En pocos lugares como en la Isla de la Española se aprecia con tal contundencia las diferencias que puede marcar una simple frontera: como insistentemente han recordado los medios a raíz del trágico terremoto en Haití, este país es el más pobre del continente americano, un triste récord que coloca el lado occidental de la isla de los países más miserables de America. El otro lado de la isla, sin embargo, lo ocupa un país estable y relativamente próspero, como la República Dominicana.
Una comparación de los niveles de Desarrollo Humano, que elabora la ONU, de ambos países evidencia las enormes diferencias entre ambos:
-La República Dominicana ocupa el puesto 90 en la clasificación del Desarrollo Humano, exactamente en la mitad de la tabla mundial. Haití ocupa el 149, entre Papúa Nueva Guinea y Sudán.
-La esperanza de vida al nacer en la República Dominicana es de 72,4 años, 11 años más que el vecino Haití.
-La renta per cápita de Haití apenas es una sexta parte de la de la República Dominicana(1.155 por 6.706 dólares en 2009).
¿Cómo se explican esas enormes diferencias entre dos países que comparten clima, orografía, situación geográfica y, hasta cierto punto, historia común? Esa misma pregunta se hizo el antropólogo Jared Diamond y dedica un capítulo entero de su libro “Colapso” (2005). El motivo final de la miseria haitiana es ecológico pero sus raíces son de índole política y también religiosa.
Para empezar, la República Dominicana fue colonia española (allí desembarcó Cristóbal Colón en 1492), mientras Haití fue francesa. Paradójicamente fue el desinterés de los españoles por su mitad la que evitó el desastre que empezaba a gestarse en la vecina Taino, como se llamaba Haití antes de ser rebatizada:
“Mientras Francia explotó los recursos haitianos, España desarrolló su misión colonizadora, ejemplo de la cual constituye la Universidad de Santo Domingo que fue creada en octubre de 1538…
Haití no desarrolló una agricultura comercial, y trató de extraer la riqueza mediante los campesinos. Como resultado, la mayor parte del país fue usada sin ningún criterio de sostenibilidad o previsión del impacto a largo plazo de las acciones”.
El sistema esclavista creado por los franceses fue rápidamente demolido tras la independencia de Haití (1804):
“Los antiguos esclavos mataron a muchos blancos, destruyeron las plantaciones y la infraestructura, con objeto de hacer imposible la reconstrucción del sistema esclavista y dividieron las plantaciones en pequeñas granjas familiares. Por mucho que eso colmara los deseos de los antiguos esclavos, a largo plazo resultó desastroso para la productividad agrícola de Haití, sus exportaciones y su economía (…) Haití también perdió recursos humanos con la matanza de la población blanca o la emigración de los supervivientes”.
Durante el resto del siglo XIX y como reacción contra el período colonial, las elites haitianas cerraron el país al comercio, mientras el resto del mundo se embarcaba en la primera fase de la globalización.
¿Y República Dominicana? Tras la independencia sufrió la habitual concatenación de dictadores en aquellas latitudes, Sin embargo, Joaquín Balaguer, tenía una sensibilidad ecológica que resultaría providencial para el país, como señala Diamond:
“Balaguer reconoció la necesidad que tenía el país de mantener sus fuentes de agua boscosas para poder afrontar las necesidades energéticas de la República, mediante la energía hidroeléctrica, así como garantizar el agua para las necesidades domésticas e industriales. Al poco de convertirse en presidente, prohibió drásticamente toda la tala comercial en el país y cerró todos los aserraderos (…) Balaguer puso los bosques bajo protección del Departamento de Agricultura y declaró la tala ilegal un crimen contra la seguridad del Estado”.
Mientras la República Dominicana protegía sus bosques en Haití los minifundistas talaron los suyos sin compasión. Como resultado la mitad de la isla sigue siendo boscosa mientras la otra mitad está deforestada, como puede verse en la imagen vía satélite.
Por otra parte, la sociedad haitiana esta completamente supeditada a su religión, el vudú, con lo que ello supone; ya de por si las economías que tienen tan presente la religión en su economía, política y sociedad tienen un hándicap en contra en cuanto a posibilidades de desarrollo, pero si hablamos de una religión como el vudú esto es aún peor, las instituciones estatales no tienen ningún poder en la calle que esta regida por supercherías y “chamanes “ mientras los dirigentes totalmente corruptos son incapaces de desarrollar cualquier política de índole social que no sea favorecer sus abultadas riquezas .
Aunque todas las razones (naturales, geográficas, políticas y religiosas) van sumando (en este caso restando) creo que el mayor problema en este caso es el cultural; todo ello hace que Haití este considerado por la ONU de manera extraoficial un Estado fallido.
El terrible terremoto que acaba de asolar Haití no puede achacarse a ninguna de las razones –históricas, políticas, religiosas y ecológicas- apuntadas por Diamond pero la enorme mortandad sí es imputable a la pobreza extrema del país. No sólo los edificios se han venido abajo con inusitada facilidad –compárese con los terremotos que sacuden habitualmente Japón- sino que el socorro de los afectados es el propio de un Estado fracasado en un país tercermundista que parece que nunca llega a tocar fondo.
A la miseria bíblica de Haití se le ha unido en esta ocasión su mala suerte providencial.
,
Escrito por Iñaki Berazaluce
1 comentario:
Esclarecedor articulo. Muy bueno. Mucha gracias.
Publicar un comentario