lunes, 12 de abril de 2010

Consecuencias del 11M

El artículo que seguidamente reproduzco del afamado politólogo Joseph STOVE resulta un análisis muy serio y riguroso de la actual situación socio - política de ESPAÑA y las consecuencias derivadas del trágico atentado del 11M.F. J. 

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 ¿Los últimos días de España?

 Por Joseph Stove 


Introducción.


En 2007, el prestigioso  historiador de la posguerra europea Walter Laqueur  publicó The Last Days of Europe, un lúcido estudio sobre las causas  de la

decadencia europea. El libro no ha sido publicado todavía en España,  donde  la corrección política se impone.

 Laqueur trata de dar respuesta a la cuestión de qué ocurre en una  sociedad  cuando bajos índices de natalidad sostenidos, envejecimiento, se juntan con

una inmigración incontrolada. El autor cree que Europa, dada su  debilidad, jugará, en el futuro, un modesto papel en los asuntos mundiales, a la vez

que muestra su certeza de que será algo más que un museo de pasadas gestas  culturales, para el solaz de turistas asiáticos.


Aplicación a la situación española.


Por supuesto que  España no

se escapa de su agudo análisis y deja constancia de su role en el  "landslide" europeo.

 El contexto sociocultural que expone Laqueur, es motivo para  reflexionar  sobre las singularidades que aquejan a España y que no comparte con  ningún  país de Europa, lo que su hace de su situación algo particularmente  grave:

 - En España, a los 30 años de aprobarse una constitución  democrática, el modelo de estado sigue sin cerrarse, lo que se ha traducido  en una dinámica de descomposición. En un arrebato de originalidad se

puso en práctica un modelo excepcional en el constitucionalismo comparado:

-se  inventó el "estado de las autonomías". Su materialización ha consistido  en  ir desposeyendo, paulatinamente y sin pausa, al Estado de sus

 competencias, creando a la vez fronteras interiores basadas en exclusivismos artificiales  y en diferentes niveles de bienestar.

 - España es el único país de Europa con un terrorismo propio, de  carácter secesionista, donde sus miembros y simpatizantes están en las instituciones del estado y reciben ayuda de los presupuestos públicos.

 - En España, se relativiza, o se niega el concepto de nación, impulsado por un "status" de idiocia política que permite la puesta en  manos de exiguas minorías independentistas resortes políticos que  cualquier

 estado con un mínimo sentido de la supervivencia no osaría considerar,  ni  tan siquiera en tono de broma, su transferencia a las regiones.

 Ejemplo: la educación.

- Y, sobre todo, existe un hecho de enorme importancia social:

 el pueblo español cree que vive en una democracia consolidada. Las  "élites"  políticas españolas trasmitieron al pueblo que se había terminado con

 éxito  la "transición política" y que todos se habían convertido en  "demócratas de  toda la vida". Se había conseguido un hecho espectacular, lo que otras

naciones habían tardado siglos en alcanzar, España lo había conseguido  en una década prodigiosa. Se instaló en la opinión pública la certeza que  era

madura y estaba bien informada, que había una clase política experta y  con  sentido de estado, que funcionaba la separación de poderes y actuaba como

la fortaleza de la democracia, dado el vigor y prestigio de sus  instituciones. Todo era una falacia.

Un largo periodo de crecimiento económico y bienestar material enmascaró durante años la metástasis que corroía el cuerpo nacional. 


Consecuencias: el 11- M 2004.


El fin de los sueños se produjo el 11 de marzo de 2004. Un ataque, posiblemente por parte de un actor no estatal, en forma de acción terrorista, iba a poner de

manifiesto la enfermedad terminal que aquejaba a España. La sociedad lo  encajó como un "atentado", un hecho al que estaba acostumbrada por las

innumerables acciones de ETA y que tenía su liturgia particular.

 Empieza  con el estupor e indignación, sigue con las condenas, las manos blancas a continuación y, después, el olvido, hasta el siguiente.

Pero esta vez, el ataque era de carácter "apocaliptico", no era "selectivo" como los anteriores. Tenía un objetivo claro, destruir España como

 actor estratégico. Los casi doscientos muertos y los miles de heridos, efecto  material del ataque, sólo eran el catalizador para alcanzar los efectos estratégicos, los terroristas habían finalizado su trabajo. Los creadores de opinión pública y la puesta en práctica de una política diferente se  encargarían de materializar esos efectos. El pueblo español se encogió.

 No había sido casual que España fuese elegida como blanco. La debilidad de sus instituciones y la vulnerabilidad de su opinión pública, la hacían

 pieza adecuada para asestar un duro golpe al mundo occidental, suprimiendo a  uno  de sus peones.

 A partir del 11 de marzo de 2004, España desapareció como actor  estratégico

y se volvió hacia si misma, como había hecho en los dos siglos anteriores. Una ola de "catetismo" invadió el país. La fabricación de  "diferencias"  entre regiones se acentuó, "la España plural", a la vez que la Constitución se adaptaba convenientemente a las circunstancias. Se apeló a la  "memoria histórica", como si de la Guerra Civil al posmodernismo de principios  del  siglo XXI no hubiese ocurrido nada, y se articuló una política de  "ampliación de derechos" que no era más que ingeniería social, al más

puro estilo orwelliano.

El 11 de marzo de 2004 se convirtió en fecha incómoda. La sociedad española  no consideró la acción terrorista un ataque a su integridad, sólo una

retribución por una errónea política exterior. Cualquier estado moderno  que  sufriese una agresión semejante habría empleado los resortes adecuados

para conocer quien promovió el ataque y a quien beneficiaba, en el ámbito  internacional, para actuar en consecuencia. Pero a una sociedad que se

le  había inoculado el "no a la guerra", no podía concebir que alguien emplease la violencia organizada para alcanzar fines políticos. La solución fue

aplicar el procedimiento penal, aunque era, a todas luces, insuficiente. La "verdad judicial" aclararía el hecho. Hoy se conoce dicha verdad, pero  poco

se sabe de quien ordenó el ataque y a quien benefició en el ámbito  internacional. La opinión pública, dirigida por su clase política y por los medios de comunicación, olvida.

Como señala Laqueur, Europa esta enferma. El bajo nivel de natalidad y  una  inmigración descontrolada, es un cóctel letal para el ser europeo y para cualquier sociedad. España sufre esa enfermedad y, además, su propia deriva  centrífuga, que puede acelerarse al ampliarse las desigualdades  sociales por la crisis económica. Su sociedad está enferma y su mediocre clase política es incapaz de encontrar el tratamiento adecuado ya que, sin excepciones, se embarca en una huida hacia delante, alabando el "estado de

las autonomías" y evitando las referencias éticas.

Si no se reacciona, todo hace indicar que The last days of Spain precederán a los del resto de Europa.





2 comentarios:

charneguet dijo...

El sesudo estudio socio-político del señor Walter Laqueur hace aguas cuando afirma que el 11M, fué un acto terrorista exterior contra Europa y que se dió en España por su debilidad como pais...
Aún siendo cierto esto último, el 11M fué un acto terrorista para derribar a un gobierno por la via del atajo, un golpe de estado encubierto. Pero los promotores no fueron los enemigos de Europa, ni venian del exterior, los islamistas, como trataron de vendernos. Fueron los enemigos de España, los del PSOE, una banda de asesinos que diseñaron un complot para lograr el poder y que contaron con el apoyo de ETA como ejecutores directos. Un dia se sabrá.

aspirante dijo...

Mi querido amigo Charneguet se me ha adelantado y lo ha expresado, como siempre, mucho mejor que yo.
Lo único que le matizaría es que es posible que los transportistas de la bombas fueran ciudadanos de religión mahometana por aquello del disimulo, aunque probablemente no sabían lo que transportaban y suponían que participaban en un trapicheo de drogas o algo por el estilo.