a lo largo de estos treinta y un años, siguen sufriendo graves secuelas psicológicas. Hay otros afectados con igual o mayor dolor: los que perdieron a familiares directos –hijos, cónyuges o hermanos-, pero que al no ser víctimas directas, la ley no les reconoce como víctimas del terrorismo.
Las muestras de rechazo por el atentado fueron innumerables. El lunes, 22 de junio, cientos de miles de barceloneses ocuparon el paseo de Gràcia para expresar su repulsa a la barbarie de ETA –ya lo habían hecho de forma silenciosa en Sant Andreu el día anterior-. Fue la mayor manifestación desde 1977. Se realizaron cinco minutos de silencio en centros de trabajo e instituciones, condenando el atentado y exhortando a la defensa de la democracia. El partido de los terroristas, Herri Batasuna, que diez días antes, en las elecciones europeas, había obtenido casi 40.000 votos en Catalunya,no condenó explícitamente el atentado.
Apenas dos meses y medio más tarde, el 5 de septiembre, fueron detenidos los tres miembros del comando ‘Barcelona’: Domingo Troitiño –el etarra que aparcó el coche en Hipercor-, Josefa Ernaga y José Luis Gallastegui, que había sustituido en julio al jefe del comando, Rafael Caride Simón; fue éste quien propuso la acción terrorista. Santiago Arróspide, Santi Potros , jefe de los comandos ilegales, aprobó el plan y proporcionó el Ford Sierra con el que se llevó a cabo la matanza. Potros, considerado uno de los dirigentes duros de la banda, fue detenido en Anglet, Francia, el 30 de septiembre del mismo año.
En octubre de 1989, Troitiño y Ernaga fueron juzgados por la Audiencia Nacional y condenados a 794 años de prisión cada uno. Caride Simón cayó en febrero de 1993 en Toulouse; en el año 2000 fue extraditado a España, y juzgado con Santi Potros por la Audiencia en el 2003. Potros como inductor y Caride como ejecutor fueron condenados a 790 años de cárcel. La sentencia introdujo una novedad jurídica: reconoció como víctima del atentado a la hija de una cajera de Hipercor que estaba embarazada el día del atentado. La niña nació sorda.
En relación a sus autores, judicialmente, el caso estaba cerrado. Pero algunas de las víctimas siguieron reclamando el cobro de indemnizaciones o la condición de invalidez por las secuelas del atentado.
El ejecutor del atentado de Hipercor permanece en la cárcel desde el año 2000 y ya ha disfrutado de varios permisos penitenciarios. Pese a haber sido condenado a 790 años sólo cumplirá 30, con lo que en teoría saldría en el año 2030.
La etarra Josefa Ernaga salió en libertad el 17 de diciembre de 2014, tras cumplir 27 años y medio de condena, como consecuencia de la anulación de la doctrina Parot.
Domingo Troitiño había sido liberado más de un año antes, el 8 de noviembre de 2013, de la cárcel de Teixeiro (A Coruña). Cumplió poco más de un año por cada una de las 21 víctimas mortales de Hipercor.
Santi Potros, el sanguinario jefe de la banda terrorista, se casó en prisión el año pasado y podría acabar sus años de reclusión en 2025. Aunque los etarras implicados en la matanza de Hipercor han cumplido o cumplirán casi los 30 años de condena, para los familiares de las víctimas sigue siendo imposible olvidar aquella trágica tarde de junio de hace 31 años.
La situación a día de hoy y de acuerdo con los análisis de expertos de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado son claros y contundentes: ETA está derrotada operativamente y el grueso de lo que queda de ETA está en prisión; esta circunstancia es la causa principal de que lo poco que quedaba de ETA anunciara su final. El terrorismo de ETA acaba sin conseguir ninguno de sus objetivos estratégicos. Ni independencia ni socialismo. Y en esto hay consenso entre los distintos expertos antiterroristas: el acta de fin de las siglas no es sino la certificación de su derrota, la asunción formal de su final forzado. En definitiva, el acta de su capitulación.
Tal como afirmó en su declaración del pasado 4 de mayo, el ex presidente del Gobierno Mariano Rajoy los terroristas no consiguieron ningún rédito por matar, tampoco por dejar de hacerlo hace ya algunos años. Y no van a obtener tampoco nada por anunciar su disolución. Los crímenes de ETA se seguirán investigando; sus delitos se seguirán juzgando y, en su caso, condenando; y las condenas se seguirán cumpliendo. No hubo ni habrá impunidad.
Esperemos que el nuevo gobierno de Pedro Sánchez Pérez-Castejón, continúe la política del anterior gobierno del PP a pesar de que su investidura haya sido posible gracias, entre otros, a los dos votos del partido filo etarra E.H.Bildu y de los partidos nacionalistas cuyas convicciones sobre las leyes antiterroristas sean, cuando menos,ambiguas.
F.J. de C.
Madrid, 20 de junio de 2.018
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