jueves, 20 de mayo de 2010

Los dineros e la Iglesia

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Todos los años por estas fechas nuestras conversaciones recalan, antes o después, en el tema de la declaración de la renta. También en los medios aparece el tema con frecuencia en forma de ayudas o guías para mejor declarar, noticias, trucos, denuncias, etc. No suele faltar el comentario que se ocupa de la recaudación que, precisamente a través del IRPF, llega a las arcas de la Iglesia Católica (IC).
Los comentarios sobre este particular suelen oscilar entre la desinformación, en principio inocente, y la hostilidad descarada que no pocas veces acude sin más a la mentira para reforzar su siembra.
El asunto, sin embargo, es bastante sencillo. El Estado español firmó al comienzo de la etapa constitucional en la que vivimos unos acuerdos con la IC en virtud de los cuales ésta se comprometía a caminar con diligencia hacia la plena auto-financiación. En cualquier caso, la forma de obtener recursos del Estado dejaba de tener carácter directo para sustanciarse mediante una asignación (en la primera etapa, el 0,5 % del total que tuviera que pagar) que libremente podría hacer llegar el ciudadano a las arcas de la IC.
Se trataba de un paso de gigante con respecto al sistema anterior que algunos exageradamente calificaban de "sopa boba". Ahora, el ciudadano hace en realidad un acto de soberanía sobre el total impositivo que le corresponde pagar, diciéndole al Estado: sírvase darle (en el caso que nos ocupa a la IC), el X % (el tanto por ciento concreto ha sido modificado hace un par de años) porque así lo dispongo yo libremente.
De modo que no se trata de un "impuesto religioso" (una cantidad adicional que la hacienda pública hace llegar a quien sea), sino una asignación tributaria que el ciudadano hace libre y soberanamente disponiendo de parte de lo que le toca pagar.
El sistema no es perfecto; ni siquiera, tal vez, el ideal. Pero nadie puede decir que el Estado financia a la IC sin más. Sé que todavía queda un cierto camino por recorrer para que la auto-financiación sea total. En ello está la IC, y a ello llegará, eso sí rodeada de infundios que hacen que se cumpla a la perfección el célebre refrán siempre tan eficaz: calumnia, que algo queda.






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