Escribe: Alm. (r) de la Armada de Perú: ALFREDO PALACIOS DONGO.
El 14 de enero pasado fue difundida en Múnich, Alemania, una noticia sobre la situación de nuestro patrimonio cultural, la cual pasó casi inadvertida pero que requiere ser analizada para tomarse las acciones correctivas.
Se trata de una advertencia del Consejo Internacional de Museos (ICOM) sobre el enorme tráfico ilícito a nivel mundial de nuestros bienes culturales. Esta organización internacional de museos y profesionales está dedicada a la protección del patrimonio natural y cultural del mundo. Su director general, Julien Anfruns, durante la presentación de la Lista Roja de Antigüedades Peruanas en Peligro –que detalla los bienes con mayor demanda en el mercado negro europeo–, afirmó que el tráfico ilícito de nuestros bienes culturales alcanza “niveles inusitados”, denunciando que entre el 2004 y 2006 se descubrieron ventas ilícitas de más de 5,000 bienes culturales y naturales, advirtiendo el aumento de excavaciones clandestinas en lugares arqueológicos y saqueos y robos en iglesias y museos.
Lamentablemente no existe una adecuada protección de nuestra herencia cultural. El control, seguridad y mantenimiento de muchas zonas arqueológicas, iglesias, museos y bibliotecas es muy deficiente y vulnerable. Muchas zonas arqueológicas han sido descubiertas intensamente saqueadas durante años siguiendo pistas dejadas por huaqueros. En este contexto, joyas, ceramios, textiles y objetos precolombinos son sacados ilegalmente para engrosar colecciones privadas de muchos países como EE UU, Alemania, Holanda, México y Argentina. El tráfico de bienes culturales es de tal magnitud que mantenemos cientos de procesos de repatriación de nuestro patrimonio.
A través de páginas de internet y conocidas casas de remate como Sotheby´s, Christie´s y Bonhams se venden lotes de nuestras piezas arqueológicas en cientos de miles de dólares, argumentando que su trabajo consiste en vender piezas de coleccionistas privados, y no en comprobar su legalidad. El problema es que tal como lo ha reconocido la directora del Instituto Nacional de Cultura, Cecilia Bákula, el tráfico de bienes culturales de la nación es un “terrible mounstruo” y para ubicar un ceramio, textil o cuadro robado e impedir su subasta en internet o en una galería puede ser inútil si no se logra comprobar que la pieza es autentica y si no se realizan los trámites en tiempo récord.
Recordemos que esta pendiente la recuperación de 46,332 piezas arqueológicas de Machu Picchu en poder de la Universidad de Yale desde 1910, de las que solo quieren devolvernos 384; y asimismo de bienes culturales saqueados por Chile durante la guerra, entre monumentos, piezas arqueológicas, gabinetes de medicina y ciencias de la Universidad Mayor de San Marcos, además de miles de libros de la Biblioteca Nacional (entre 10,000 y 35,000), de los cuales solo han devuelto 3,788 en noviembre de 2007.
El mayor reto actual es proteger nuestro vasto e importante patrimonio cultural deteniendo y previniendo los robos de bienes antes de que salgan del país, además de inventariarlos de los museos, zonas arqueológicas, bibliotecas e iglesias en todas las regiones y catalogarlos por rubros para su control, protección y resguardo, así como aumentar las penas a los traficantes que despojan a nuestro país de su valioso e insustituible patrimonio. El tráfico de bienes culturales representa el reflejo de la sociedad en que vivimos.
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