martes, 9 de septiembre de 2008

PROTEGER EL CEDRO

Los romanos, en tiempos imperiales, llegaron al Líbano y dejaron maravi-

llosos vestigios de su adelantada arquitectura, como puede contemplarse a lo

largo y ancho de uno de los países más pintorescos y diferenciados, que

contrapone los verdes paisajes de sus bosques y montañas a los paisajes

desérticos de sus países limítrofes.

Así puede verse en las magníficas ruinas de Byblos o en las del poco co-

nocido Saint-Georges le Bleu y demás maravillosos parajes repletos de rique-

zas en los que no me detendré, centrándome en el tema que vertebra este tex-

to: el comportamiento de los romanos, quienes, durante el mandato del empe-

rador Adriano viendo el abuso desmedido que se hacía de la extracción del

cedro (de madera muy maleable pese a su dureza y con un enorme grado de

flotabilidad ideal para sus barcos) decidieron prohibir de manera contundente

su tala y establecer reservas en previsión del futuro —de lo que deberíamos

tomar buena nota en la actualidad como medida de conservación del medio

ambiente— para con el cedro. Se decretaron, pues, varios grandes núcleos de

reservas que, debidamente mantenidas a través de los siglos, son de una exci-

tante belleza.

Toda la conservación de la belleza natural y arquitectónica del país

constituye un verdadero milagro en una nación que ha sido y es un auténtico

campo de batalla en el cual los libaneses son víctimas propicias sea cual sea

su religión (islámica, maronita, cristiana...) y que ha desembocado en gran-

des magnicidios y en un desgobierno total.

Las facciones étnicas o religiosas enfrentadas no encuentran el punto en

común, lo que ha sumido al país en, permítanme el símil, una falta de pro-

tección del cedro y, sobretodo, de sus habitantes, que permanecen desde

hace meses sin presidente y, por tanto, con una Administración endeble y

enfrentada; lo que alimenta las especulaciones de un país sin norte que na-

vega al pairo de los vientos mediterráneos, con velas desplegadas por la

gran voluntad y dureza de sus habitantes de raíces marineras fenicias, bruñi-

dos por su Sol, hechos de la madera de sus cedros y de la belleza de sus

campos y bañados en las olas de su propia dignidad y cuya flotabilidad ante

los oleajes del mundo es evidente y, por ello, su futuro está garantizado

puesto que sus profundas heridas sanan con una rapidez que para nosotros

quisiéramos.

Hago una llamada a nuestras conciencias hispanas: dignifiquemos nuestra

riqueza cultural y lingüística cuya cima es una lengua común que sólo hablan

cuatrocientos millones de habitantes de este mundo en que convivimos para

nuestra satisfacción o pesar: el castellano o español. Y dentro de nuestra riqueza

cultural no podemos olvidar nuestras recias reservas arbóreas:

NO DEJEMOS QUE LO QUE PROTEGIERON LOS ROMANOS LO ESTROPEEN

LOS ACTUALES POBLADORES DE LA TIERRA

.

Hablo para los maravillosos seres humanos que, escriban de derecha a

izquierda o de izquierda a derecha, poseen un planeta en común y un cora-

zón en el único sitio en que cabe.


JOSÉ MANUEL DELGADO DE LUQUE

En la lejanía

1.ª edición. 2006

80 pp. PVP: 7,80 €

Con En la lejanía, el autor,

quien fue director del Instituto

Cervantes de Beirut, nos ofrece

un viaje intimista en el que nos

transmite su amor por la vida y

su incomprensión sobre el con-

flicto que sacude hoy en día a su

país de acogida, el Líbano.

Imprescindible

Un texto

 

Un poema y una imagen

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