En la Declaración Final de la XVI Cumbre de Líderes del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) realizada el mes pasado en nuestro país, además de la crisis financiera y económica global, fueron incluidos como temas de profunda preocupación la seguridad alimentaria y el cambio climático. El Proyecto de la Perspectiva del Sistema Alimentario del Pacífico (PFSO) –organización colaboradora de esta Cumbre– presentó en la III Reunión de Altos Funcionarios APEC un informe donde advierte que el cambio climático producirá una mayor inseguridad alimentaria en los países en desarrollo, principalmente en la región latinoamericana, resaltando que la productividad de la agricultura retrocederá 20% durante el próximo siglo en países como México, Chile, Perú y Colombia.
Los científicos coinciden que el cambio climático representa un crítico desafío global. Sus impactos por la elevación de la temperatura media van a afectar gravemente la agricultura, especialmente en la región del Pacífico. Según el Programa de Seguridad Alimentaria y Ambiente (FSE), ésta aumentará 1°C al 2030. La agricultura, por encontrarse en la línea del impacto de este fenómeno, se verá afectada principalmente por la erosión y degradación de los suelos, anegamiento, salinización, desertificación, competencia por el agua y disminución de biodiversidad. Estos efectos incidirán en un éxodo rural y mayor escasez de recursos naturales que, a su vez, induce a conflictos.
En el caso peruano, nuestra economía es muy sensible a la disponibilidad de agua. Actualmente en el interior del país existen 94 conflictos por su utilización. Su cada vez mayor escasez representa una compleja vulnerabilidad al calentamiento global afectando gravemente la agricultura. Esta situación se explica por la dependencia hídrica de la costa de los nevados en los Andes, pero lamentablemente muchos glaciares a lo largo de nuestras cordilleras se están derritiendo de manera alarmante –como el Pastoruri que en los últimos 10 años ha perdido alrededor del 40% de su superficie glacial–. Según el Seminario Permanente de Investigación Agraria (SEPIA), el 81% de la producción agrícola de los ocho cultivos alimentarios principales –entre ellos, oca, quinua, habas y especialmente la papa, que muchas de sus más de 5,000 variedades podrían desaparecer– así como 21 de las 25 regiones, presentan vulnerabilidad agrícola muy crítica ante sequías. Asimismo, en cada campaña agrícola se pierden más de 15,000 hectáreas de cultivos por efectos climáticos –cada vez más continuos e intensos– como sequías, heladas y exceso de lluvias.
Factores asociados al cambio climático nos obligan a profundizar el conocimiento sobre este fenómeno para desarrollar nuevos niveles de adaptación agrícola sobre el uso de la tierra por causas de reducción, sustitución o diversificación de cultivos, cambios en calendarios productivos, tecnología de riego, uso de fertilizantes, etc., lo cual requiere, entre otros, de adecuados sistemas de organización, información, observación y monitoreo; infraestructura, planificación, calificación técnica y nuevas políticas para la preservación del agua de nuestras cordilleras, así como del aumento de los recursos hídricos disponibles a través de otros procesos como la desalinización de agua de mar.
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