miércoles, 29 de octubre de 2008

ACTUALIDAD: El último vuelo de Tempelhof

Por LAURA LUCCHINI (SOITU.ES)

Un avión dornier 328 de la Cirrus Airlines despegará a las 21.50 mañana desde el aeropuerto de Berlín- Tempelhof. En él viajarán 31 personas entre trabajadores y curiosos. Con este vuelo de rutina se cierran 80 años de historia intensa del que fue el aeropuerto construido por Hitler, el tercer edificio más grande en el mundo, protagonista del puente aéreo estadounidense en 1948 y definido como 'la madre de todos los aeropuertos' por Norman Foster. Los aviones dejarán Tempelhof para siempre, pero este espacio enorme, clavado en el centro de la ciudad, será reconvertido. Eso sí, entre algunas polémicas. En el atrio de arquitecturas geométricas y esenciales reina en estos días un silencio casi irreal. En las pantallas sólo se cuentan unos diez vuelos, hacia Praga, Copenhague, Bruselas y Manheim. Los pocos pasajeros están en cola frente a los únicos bancos de Check-in abiertos. Algunos observan unas pancartas ilustradas que cuentan el pasado y el futuro de este lugar. Encima a una de ellas alguien escribió: "Lassen den Flughafen wie er ist, Ihr idioten!", (Dejen el aeropuerto tal y como es, idiotas). Norbert Steinhoff, un anciano señor con una espesa barba blanca disiente con la cabeza frente a esta frase, "creo que es justo cerrar el aeropuerto", explica Norbert, quien vive ahí cerca y admite que sólo vino para curiosear, "la ciudad crece y necesitamos un aeropuerto más grande. La pista de aterrizaje de Tempelhof es demasiado corta, sólo sirve para aviones pequeños. Es inútil", concluye.

Un joven delgado y alto, que espera sentado la hora de su embarque, ha escuchado nuestra conversación. "Cerrarlo es realista", dice, "pero la idea de que cierre para siempre me provoca una sensación rara, es un edificio cargado de acontecimientos. He tomado este vuelo varias veces, pero hoy me parece que estoy haciendo algo histórico".

El 24 de junio de 1948, el que entonces era el único aeropuerto de Berlín asistía al aterrizaje del primer Dc-3 estadounidense con toneladas de carbón y comida. Era el comienzo del puente aéreo organizado por las fuerzas aliadas para sostener Berlín oeste, aislada por la Unión Soviética, que había cerrado todos los accesos de la República Federal Alemana a la parte de ciudad bajo control aliado.

Después de la caída del muro, apareció clara la necesidad de crear un nuevo gran aeropuerto, ampliando el existente de Schoenefeld, situado en el sureste de la ciudad.

Pero las leyendas como Tempelhof tardan tiempo en apagarse, y por muchos años el aeropuerto ha seguido sirviendo a la ciudad, aunque con un tránsito limitado. El año pasado, el alcalde, Klaus Wowereit, decidió el ultimátum. Pero el referéndum popular organizado por los que se oponían al cierre fracasó en abril al no alcanzar el quórum.

"Cerrarlo es una decisión muy tonta", comenta Helmut, sentado frente a una de las pantallas. Helmut trabaja en Tempelhof como piloto y piensa que no tiene sentido abandonar este edificio central, muy bien conectado con el trasporte público. "Este aeropuerto es histórico y extraordinariamente funcional. El nuevo edificio de Schoenefeld queda demasiado lejos de la ciudad", explica. Las razones económicas no son secundarias en esta operación: el mantenimiento del aeropuerto cuesta 10 millones de euros al año, una suma sólo en mínima parte cubierta a través el alquiler de las terminales. "Con los últimos tres vuelos del 30 de octubre se cierra una época significativa del transporte aéreo alemán", afirma Ralph Kuntel, portavoz de Flughafen Berlin GMBH, la empresa que administra el aeropuerto, "al mismo tiempo la sociedad de aeropuertos berlineses cumple un significativo paso adelante para la realización de uno de los proyectos más importantes para el futuro de la región: la concentración del tránsito aéreo total en el aeropuerto de Berlin Brandeburg Internacional", explica.

Este majestuoso edificio no será destruido. Sus distintas partes se destinarán a oficinas públicas y museos. En el hangar 2, una parte ya cerrada de 45.000 metros cuadrados, a finales de septiembre la Orquesta Filarmónica tocó, dirigida por Simon Rattle. Cabe imaginar que eventos igualmente espectaculares sean organizados en el futuro. Pero nadie podrá olvidar aquellos aviones cargados que en los momentos de mayor intensidad aterrizaban cada 90 segundos. Ni a los llamados bombarderos de uva, los aviones que dejaban caer una cascada de pequeños paracaídas con uva y chocolate para los niños.

(Nota: Más información en www.berlin-airport.de )

 


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